La imagen os resultará familiar: uno abre la puerta de su librería habitual a ver qué se cuece esa semana en lo que a novedades editoriales se refiere. Nada más abrir, una avalancha de títulos empieza a salir en tromba. Un tomo recopilatorio imprescindible de un autor consagrado de la BD nos golpea en la rodilla. La última novedad indie que hay que tener para saber de qué se habla en los círculos especializados casi nos salta un ojo. Las grapas superheroicas casi nos sepultan. Y entre esa riada imparable de novedades, decidimos meter la mano y ver qué sacamos, como el oso que mete la mano en el río por si sale un salmón. Y a veces, mira tú por donde, el salmón sale.

A veces, al elegir qué tebeo nos llevamos a casa basta con seguir la intuición, aunque no sepamos nada de él. Puede que nos llevemos un chasco, porque a menudo se trata de cómics que no suelen estar en la conversación y que se nos pueden pasar por alto. Eso me ha pasado con El beso de la sirena: una recomendación en el Graf hablándome de Luis Yang, una portada enigmática, un interior atrayente, confianza en la editorial. Y al final, ha resultado ser toda una sorpresa. Una muy grata.

Pero empecemos por el principio, y el principio es saber de dónde viene este Beso de la Sirena.
Uxía Larrosa (1993, A Coruña) y Luis Yang (Madrid 1993), dos jóvenes autores bregados en el fanzine, ganaron en 2022 el premio Castelao de Novela Gráfica con O bico da Serea, que así se llama la obra en su edición original en gallego. Dos años después, Ediciones La Cúpula nos trae la versión en castellano del cómic, con traducción de la propia Uxía Larrosa.

En El beso de la sirena conocemos a Zeltia, una chica de 12 años con problemas para dormir. En uno de sus desvelos, Zeltia conocerá a Eirín, una sirena que se materializa a través del agua del vaso que descansa en su mesita de noche. Eirín empezará a aparecerse a Zeltia de forma frecuente trayendo con ella historias para dormir. Historias que empezarán a resonar en la propia existencia de Zeltia, donde verá reflejados sus problemas, inquietudes e incluso vivencias personales.

Así pues, la obra puede dividirse en dos partes bien claras. Por un lado, la vida de Zeltia, con sus problemas de preadolescente afectada por la separación de sus padres y por las vicisitudes del día a día y, por otro, las historias que Eirín va contándole. Un recurso que consigue engancharnos como lectores, siendo testigos de la vida de la protagonista y esperando las apariciones de la sirena y las historias que traerá consigo, aunque no todas terminen como esperamos… o aunque no todas terminen, simplemente.

La historia avanza navegando entre estos dos mundos, el real y el onírico, gracias a un dibujo de corte etéreo, casi como una ensoñación. Las líneas sencillas de Yang, las figuras medio desdibujadas, el omnipresente color azul y un diseño de página casi inalterable acaban dando al cómic un aire de sueño, de fantasía dentro de la realidad, que le va como anillo al dedo.

En ese sentido, El beso de la sirena acaba funcionando casi como una muñeca rusa: una historia que contiene historias. Larrosa y Yang acaban siendo nuestra pequeña Eirín, contándonos cuentos dentro de un cuento que acaban explicando mucho más de lo que parece a simple vista.

La obra, tejida con unos mimbres bastante sencillos y unos personajes arquetípicos, funciona sorprendentemente bien. Los personajes están muy bien dibujados (tanto gráfica como psicológicamente) y las historias bien narradas y excelentemente repartidas a lo largo del tomo. Uno acaba encariñándose de los personajes y entrando en esa Galicia azul y melancólica donde habitan las protagonistas.

Aunque es un cómic al alcance de cualquier público, El beso de la sirena apelará especialmente a lectores adolescentes, aquellos que mejor podrán identificarse con los desvelos de Zeltia y su necesidad de refugiarse en las historias de Eirín. ¿Al fin y al cabo, no es eso lo que hacemos todos, buscar refugio, cuando abrimos las páginas de un cómic?

De vez en cuando resulta reconfortante encontrarse obras como esta, pequeñas, honestas y hechas con cariño, que pueden pasar desapercibidas ante la avalancha de novedades pero que bien merecen una oportunidad y unas cuantas lecturas. Bien a La Cúpula por darle una segunda vida a este premio Castelao tan merecido.