Tyto Alba (Badalona, 1975) ha publicado en los últimos años varios trabajos biográficos, como La casa Azul (Astiberri, 2014), La vida. Una historia de Carles Casagemas y Pablo Picasso (Astiberri, 2016), Fellini en Roma (Astiberri, 2017) o Balthus y el conde de Rola (Astiberri, 2019). Sin duda alguna, Alba domina el género y consigue plasmar la esencia de los personajes que nos presenta en sus obras. Por ejemplo, La casa azul, con tan solo 64 páginas, es una auténtica joya donde Chavela Vargas relata algunos pasajes sobre la vida de Frida Kahlo.
En Whitman (Astiberri, 2021) Tyto repasa la vida del gran poeta estadounidense, autor de Hojas de hierba, centrándose en un episodio quizás no tan conocido de Walt Whitman. En 1862, un año después de que estallara la guerra de Secesión (1861-1865), acude al frente en busca de un hermano, enrolado en el ejército, que aparece en una lista de heridos. Durante el viaje, presencia los horrores de la guerra: hospitales de campaña, soldados mutilados y miembros cercenados.
La búsqueda tendrá un impacto enorme en el poeta neoyorquino, hasta el punto de cambiar el rumbo de su vida. A partir de entonces se consagra a ayudar a los heridos. Les dedica tiempo, les hace compañía, escribe cartas a los familiares, les regala pequeños obsequios para reconfortarlos. En definitiva, se convierte en una suerte de enfermero o buen samaritano que atiende a los desatendidos.
El magnífico trabajo de Tyto Alba está basado en diarios, cartas y otros escritos de Walt Whitman. La primera parte y el tramo final, además, recogen fragmentos del poemario Hojas de hierba. Alba selecciona los poemas con excelente criterio y los va sembrando a lo largo de las páginas para que germinen en preciosos brotes por doquier.
Sin ir más lejos, el cómic empieza con Érase un niño que salía, del conjunto de poemas Cálamo. Unos versos que resumen la personalidad que marcará al poeta desde la infancia hasta los últimos días:
“Érase un niño que salía cada mañana,
Y en el primer objeto que miraba, en ese objeto se convertía,
Y ese objeto hacíase parte suya durante el día o cierta parte del día,
O durante muchos años o vastos ciclos de años.”
El Whitman adulto se muestra una persona observadora, sensible, empática, de gran humanidad. Alguien a quien le afecta todo lo que ve, escucha, huele, prueba y toca. Una persona en constante transformación, amante de la naturaleza, inquieta, curiosa, a quien le asaltan dudas sobre la vida misma y su propia existencia. Alguien que necesita salir a la calle, mezclarse con la gente, observar y anotar. Por eso, por ejemplo, aparece en la página 25 entre la multitud en un barrio de Nueva York, en un homenaje de Tyto Alba al cuadro de George Bellows Cliff Dwellers, de 1913.
Resulta evidente el paralelismo entre Whitman y Matadero cinco. La cruzada de los niños, la novela de Kurt Vonnegut recientemente adaptada al cómic. Matadero cinco, al igual que Whitman, es una crítica al absurdo de la guerra y un canto a la vida, la infancia y la juventud; Whitman, al igual que Matadero cinco, insiste en la juventud de los soldados heridos y hace hincapié en los miembros amputados, apilados en escenarios que se asemejan a un matadero. La guerra de Secesión transforma a Walt Whitman, como el bombardeo de Dresde altera la vida de Kurt Vonnegut. Es lo que hay. Así fue y será.
En resumen, Whitman nos habla de un poeta imprescindible, una persona necesaria. Es una novela gráfica que agradará tanto a los lectores del poeta como a quien quiera conocer su figura y su obra. Temas trascendentales. Trama sencilla y eficaz. Dibujo muy expresivo. Colores que ambientan la narración. Dobles páginas finales memorables. Cuidada edición en tapa dura. ¿Estoy oliendo a regalos de Navidad?