Exceptuando escasas excepciones, la pubertad (y sus aledaños) es una etapa complicada para la mayoría, molesta y a veces dolorosa. Fase de transformación donde hay que aceptar cambios en el propio cuerpo y donde se busca ser aceptado por el entorno. Inseguridades, transformaciones físicas y búsqueda del propio lugar (y ser) en medio de una explosión hormonal que lo enturbia todo. Si todo esto ya es de por sí complicado, imaginen la dificultad añadida de encontrar tu lugar cuando tu identidad sexual no encaja con tu cuerpo y con la “categoría” que la sociedad te da por supuesta.
Esto, junto a muchas más cosas, es lo que nos cuentan la guionista Catherine Castro (Asnières, Francia, 1971) y el dibujante Quentin Zuttion (Dijon, Francia, 1989) en Llamadme Nathan (Astiberri). El relato se basa en la historia verídica de Nathan, Lucas en la realidad, un joven nacido con cuerpo femenino, amigo desde la infancia de la guionista. Se trata de uno de los pocos cómics -me viene a la mente Justine (Diminuta Editorial, 2014) de Anne-Charlotte Gauthier, por ejemplo- en abordar la contradicción entre la identidad sexual de una persona y su sexo biológico y el cambio de sexo en un adolescente. La obra recoge el largo camino que recorre Lila hasta convertirse en Nathan. Un proceso que comienza cuando a los doce años su cuerpo empieza a desarrollarse y sus rasgos femeninos son cada vez más visibles y finaliza con la reasignación sexual a los 16, tras una larga lucha.
Castro y Zuttion llevan a cabo un buen trabajo. Zuttion desarrolla un dibujo atractivo visualmente, que emerge con brío y plasticidad en las escenas más físicas de la historia (los cambios en el cuerpo de Nathan y la cirugía de reasignación de sexo). El guión de Castro, por otro lado, es efectivo y respetuoso con el material que trata. E inteligente: juega bien el equilibrio entre mostrar la dureza del proceso y no caer en exceso de sensiblería o paternalismo hacia el protagonista. La transición se nos explica con detalle: desde las dificultades de aceptación de la familia, la relación de amor-odio con el propio cuerpo, el acoso escolar, el apoyo psicológico y médico profesional (y sus costes económicos no subvencionados por la sanidad pública) o las absurdidades burocráticas que debe sufrir una persona transgénero para realizar un trámite tan mundano como cambiar su nombre en el Registro Civil. Detalles que la mayoría desconocemos.
Se trata de un trabajo necesario y honesto. Y muy pedagógico. Sin ánimo de hacerles ningún spoiler, esta es una historia militante que acaba bien: la historia de un joven determinado, fuerte y popular. Y no contiene estridencias innecesarias. Eso la convierte en una obra potente para ayudar a visibilizar y normalizar un tema que como sociedad aún tenemos muy verde y, por desgracia, demasiado oculto debajo de la alfombra.
Otra candidata a lectura recomendada para centros de enseñanza que demuestra la validez del género como herramienta para generar debate y trabajar temas sociales en las aulas.