En su célebre Manifiesto de 1985, la feminista norteamericana Donna Haraway proclamaba: “Prefiero ser un ciborg que una diosa”; la joven historietista marroquí Zainab Fasiki (Fez, 1994) prefiere ser ambas cosas. Hija menor, tras cinco varones, del matrimonio entre un ama de casa y un campeón de lucha reconvertido en artesano del cuero; Fasiki se mudó con veinte años a Casablanca para graduarse en la Escuela Nacional Superior de Electricidad y Mecánica en 2017, un oficio reservado “por naturaleza” a los hombres, como le hizo notar su propia familia.

 

Dos años antes, en la misma ciudad, Fasiki había empezado a colaborar con el fanzine Skefkef, publicado desde 2013 cada cuatro meses en darija o árabe marroquí, a inspiración del egipcio Toc-Toc. Su primera historieta, La conspiración, describía la venganza de cuatro esposas a las que habían casado, sin su consentimiento, con el mismo hombre. La artista magrebí continuaría publicando en la revista hasta día de hoy series como “Lo esencial de la educación sexual” o “Super Khadija”, una parodia de las superheroinas.

 

Fig. 1

 

En 2017 sus viñetas saltaron a la fama, al postear en redes sociales el dibujo de una chica semidesnuda en un autobús con la ropa desgarrada para denunciar la agresión sexual que sufrió una joven en un bus de Casablanca, grabada y compartida por internet. En septiembre del mismo año, editaría en darija su primera novela gráfica de sesenta y dos páginas: Omor (Asuntos). Sólo entre nosotras (fig. 1)que relata, con un toque de humor, la historia de tres jóvenes mujeres marroquíes de un mismo edificio. “En el primer piso vive Fátima, una estudiante de derecho con velo, para complacer a su familia, que sueña con convertirse en agente militar. En el segundo, vive Amel, una mujer de negocios feminista y soltera. Finalmente, en el tercero reside Latifa, una ama de casa. A fuerza de discusiones con su marido, que la engaña, piensa en divorciarse, pero no puede permitírselo. Amel la anima a cambiar de vida ofreciéndole un empleo como trabajadora en su empresa textil”.[1] Entre otros asuntos, Omor afronta la imposibilidad práctica para abortar tras una violación y la triste realidad, aun vigente, de los matrimonios concertados.

 

Fig. 2

 

Fasiki publicaría su siguiente proyecto Feyrouz versus the World (fig. 2) en inglés con la editorial libanesa ToshFesh, presentándose oficialmente en octubre de 2018 durante el X Festival International de la Bande Dessinée de Argel (FIBDA), el evento de mayor importancia del continente africano y, probablemente también, del mundo árabe. Feyrouz, un trasunto de la autora, sueña con ser trotamundos, pero para ello debe enfrentarse a su familia, conservadora y religiosa, que considera este plan un desafío y casi una locura. Ese mismo año también entregó el cómic infantil Bobo en el río.

 

En paralelo, Fasiki fue preparando su trabajo más ambicioso, la novela gráfica de ciento catorce páginas que nos ocupa, Hshouma: Cuerpo y sexualidad en Marruecos. Originalmente, en junio de 2018, esta se expuso como una serie de ilustraciones en blanco y negro durante una residencia artística del centro artístico madrileño Matadero para, en noviembre, ser de nuevo exhibida en la galería Le Cube de Rabat (fig. 3). Ambas muestras se completaron con una primera versión en papel de Hshouma, a la que se añadieron los textos. En septiembre del 2019, la francesa Massot éditions, editaría la obra incorporando el color rojo como nuevo y oportuno contraste. Ahora, entre sus novedades, Rinoceronte Editora publica por primera vez en el Estado Español a Zainab Fasiki, en lengua gallega.

 

Fig. 3

 

Precisamente, el feminismo ha contribuido en las últimas décadas a repolitizar el lenguaje. Las injusticias también son, a menudo, inmateriales, como zanja con claridad Fasiki: “Cuando comencé este libro se suponía que iba a estar en árabe marroquí, pero después de mucha censura y por la falta de palabras técnicas en darija sobre nuestros cuerpos, tuve que elegir el francés porque es el idioma que todos compartimos en el Magreb y de muchos magrebíes francófonos que viven en otros continentes que también sufren la cultura hshouma con sus familias, yéndose de Marruecos por este motivo”.[2] Lo que ni siquiera se nombra, socialmente no existe.

 

Hshouma – un término en darija a medio camino entre tabú y vergüenza – resulta un producto curioso. A falta de mejor término, podría definirse como “manifiesto gráfico”, sirviendo las imágenes como ilustración de su parte textual, la voz propia de Fasiki, prioritaria y componente único de muchas páginas, en ausencia total de globos. Por tanto, forma parte de la no-ficción, en este caso eminentemente política y feminista. Un repaso a su índice nos revela su ambición e interés: “liberar la desnudez”, “las transformaciones de los cuerpos”, “la diversidad de los cuerpos”, “la libertad corporal”, “la educación sexual”, “protegerse”, “la frustración, “el consentimiento”, “la sexualidad: país y familia” y “la sexualidad en el ámbito conyugal o fuera del matrimonio”.

 

Si este recuento sistemático trae a la memoria el despliegue de un código legal, no es casualidad, ya que, como señala Rocío Velasco de Castro desde la Universidad de Extremadura: “Las imágenes y contenidos incluidos en la plataforma educativa Hshouma se inscriben en una realidad socio-jurídica caracterizada por la discriminación de género y por la pervivencia de un modelo social patriarcal tradicional que se sustenta, entre otros elementos, en una concepción extremadamente conservadora del islam legitimada en la Mudawwana” (legislación marroquí de base religiosa).[3]

Aunque, en 2014, se reformó el polémico articulo legal que permitía al violador de una menor eludir la cárcel si contraía matrimonio con ella, incluso sin su aprobación; el marco jurídico alauita sigue siendo profundamente machista y hetero-normativo. Su clave de bóveda es el artículo 5(a) de la Declaración de los Derechos Humanos en el Islam (DHDI) donde se lee: “La familia es el fundamento de la sociedad, y el matrimonio es el fundamento de la familia”. En Marruecos, la poligamia sigue teniendo cobertura normativa mientras las relaciones extramatrimoniales se penan con hasta un año de cárcel, frente al adulterio que supone el doble, y los “actos impúdicos contra natura” (homosexuales) que implican hasta tres años de prisión. Este aparato legal, obviamente, se sustenta en unas costumbres sociales discriminatorias contra un gran número de prácticas sexuales y, especialmente, contra las mujeres a quienes, en el colmo de la hipocresía, se les impone una supuesta “pureza sexual” al tiempo que son consideradas como fuente de concupiscencia corruptora, es decir, son socialmente victimizadas por todos los flancos.

Tal es la experiencia cotidiana de las mujeres en el Reino Alauí, también de la misma Fasiki: “¡Toda mi vida he sido acosada sexualmente y eso continúa! Estoy harta de tener miedo todo el tiempo por quien está en las calles, el autobús, el taxi… ¡por no mencionar las playas! La playa es un verdadero dolor de cabeza para las mujeres en Marruecos. Te molestan constantemente” (fig. 4).[4]

 

Fig. 4

 

 

Su voz como joven mujer marroquí resulta crucial frente al imperialismo feminista de autoras como la estadounidense Catharine Mackinnon, quien justificó ante la ONU la invasión de Afganistán para liberar a las mujeres. Al contrario, buena parte del Norte económico comparte – si bien quizás no en el mismo grado – la cultura patriarcal, y sus agresiones militares sobre los países árabes y/o islámicos se han caracterizado no por reforzar la soberanía democrática, sino por consolidar estados fallidos o regímenes dictatoriales a fin de mejor saquear sus recursos naturales.

Fig. 5

En consecuencia, Fasiki se contrapone a los relatos que describen Oriente Medio como un infierno de hiper-sexualidad reprimida, frente al paraíso occidental: “Todos quieren que seas de cierta manera. Me encanta demostrarles que están equivocados”.[5] Así la emprende contra los estereotipos que pretenden reducir a las mujeres en un catálogo de categorías como: la narcisista de las redes sociales, la tradicional portadora de hijab, la rubia con vaqueros a la americana, la exuberante negra subsahariana o la marimacho feminista… (fig. 5). Nuestra dibujante lucha valientemente por las mujeres y las minorías sexuales desde su propio lugar de origen: “Muchas chicas jóvenes de hoy solo tienen una cosa en mente: el sueño americano. Ya no quieren vivir aquí sino irse a Estados Unidos o Europa. Es una pena, porque Marruecos es un país hermoso en el que tenemos oportunidades”.[6]

Fasiki no está sola en este combate, su causa es compartida por miles de personas, especialmente a partir del Movimiento 20-F, que surgió allí al calor de las primaveras árabes en 2011. Por tanto, también hay en su obra una consciencia y tonalidad generacional a la altura de nuestro tiempo que se distingue por incorporar al feminismo las luchas del movimiento LGTBI+; por atreverse a explicitar en Hshouma incluso la intersexualidad, aquello que una insigne feminista transfóbica española ha denominado recientemente como “monstruos”. En este punto, por ejemplo, contrasta también – no hasta tal extremo – con otra célebre feminista de origen marroquí: Eva Illouz, quien, en su último libro, El fin del amor: Una sociología de las relaciones negativas, se muestra incapaz de superar los estereotipos de género, eso sí, respaldados por “estadísticas” y una frondosa bibliografía. La otrora brillante pensadora de El consumo de la utopía romántica (1997), Intimidades Congeladas (2007) o La salvación del alma moderna (2008) parece retroceder ante el fantasma por excelencia de su disciplina desde Durkheim, la anomia como disolución de los vínculos socialmente organizados en instituciones estables y predecibles.

 

Fig. 6

 

 

Los antecedentes de Fasiki en el Noveno Arte están claros: el Persépolis (2000) de Marjane Satrapi – como historieta pionera del feminismo en Oriente Medio – su continuidad en la carrera de la autora libanesa Zeina Abirached o el reciente Paroles de honneur (2017) de Leila Slimani y Laetitia Coryn, adaptación del ensayo Sexe et mensonges. La vie sexuelle au Maroc. Su estilo gráfico – de común caricaturesco y parcialmente influido por el Manga – deja paso en Hshouma a cierta sobriedad en el dibujo donde destaca, ampliada, la conocida estrategia de Harold Gray y Art Spiegelman que prescinde de las pupilas – cuando no de los ojos al competo – facilitando la proyección del lector sobre ese espacio en blanco (fig. 6). En cualquier caso, no se incide por igual en los antecedentes artísticos de Fasiki.

Inicialmente, en Hshouma se optó por el blanco y negro: “porque son neutros para el color de piel y para que las personas que tienen dificultad para distinguir colores puedan comprenderlo todo igual”.[7] Sin embargo, a este juego cromático se añadió el rojo para su versión definitiva en forma de libro. Este color suplementario parece retomar la reapropiación feminista que la artista plástica Barbara Kruger hizo de la revista nazi Signal, por ejemplo, en su célebre Untitled (Your body is a battleground) de 1989 (fig. 7). El contraste entre el rojo y el blanco es, también, el de dos líquidos primordiales: la sangre y la leche, así como secundariamente del semen y la menstruación. Michel Foucault – unos párrafos antes de referirse a la retórica nazi de la sangre – escribe en su libro que acuñó el término biopolítica:

“Para una sociedad en que eran preponderantes los sistemas de alianza, la forma política del soberano, la diferenciación en órdenes y castas, el valor de los linajes, para una sociedad donde el hambre, las epidemias y las violencias hacían inminente la muerte, la sangre constituía uno de los valores esenciales: su precio provenía a la vez de su papel instrumental (poder derramar la sangre), de su funcionamiento en el orden de los signos (poseer determinada sangre, ser de la misma sangre, aceptar arriesgar la sangre), y también de su precariedad (fácil de difundir, sujeta a agotarse, demasiado pronta para mezclarse, rápidamente susceptible de corromperse). Sociedad de sangre — iba a decir de “sanguinidad”: honor de la guerra y miedo de las hambrunas, triunfo de la muerte, soberano con espada, verdugos y suplicios, el poder habla a través de la sangre; ésta es una realidad con función simbólica. Nosotros, en cambio, estamos en una sociedad del “sexo” o, mejor, de “sexualidad”: los mecanismos del poder se dirigen al cuerpo, a la vida, a lo que la hace proliferar, a lo que refuerza la especie, su vigor, su capacidad de dominar o su aptitud para ser utilizada. […] Los nuevos procedimientos de poder elaborados durante la edad clásica y puestos en acción en el siglo XIX hicieron pasar a nuestras sociedades de una simbólica de la sangre a una analítica de la sexualidad. Como se ve, si hay algo que esté del lado de la ley, de la muerte, de la trasgresión, de lo simbólico y de la soberanía, ese algo es la sangre; la sexualidad está del lado de la norma, del saber, de la vida, del sentido, de las disciplinas y las regulaciones.”[8]

 

Fig.7

 

Otra de las precursoras de Fasiki, conscientemente o no, fue la también artista conceptual estadounidense Jenny Holzer, conocida por sus proyecciones de textos feministas en espacios públicos y que llegó a compartir páginas con Dan Clowes o Peter Bagge en alguna revista de Historieta como el segundo número de Twist (Kitchen Sink, 1988). Tanto material como estilísticamente, algunas planchas de Hshouma compuestas solo de texto, bien podrían haber sido firmadas por Holzer, su rotunda semejanza salta a la vista (figs. 8 y 9).

 

Fig.8

 

 

Fig. 9

La crucial tarea política de Fasiki también incumbe al Noveno Arte, a menudo plagado de estereotipos sexistas contra las mujeres, incluso entre su producción underground, como demostró el reciente intento – probablemente injusto – de aplicar a Robert Crumb el ghosting y la cultura de la cancelación (fig. 10). Con todo, no perdamos de vista que el programa de Fasiki para subvertir las leyes y costumbres de su país implica una alteración de la jerarquía social masculina y patriarcal. Este desafío costó, por ejemplo, ataques y amenazas de muerte a la actriz alauí Loubna Abidar, que debió exiliarse en París tras protagonizar una película sobre prostitución en Marruecos, Much Loved (Nabil Ayouch, 2015), allí prohibida. Sobre el propósito final de Hshouma – cuya segunda parte está elaborando – la última palabra corresponde a nuestra autora: “quería demostrar que sólo con la ciencia y el conocimiento las mujeres pueden liberarse. No debes esperar a que nadie lo haga y nunca debes rendirte. Teniendo éxito en tu carrera, ocupando grandes puestos, convirtiéndote en emprendedora, artista, ingeniera, pilota… así puedes independizarte”.[9]

Fig. 10

 

[1] PLUYAUD, Louise (8-XI-2017) “Au Maroc, Zainab Fasiki, bédéiste culottée”, disponible en línea en: https://information.tv5monde.com/terriennes/au-maroc-zainab-fasiki-bedeiste-culottee-201840.

[2] FASIKI, Zainab, Porquoi Hshouma? Disponible en línea en:  https://www.hshouma.com/.

[3] VELASCO de CASTRO, Rocío (2019) “Grafismo e igualdad de género en Marruecos: Hshouma, de Zainab Fasiki” en Akademía. Revista internacional y comparada de derechos humanos 2:1, pp. 13-54. Disponible en línea en: https://www.academia.edu/40069983/2019_Grafismo_e_igualdad_de_g%C3%A9nero_en_Marruecos_Hshouma_de_Zainab_Fasiki.

[4] PLUYAUD, Ibid.

[5] HINCK, Joseph (10-VIII-2019) “How this Moroccan Artist Is Using Comic Books to Fight Sexism” Time.com. Disponible en línea en https://time.com/collection-post/5692973/zainab-fasiki-next-generation-leaders/.

[6] PLUYAUD, Ibid.

[7] ÁVALOS, Almudena (19-VII-2018) “Zainab Fasiki: cómo derrocar al patriarcado marroquí con un simple lápiz” en Smoda/El País. Disponible en línea en: https://smoda.elpais.com/feminismo/zainab-fasiki-como-derrocar-al-patriarcado-marroqui-con-un-simple-lapiz/

[8] FOUCAULT, Michel (1998) Historia de la sexualidad I: La voluntad de saber, México, Siglo XXI, p. 88.

[9] OUAZZANI, Ibtissam (VIII-2018) “L’artiste féministe Zainab Fasiki sort sa nouvelle bd, «Fayrouz versus the world»”