Los cómics sobre medicina gráfica han tenido unos acercamientos muy prudenciales a adoptar un tono humorístico. Suele imperar la necesidad de divulgación y el tono intenso acorde al drama vivido por los afectados. Por eso puede sorprender este relato de Émilie Gleason ( México, 1992) inspirado en la experiencia de convivir con su hermano que padece trastorno del espectro autista.

La verdad es que no creo que Gleason haga tanto un tebeo de humor como un tebeo que usa el lenguaje visual del tebeo de humor para narrar todo aquello que le sucede a una persona aquejada de esta enfermedad y que desde fuera puede resultar bizarra o extraña. En ese sentido la obra podría encajarse mejor dentro del moderno género del posthumor. El autor, por muchas peripecias que narre, no te dice “donde” te tienes que reír (si es que te tienes reír). Es el lector el que decide como reaccionar ante la maraña de acontecimientos que se despliegan ante sus ojos.

La perspectiva que aporta Gleason resulta tan curiosa como sabia. Porque el protagonista vive con bastante normalidad su rutina y sus procederes. De hecho, se extraña de las imposiciones de normalidad ajena. Es, desde fuera, que se percibe su comportamiento como “fuera de la normalidad”. Y ahí el lenguaje visual de humor, con sus anatomías contorsionistas, su recurso al slapstick, su búsqueda de la expresividad expone perfectamente ese punto de vista.

Pero, en una segunda vuelta de tuerca. muy sutil, la autora consigue también insuflarle cierta ternura a la historia por como nos hace participes de las emociones del personaje y de las de sus seres queridos que hacen lo posible por cuidar de él, aunque también pierdan los nervios con frecuencia. Tampoco escatima una critica a los malos cuidados ya sean de particulares o de instituciones médicas.

Ted, un bicho raro, además, es un cómic con un ritmo muy ágil, que casi no deja respirar, salvo en el corte capitular. La acción salta como un grillo de situación en situación y su desarrollo es como una bola de nieve creciente que no para hasta un final demoledor.