Estos días he estado inmerso en esta carrera sin premio que narra el británico Henry McCausland (Londres, 1981) en Eight-Lane Runaways. Publicado previamente en formato grapa por Otto Press (no hace falta que lo busquen tan sólo está disponible el número 4). La edición recopilada por Fantagraphics hace suficiente justicia a la edición serializada.

Ocho personajes de lo más extraños se animan a hacer una carrera, que como la vida misma, no tiene mucho sentido, ni hay premio, más allá del placer de hacerla. Pero lo que cautiva la atención lectora no es lo que le pueda pasar a la chica que recoge insignias, ni al tipo que cayó en una marmita de moras hirvientes cuando era pequeño. Tampoco nos quitará el sueño si el de la gorrita y los hilos interminables acabará encontrando los perros que ha perdido…nada de esto importa, porque ya se cuida bien el autor de hacernos notar que no son las vicisitudes de estos pardillos lo que interesa. Aquí lo principal es el mundo que dibuja, encuadrado desde una perspectiva picada, suspendida, congelada, donde todo se mueve a una velocidad extraña (a lo Eadweard Muybridge, para entendernos) algo que a la postre se convierte foco de atención de la historia.

Un mundo lleno de secundarios estrafalarios, situaciones desmoldeadas, bifurcaciones surrealistas y geometrías desencajadas. Un mundo por donde vagar y entretener la vista, lleno de detalles y digresiones, puntos de fuga que convergen en un cul de sac y composiciones que juegan con los planes de manera óptima, obnubilando la percepción.

En el aspecto formal y narrativo, salvando las distancias y el estilo de dibujo, me ha recordado en muchos momentos a los tour de force de las planchas de Bradley de Él, el cómic de Connor Willumsen que acaba de sacar Alpha Cómic . No obstante, en Henry McCausland, deja bien claro que él se siente partícipe de una tradición estética arraigada en la línea clara y elegante de Winsor McCay, Hergé Katsuhiro Otomo antes que en la de Moebius aunque también reivindica otras delineantes más innovadores como Leon Sadler y CF. Tampoco encontrareis largos monólogos interiores aquí. Un cómic que no va a ninguna parte, pero que te pone patas arriba y te cautiva. Para leer y releer.