Gustos personales aparte, creo que algo en lo que podemos estar de acuerdo es en que Frederik Peeters (Ginebra, 1974) no suele fallar. Lejos de encallarse después del éxito internacional de ese bombazo que fue Píldoras azules, el autor suizo ha demostrado una sensibilidad especial para la narración y la creación de personajes e historias memorables. Solo o acompañado a los guiones, obras como Lupus, Aama, El hombre garabateado o R.G. demuestran que Peeters ha sabido mantenerse en forma durante los veinte años que nos separan de Píldoras azules.
Para mí, leer a Peeters siempre es estimulante. A sus obras siempre se les puede sacar escenas, personajes o discursos que nos revelan una sensibilidad especial y un gran dominio de los códigos del cómic.
Por suerte para quienes estén de acuerdo conmigo, este 2021 hemos recibido varias obras suyas publicadas de forma casi simultánea. Se ha reeditado Castillo de arena con motivo de su adaptación cinematográfica (Tiempo, de M. Night Shyamalan), y han aparecido dos nuevas obras casi simultáneamente: Oleg y este Saqueo que nos ocupa hoy.
De todas estas obras, Saqueo es, sin duda, la más particular. Se trata de un álbum de formato apaisado que nos pone frente a frente ante un cataclismo pesadillesco a través de una serie de secuencias a página completa en las que un extraño personaje amarillo asiste a una especie de fin del mundo post-apocalíptico.
Leer (o más bien, “entrar en”, o “sumergirse en”) Saqueo es una experiencia que va más allá de la simple lectura. Lo que Peeters propone es un viaje sensorial. Nos coge de la mano para asistir, a través de un dibujo absolutamente apabullante, a un desfile de situaciones y personajes que nos desafían como lectores. Peeters no utiliza ni una sola palabra en toda la obra, por lo que nos corresponde a nosotros estar atentos a cada página, encadenarlas y buscarles un sentido a este acongojante fin del mundo multicolor.
Más que un tebeo narrativo convencional, creo que lo que busca Peeters es, además de dar salida a unas inquietudes personales a través de un álbum dibujado con las entrañas, ponernos en la primera fila de un fin del mundo psicodélico y tremendamente sugerente que avanza imparable hacia la desolación.
Hablábamos al principio de Oleg, la otra obra de Peeters publicada casi simultáneamente con este Saqueo. En ella, el personaje del título, un trasunto del autor en un momento de crisis creativa, empieza a crear algo muy parecido a este Saqueo.
Creo que Oleg y Saqueo funcionan bien como díptico sobre el bloqueo creativo y los caminos que el arte sigue hasta materializarse en una obra. La calma y el costumbrismo de Oleg albergaban un magma candente a punto de explotar dentro del autor. Esa lava incandescente es este Saqueo, una obra totalmente libre, sobrecogedora a nivel gráfico, que explota y corre hacia el mar, sin detenerse y arrollándolo todo a su paso.
Saqueo es una experiencia sugerente, una demostración de poderío gráfico que confirma a Frederik Peeters como uno de los autores más dotados para la narración gráfica de los últimos años. No es un libro sencillo ni para todos los públicos, pero quienes se atrevan a entrar en el juego se encontrarán ante una obra enorme, con muchas vidas, lecturas y significados.
La edición de Astiberri está a la altura de lo esperado e incluye, además de una introducción del propio autor, un listado de agradecimientos del mismo que bien puede servir como mapa para trazar las referencias, homenajes y préstamos que se cuelan durante toda la obra. Que no son pocos.