Squeak the Mouse es la historia de una venganza; cíclica, continua e interminable, pero venganza al fin y al cabo. Tomando como excusa a Tex Avery y a los cartoons clásicos, Massimo Mattioli (Roma, 1943-2019), de cuyo fallecimiento se cumplirá un año el próximo verano, dibujó la fábula definitiva acerca de la relación entre gatos y ratones, aunque sin moraleja ni redención posible. Cómic salvaje y desfasado, está construido a tal velocidad que su lectura es imparable, sin pausa posible. Es un ir y venir constante, tan dinámico como libérrimo.
Sangriento e impredecible, repleto de humor negrísimo, descuartizamientos, matanzas y sexo explícito y gozoso, resulta a la postre sumamente hipnótico. Es imposible apartar la mirada de unas historietas que se enlazan como una ristra de longanizas, por lo de la carne y las tripas. El uso de los colores básicos, el dibujo aparentemente sencillo y la propia naturaleza de los personajes (simpáticos animalillos antropomórficos) le aportan una falsa simplicidad que se da de bruces con la realidad de un desmelenado catálogo de infinitas formas de asesinar al prójimo, algunas inconcebibles (jamás se le obtuvo mayor rendimiento a una maquinilla de afeitar eléctrica) y otras pioneras (Henry: retrato de un asesino llegaría algunos años más tarde).
La edición de Fulgencio Pimentel recoge, por primera vez en España, los tres álbumes originales publicados entre 1982 y 1992, acumulando un centenar y medio de páginas que supuran odio, rencor y mucha mala leche.