Una noticia sobre una mujer que padece tal temblor que no puede desempeñar su actividad laboral ni acometer tareas en apariencia tan sencillas como sostener un vaso de agua constituye el inicio de Tiembla, la primera novela gráfica de Ramon Ricart (Vic, 1967). El impacto de la lectura de esta noticia pronto encuentra su correlato en la vida del protagonista, con el diagnóstico inesperado de una enfermedad neurodegenerativa.
De esta manera rápida y sin concesiones a las descripciones morosas o las explicaciones superfluas, Ricart nos ubica en el desgarro de su personaje, experimentado ante la irrupción brusca y sobrevenida en su existencia de una enfermedad que él creía de “viejos” cuando apenas tiene 47 años: el Parkinson. Comienza así el relato de la ruptura de la cotidianeidad que la enfermedad supone en la vida de una persona y en el impacto que representa tanto en su entorno familiar y social más próximo como en el laboral. De forma progresiva, nos conduce por las diferentes fases en cuanto a la asunción e integración de la enfermedad en su vida se refiere. Así, podemos no solo contemplar las reacciones de amigos, compañeros o familiares, sino también conocer de primera mano las dificultades burocráticas que implica, los dilatados plazos de espera para acceder a pruebas y consultas o las discrepancias con los galenos asignados a su caso.
Sin incurrir en la búsqueda de la compasión gratuita, pero sin ocultar las consecuencias de una enfermedad de estas características en el sujeto que la padece, Ricart profundiza en las coordenadas establecidas en este tipo de relatos biográficos a través de la aparente simplicidad del trazo. Con un dibujo desnudo en cuanto a subterfugios retóricos, pero efectivo en cuanto a la comunicación del mensaje a un target de público diverso, el autor abre de par en par las puertas de su experiencia personal gracias a una ficcionalización en la que se transluce la veracidad del testimonio en cada poro de cada viñeta.
Con humor e ironía, Ricart reelabora recuerdos y experiencias para ofrecernos una amplia variedad de perspectivas en cuanto a cómo se modifica la forma en la que es percibido por su círculo social más cercano desde que se conoce su enfermedad. En este sentido, más allá de la consignación del testimonio, Tiembla profundiza en las posibilidades del cómic para la exploración de una dura experiencia subjetiva y su plasmación visual que cuestiona los prejuicios implícitos en la definición del sujeto únicamente por su condición de enfermo.
Fácilmente categorizable dentro del ámbito de la Medicina Gráfica, que se ha ocupado con profusión en los últimos tiempos de la patología y su vivencia, la obra de Ricart constituye una valiosa aproximación al Parkinson y por extensión a toda una galería de enfermedades neurodegenerativas, en la que se fusiona la divulgación y el conocimiento científico con la experiencia personal y promueve la empatía del lector. Por este motivo, ofrece una muestra destacada de cómo desde el cómic se puede modificar la percepción social respecto a la enfermedad y superar planteamientos simplistas basados en la mera transmisión de mensajes acientíficos o edulcorados. Una singular apuesta no exenta de valentía e indudable interés.