El rostro de Olimpita García García encaja alegría y dolor en consonancia al estado de humor de Carmelo, su marido. Golpes de alegría… Golpes de dolor… Sus días transcurren cíclicamente y solo son alterados por los consejos, más o menos apremiantes, de las pocas personas a las que confía su drama. Algunos son los testigos y pocos los que interfieren.
Así hasta que conoce a Ass, un inmigrante senegalés con quien tendrá un affaire sexual. “Esto es mejor que el amor”, le confiesa Olimpita a su amante. Pero la vida golpea de nuevo a Olimpita y le enseña que tampoco te puedes fiar ni de las amigas ni de los amantes. La soledad aprieta a todos por igual y en esos momentos no hay ranking de necesitados.
Sin embargo, Olimpita sale de esa también y su vida continuará. Más o menos igual que antes. Más o menos tocada. Pero con el mismo rostro. El que refleja los estados de ánimo de Carmelo.
Esta es la historia, a grandes rasgos, que han creado el escritor y guionista Hernán Migoya y el dibujante Joan Marín en “Olimpita”. La intención era denunciar dos situaciones que, en palabras de Migoya, le eran cercanas: el maltrato a las mujeres y el problema de la emigración.
Joan Marín (València, 1975) es dibujante y fotógrafo. Aunque abandonó por un breve periodo el mundo de la historieta, se ha dedicado a este medio desde sus inicios profesionales y ha colaborado con publicaciones como “Buen Provecho” o “Dos veces breve”.
Por su parte, aunque el nombre de Hernán Migoya (Pomferrada, 1971) saltó a la palestra debido a la ya trasnochada polémica debido a su novela Todas putas (El Cobre Ediciones, 2003), es autor de una extensa y diversa obra expresada en literatura, cómics y cine.
Aunque el trazo de Joan Marín conserva la coherencia durante toda la historia de “Olimpita”, el guión de Migoya produce unos personajes irregulares. La psicología de la propia Olimpita es a veces algo plana, quizás el exceso de ritmo cinematográfico no permita profundizar en su psicología, ya que Olimpita -excepto en contadas ocasiones- casi siempre se encuentra perfilada por su confrontación al resto de personajes. Sin embargo el personaje de Ass está mejor plasmado. Por otro lado, es loable el buen oído del guionista con los tics de la jerga de los personajes de tinte popular que acompañan a la protagonista: la pescadera, la camarera, los amigos del “engorilado” Carmelo, etcétera, se encuentran bien detallados y transmiten bien la atmósfera de un barrio como Gràcia, en el que se ubica la historia.
El sabor final que “Olimpita” deja al lector es sobretodo testimonial. Aún así, nos encontramos ante una novela gráfica necesaria debido a la triste presencia del tema en los medios de comunicación y a su aportación al cómic nacional en la elaboración de historias con intereses y escenarios de nuestro entorno.