El foxtrot es un baile que se caracteriza por unos movimientos largos, suaves, ininterrumpidos a lo largo de la pista, mientras una big band interpreta con alegría de vientos y melodiosa voz.
Arrullo de amor (Mortal y Rosa), el último cómic de Lorenzo Montatore (Madrid, 1983), toma el nombre de un tema de este estilo interpretado por Rafael Medina y su orquesta, que formaba parte de la banda sonora de El pobre rico, una de las películas del director vallense, Ignacio Ferrés Iquino, cineasta que acumuló en su filmografía una cantidad ingente de títulos de destape y de Spaghetti Western, así como la primera película en catalán en pleno franquismo, El Judas, rodada en Esparraguera y con la Pasión como tema central. Tela marinera la cosa y este último cómic que se ha sacado de la chistera el autor madrileño en un periodo de tiempo muy corto (¿dos semanas?).
El libro recoge varias adaptaciones literarias, la primera de las cuales, se supone que es una de las novelas de Centramina, protagonista de ¡Cuidado, que te asesinas! (2018). El resto de adaptaciones, cuatro, trasladan en viñetas propuestas interesantísimas de la tradición literaria castellana. Comienza con la Parábola del hombre que queria matar su amor propio de Carlos Edmundo Ory, uno de los máximos representantes del postismo, uno de los pocos movimientos de vanguardia surgidos tras la Guerra Civil. El poeta gaditano proviene de la tradición literaria y humorística de la que se amamanta Montatore, la que arraiga en el barroco y la sátira, pasa por el esperpento de Valle Inclán, la greguería de Ramón Gómez de la Serna y las vanguardias bufas y surrealistas de Tono, Miguel Mihura, Carlos Arniches y Enrique Jardiel Poncela.
Precisamente De la Serna y Arniches son dos autores a los que adapta también Montatore en este cómic. Especialmente magistral es la adaptación que hace del sainete del último, La pareja científica, donde hace filigranas con las maneras de hablar más castizas y populares de la pareja de policías analfabetos que se desviven para no dar ni palo al agua.
No me quiero olvidar de la adaptación que hace de una de las Historias Mínimas de Javier Tomeo, otro representante del absurdo, la lírica, el humor, el surrealismo y, como del propio Montatore, de el minimalismo.
Bendito sea el día en que el Lorenzo Montatore dejó de querer emular a Ronald Searle y optó por la urgencia de explicarse con los mínimos garabatos imprescindibles y las paletas de color más adecuadas.
Pasar las páginas de sus cómics se parece mucho a las evoluciones de una pareja de baile en una pista siguiendo los compases de la Glenn Miller Orchestra. Un prodigio de técnica y ritmo ejecutado con una maestría alucinante.
Lo encontraréis en la web de su editorial, Mortal y Rosa.