Estamos en St. Pauli, el barrio rojo de Hamburgo, y corren los primeros años 50 del siglo XX. Los niños del lugar serán los jóvenes del mañana y sus padres los sobrevivientes de una cruenta guerra que, además, perdieron. Hombres ausentes cuyos nombres comienzan a fosilizarse en el museo de la historia local, hombres que volvieron físicamente de la guerra pero que a duras penas conseguirán escabullirse emocionalmente de ella, mujeres a quienes se les irá la cabeza porque nunca lograrán sobreponerse a la pérdida de un marido soldado y mujeres que para conseguir comida para sus familias trapichean en el mercado negro, niños que si sobreviven jugando entre las ruinas de edificios derribados por las bombas de los Aliados la vida les recompensará dándoles a elegir entre la posibilidad de ser ciudadanos honrados o delincuentes, porque son de St. Pauli, porque allí se convive con la prostitución, aún se pasa hambre y se racanea el tabaco, aunque no el alcohol barato.


Pólvora mojada, basada en la novela Rohrkrepierer de Konrad Lorenz (1903, Vienna), es la última obra de Isabel Kreitz (1967, Hamburgo) y un nuevo prodigio a carboncillo de esta historietista alemana de largo recorrido, que en España tuvo su confirmación con obras como Haarmann. El carnicero de Hannover o El caso Sorge, ambos ejemplos excelentes de memoria histórica alemana aplicada a la novela gráfica. Con Pólvora mojada Isabel Kreitz vuelve a lograrlo de nuevo mediante una trabajadísima y fiel reproducción en blanco y negro del Hamburgo de los años 50. Un virtuoso trabajo como dibujante y documentalista, que no cede a la pereza en el trazo y reproduce cual copista medieval anuncios de publicidad con todos sus detalles gráficos, relieves en las fachadas, detalles de decoración, escenas de bares atestados de clientes… tras lo que se adivina un exhaustivo trabajo de investigación gráfica de la época y horas y horas de dibujo a carboncillo.
Por su parte, Konrad Lorenz, escritor nacido en el mismo St. Pauli, rememora en esta historia que además rescata el dialecto de Hamburgo, canciones populares y otros referentes de la época, su infancia y las de sus amigos de entonces. Los niños del inicio que para nosotros ya son los jóvenes del ayer y los hombres del presente. “Todas estas son actrices”, recuerda una mujer en 2011 -durante una lectura de Konrad Lorenz en su Hamburgo natal- que su padre le contestaba cuando ella le preguntaba por las señoritas que recorrían las aceras. Y eso es lo que el texto de Konrad Lorenz ha sabido integrar también en la adaptación de su novela a esta novela gráfica: la realidad que penetra a través de la mirada infantil pero que no hiere mortalmente a nadie. Descarnada, sin sentimentalismos gratuitos ni nostalgia barata. Porque fue la guerra quien mató a millones de personas, no la realidad.
Así fue y así lo cuentan Isabel Kreitz y Konrad Lorenz.