Opera prima notable este cómic de Zoe Thorogood (Ipswich, Reino Unido, 1998) que sorprende en varios aspectos y que creo que no es tan fácil de etiquetar como podría parecer. La inevitable ceguera de Billie Scott tiene, a partes iguales, vocación de obra ambiciosa pero también de expresión de la inquietud de encontrar un lugar en el mundo mientras vamos definiendo quienes somos, especialmente cuando todo está en riesgo.
Tiene cierto corazón de “coming of age”. No en vano, la historia de la protagonista se estructura a partir del aprendizaje sobre si misma, una artista gráfica que descubre que se va a quedar ciega a pocos días de su primera exposición. Lo que parecería una historia de fuerte cariz individual (que lo es) tiene también una contrapartida de refuerzo que es el de la comunidad. No avanzamos sin los otros y viceversa. Y en esos encuentros es como nos definimos. A Thorogood parece que le gustan los contrastes y precisamente, otro de los que destaca en esta obra es cierto espíritu naif que encierrado dentro de un universo callejero de personajes con sus propios dramas.
A través de esa estructura de avance hacia adelante bien pegados al punto de vista de la protagonista, nos conduce mediante un estilo de dibujo algo hierático pero detallista, que gusta de los entornos urbanos y que incluso pliega un poco las perspectivas para dar algún toque levemente surrealista.
A una historia de tonos de gris (literal y figuradamente) la autora le inserta algunos colores, normalmente algo apagados que creo que reflejan muy bien esa búsqueda de algo especial como elemento central del relato.
La inevitable ceguera de Billie Scott es así una historia que destaca por su gran emotividad, su curiosidad por el entorno y su búsqueda interior.