Desde la distancia de los libros de historia, el inicio y final de un conflicto quedan siempre fijados por un par de fechas, unos números que parecen indicar un desde aquí hasta allí totalmente abruptos. Pero si uno profundiza y acerca la mirada, verá que esos inicios y finales tan categóricos nunca lo son tanto, porque, en todo conflicto, las cicatrices que se llevan las víctimas van más allá de cualquier fecha. El conflicto vasco es uno de esos casos. Mucho ha costado llegar a un momento en el que parece que las acciones violentas han cesado. Y aún así, las consecuencias del terrorismo y de su respuesta por parte del Estado, han dejado muchas heridas abiertas que van a tardar tiempo en cicatrizar. Para poder cerrarlas, posiblemente uno de los mejores caminos sea poder hablar de ello abiertamente.

Salto podría ser un buen ejemplo de que poco a poco se ha iniciado ese camino. La historia de Salto se centra en una de las víctimas colaterales del terrorismo. Relata la vida de Miquel/Mikel, que durante cuatro años a inicios de siglo estuvo trabajando como escolta de cargos amenazados por ETA. El cómic se basa en las experiencias personales de Mark Bellido (Sevilla, 1975), quien se crea un alter ego para recordar su período de escolta y cómo este hecho cambió totalmente su vida. Judith Vanistendael (Lovaina, 1974), ilustradora belga, adapta gráficamente ese relato, que busca claramente que el lector empatice con la dura situación de los escoltas en aquella época. Miquel deja una plácida vida en un pueblecito de la costa del levante, en la que, a pesar de los apuros económicos, la vida transcurría sin demasiadas preocupaciones, aunque falta de experiencias que le sirvieran como materia prima para sus aspiraciones de escritor. Decide así trasladarse con toda la familia a Navarra para trabajar de escolta, lo que le dará más seguridad económica y espera que experiencias para sus novelas. Lo que no esperaba es la dura vida de escolta, un trabajo sin horarios, que se debe acoplar al protegido día tras día y evitar la inevitable rutina, pues sus vidas pueden estar en juego en cualquier día a cualquier hora. Un trabajo que no resultaba compatible con la familia, pues a la posibilidad de un atentado había que añadir la precariedad laboral de los escoltas, que debían asumir una exagerada vigilancia de manera continuada, sin turnos de descanso ni preparación adecuada. Aspecto que sumaba estrés a la posibilidad de ser víctima de un atentado.

Tras Sofía y el negro (Norma, 2012), Los silencios de David (Norma, 2014), Vanistendael sigue realizando cómic con una gran carga social. En Salto combina un dibujo amable con algunos brotes expresionistas que resaltan puntos clave del relato, y un uso del color que contrapone con éxito la agradable vida en el Mediterráneo y la dura vida en Navarra. En definitiva, Salto es una historia impactante que pone nuevas luces sobre un conflicto que, afortunadamente, está ya camino de cicatrizar. Una historia que llega después de poner tiempo y quilómetros de por medio, para que Bellido encontrara la necesaria tranquilidad y el espacio para, por fin, poder contar sus historias.