Tengo algunos sueños recurrentes. En uno de ellos estoy en una casa con muchísimas puertas y tras cada una de ellas se esconde un temor que intento tener bajo control. En una puerta hay una cena a la que no fui invitado, cruzo otra puerta siguiendo a una distracción y antiguas amantes follan con un desconocido, en la siguiente puerta el desconocido es X de quien siempre sospeché, o alguien que me hizo sentir patoso en una mesa, creo que sabréis ver el patrón. Hay más puertas, en una se llega a un búnker, en otra entierro a un cadáver, en la siguiente ando más mareado que nunca, vuelvo al jardín y toda mi clase de segundo está jugando a hacer un castillo sobre la arena recientemente revuelta. Hay una grúa. Soy un buen ciudadano, lo juro. Me despierto y miro el teléfono. Las tres y veinte. Faltan tres horas para que suene el despertador. Me duermo, vuelvo a abrir una de las puertas. ¡Oh no!

A veces sucede que llego al trabajo sintiendo una culpa inexplicable. Enterré un cadáver que no sabía que era mío, pero ese no era yo. No tengo ni idea de qué diría Freud de todo esto, prefiero no pensarlo pero voy a hacerlo. Vale, mejor lo busco en google. Significado de soñar con una puerta:

 

En principio las puertas representan nuevas oportunidades del tipo que sean.

Soñar que estamos saliendo por una puerta es síntoma de agobio y no encontrar la salida.

Soñar con una puerta abierta significa que un asunto que tiene entre manos le va a aportar mucho dinero.

Soñar que está entrando por una puerta significa que sufrirá calumnias o acusaciones improcedentes.

Soñar que está abriendo la puerta o la verja de un bonito jardín representa muy buenos augurios, le anuncia viajes de placer, reuniones de amigos, fiestas, celebraciones familiares o sociales…

 

Las desgracias de Juan M. -el protagonista de El Buen Ciudadano– empiezan al cruzar el umbral de la puerta de su casa. Se dedica a vender libros de segunda mano on-line y se dirige a correos. Tras la primera puerta, un vecino sale corriendo del ascensor. Tras la segunda, otro vecino intenta convencerle de que se lleve un pescado gigante, sale del edificio y encuentra un jardinero italiano llamado Piero. Juan se transmuta en el jardinero, entra en el edificio cuyo jardín cuidaba el italiano, envía mails locos, la manguera se abre, inunda el piso, vuelve el jardinero Piero y repite: “Si el agua fuese dinero no estaría aquí”. No sé qué diría Freud pero puedo reconocer una pesadilla yo solito.

Andrés Magán (Vigo, 1989) hila este relato de compuertas con dominio Lynchiano y juguetón, como si Mulholland Drive (David Lynch, 2001) se mezclase con Jo, Qué noche (Martin Scorsese, 1985). Es decir: una cadena de acontecimientos fortuitos van atrapando a un personaje principal que nunca será protagonista de lo que le pasa. En este caso, su fortuna le conduce a una pesadilla con tintes surreales cuyo desencadenante es casi siempre un terror cotidiano. La burocracia, el trabajo, el miedo a los demás, fantasear con el otro, la hipocondría, google. Para ello se vale de todos los recursos que puede sin sacarnos nunca del relato huidizo del sueño. Cambia el punto de vista (en un momento son dos pájaros quienes describen lo que pasa), cambia el tamaño de la cabeza de su protagonista y se vale de poetas místicos, de un disfraz de gamba, de pantallas de ordenador con gurús de la autoayuda. Gráficamente es exuberante pero se mantiene a raya, poniéndose al servicio de un hilo argumental que parece frágil pero te conduce férreo hacia la siguiente puerta. Parecen muchas cosas pero también me sería imposible describir todo lo que pasa en un sueño. A Andrés Magán por suerte no le cuesta. Uno de los cómics del año.