A pesar de ser un veterano de la escudería balear orbitada alrededor de la revista de vanguardia Nosotros Somos Los Muertos desde mediados de los noventa, Francisco Torres Linhart (1968, Palma de Mallorca) debuta casi tres décadas después con su primer monográfico importante: una novela gráfica de doscientas cuarenta páginas a todo color en formato apaisado y tapa blanda. El subtítulo adscribe a este tebeo a un género específico, relativamente actual, y muy ligado a las series de televisión por cable: el “Nordic Noir”, es decir, la novela negra o criminal ambientada en los países escandinavos del continente europeo.
Sin duda, al abordar el género negro, brota espontáneamente su interpretación en términos de conflicto social. Algo siniestro subyace tras la serena superficie de las sociedades del bienestar, un modelo que el neoliberalismo ha intentado quebrar durante las últimas décadas. En la pequeña aldea sueca de Karlsbacka, uno de sus vecinos, Jakob, convoca a todos sus habitantes a una reunión crucial en la que él mismo no aparece. Poco después, se encuentra su cuerpo mutilado y desfigurado. Un forastero, inspector de la compañía aseguradora, será el encargado de resolver este alambicado crimen con la inestimable ayuda de su escisión mental esquizofrénica. El doble y el desdoblamiento nucleará, por tanto, este misterio.
El título de la obra, Röd i Snöd (“rojo en la nieve”), resume perfectamente esta voluntad de contraste, la irrupción de la sangre sobre un blanco paisaje idílico, aspecto que define también su paleta cromática: una suerte de bitono con la gama del azul-verde-gris como color predominante, acentuando puntualmente determinadas figuras y onomatopeyas a través de los tonos rojizos. El dibujo de Linhart se encuadra en una suerte de post-línea-clara que no carece de antecedentes en el cómic nórdico como, por ejemplo, el clásico sueco Adamson (1920) de Oscar Jacobsson o, ya en nuestro tiempo, los cómics del autor noruego Jason como ¿Por qué haces esto? (2005, Astiberri), también de intriga criminal.
En esta nueva obra, Linhart se ciñe a una puesta en página estricta de dos tiras de tres viñetas por página. Esta opción proviene de haber sido prepublicada, panel a panel, en el Instagram de su autor, atravesando la epidemia del COVID a lo largo de dos años. Constreñido, por tanto, a una retícula homogénea, esta solo se rompe en ocasiones a través de la subdivisión en cuartos de unas pocas viñetas, secuencias generalmente descriptivas que recuerdan vagamente a Chris Ware (fig. 1).
En suma, nos encontramos ante la historieta de mayor ambición publicada hasta hoy por Linhart, un sólido polar donde brillan, por méritos propios, sus contrastes cromáticos y que – volcado sobre su propia trama – ofrece un original y entretenido relato criminal alejado de los tópicos masculinos del género.