Pizzachica, es una joven de nuestro tiempo, vive en un piso compartido con su amiga Perra2000, tiene un trabajo de mierda, que puede durar lo que un soplo de viento, sigue buscando un curro de verdad, de vez en cuando sale de fiesta con su mejor amiga Princess Bridget, una vampira de 700 años, y tiene sus líos con tipos más o menos convenientes como Papanazzi y LoboTommy. Una vida de lo más normal, signo de nuestros tiempos. Y sí, Papanazzi es un poco delincuente, pasa de compromisos y es, sin duda, una relación tóxica. Pero Pizzachica busca algo más allá del sexo, y sueña también con una relación romántica, de las de siempre, de las que no existen. Y no es que no sea consciente de ello, pero prefiere seguir viviendo en su sueño. Quizás con LoboTommy, si lo encuentra, aunque quizás entonces se de cuenta de que no quiere semejante compromiso. Y es que hay toda una generación que ha tenido que aprender a vivir en una incertidumbre eterna.

Una inestabilidad que se ha convertido en norma para muchos y, a poco que se rasque en ella, son evidentes notables paradojas. Bàrbara Alca (Palma, 1990), las retrata y les saca punta, dándole un toque de ironía y fino sarcasmo a la precariedad de una generación atrapada también en las redes sociales. Los personajes tienen el aspecto acorde a su nombre, que parece más un nick, una identidad escogida por ellos. Así que el nombre define todavía más el carácter del personaje. Y ese es un punto importante de las historias que construye Alca, no son solo las situaciones externas, sino también las decisiones vitales de los personajes los que marcan sus desdichas, Pizzachica no es solo una víctima del sistema, ella también es responsable de sus vicisitudes. Y es que, Pizzachica y sus compañeras pueden tener juicios más o menos acertados, pero son sus juicios y eso también forma parte del empoderamiento. Y sí, obviamente, el protagonismo de la obra lo tienen los personajes femeninos, algo que debería ser así desde hace tiempo y que lo es gracias al trabajo de autoras como Alca.

De seguir existiendo El Víbora, o si algo similar pudiera ser en nuestros días, Pizzachica seguro que sería una de las series estrella de la revista. Totalmente generacional, con un humor en el que los jóvenes pueden verse reflejados, sin necesidad de moralejas en sus historias, con un estilo de dibujo cartoon, colores pastel, todo muy pop en apariencia, pero punk en esencia. Un nuevo tebeo de los que dejan atrás el concepto de novela gráfica, estructurado en historietas más o menos cortas, que no siguen una argumento central, pero que todos suman en un conjunto global. Un esquema que recuerda al que sigue Simon Hanselmann en Megg, Mogg & Owl, aunque con personajes menos extremos y drogodependientes. Quizás por ello más cercanos y pinchan más.