Hace ya unos seis años Albert Monteys (Barcelona, 1971) sorprendió a muchos con la aparición de unas historietas de ciencia ficción que se alejaban del humor costumbrista que durante años había practicado en revistas como El Jueves o Orgullo y Satisfacción. Primero salieron en formato digital en la plataforma de Panel Syndicate, luego recopiladas en tomo por Astiberri en castellano, y más tarde en catalán (Mai Més), inglés (Image), francés (Dargaud), italiano (Tunué)… Un éxito internacional con múltiples reconocimientos.
Era cuestión de tiempo, solo había que esperar con paciencia a la continuación, había ya un número digital publicado y ahora finalmente ha llegado un nuevo tomo con tres nuevos episodios del ¡Universo! de Monteys. El primero presenta una multitud de historias, ideas y gags que ocupan desde solo una viñeta a varias páginas, con las que explora más el universo creado, dando más lore y profundidad, cerrando algún fleco y haciendo guiños a las historias del tomo anterior. Historias que están llenas de ideas y que podrían dar para muchas más páginas, pero que Monteys deja anotadas como pequeñas guindas, como hizo durante años en las revistas de humor en las que participaba. El segundo episodio ya presenta solo una historia más larga, donde presenta las desventuras de una colonia en un planeta remoto que tras una accidentada llegada está dirigida por un robot con una curiosa programación, y como todo eso va a cambiar con la visita de unos nuevos exploradores. Cierra el tomo una historia sin palabras de rebelión ante la opresión capitalista que enlaza con la primera historia del tomo anterior, porque aunque las historias son independientes entre ellas, Monteys construye un universo consistente.
Todo cuadra y hasta el último detalle está cuidado, y hay detalles por doquier, como si todo estuviese planeado, y sin embargo las historias han ido surgiendo poco a poco. Pero Monteys tiene muchas tablas y mucha experiencia y da la sensación que le sale de forma natural. Con ese estilo personal que permite identificar un dibujo suyo a primera vista, ya sea de superhéroes Marvel, de monstruos de la Hammer, brujas o maquis en los Pirineos. Y aún así también se puede apreciar la evolución en el dibujo; los últimos episodios están hechos tras realizar las novelas gráficas de Solid State (Gigamesh, 2019) y Matadero Número 5 (Astiberri, 2020), donde con otros guionistas desarrolló historias largas, entre otros muchos trabajos y de las que ha asimilado mucha experiencia que se nota. Un estilo personal que no deja de enseñarnos influencias y homenajes, ahí está la clásica Bruguera, mezclada con la línea clara francobelga, y Kirby, mucho Kirby en el dibujo, en el diseño de máquinas y naves, y también el Juez Dredd de 200A.D., esos colores que mezclan los locos fondos de Bruguera con las tonalidades de Moebius, siempre buscando una intencionalidad que ayude a contar sus historias. Que no tienen héroes, están protagonizadas por gente corriente, como tú y como yo, sometidas a los acontecimientos de las grandes empresas, empleados con sueldo mínimo, de los que no leen la letra pequeña de las webs, y si acaso alguien sigue el camino del héroe campbelliano, lo hace porque es más (meta)divertido. Todo tiene su qué en explicar sus historias, el cómo hacen las tareas en la colonia tiene sentido analizando su formación, las minas donde envían los robots extraen un caro material que sonará al lector más atento. Monteys mantiene ese humor fino, satírico y crítico que mantiene el espíritu de la buena ciencia ficción, aquella que no habla del futuro sino que refleja los males de nuestro presente. Pero con un tono que nos recuerda más a la Taberna Galáctica de Beà, al Autoestopista Galáctico de Douglas Adams, o al Bill, héroe galáctico de Harry Harrison. Como dice el lema de los IgNobel, primero reir, luego pensar. Aunque lo segundo tampoco es que haga falta, basta con la sensación de maravilla y asombro que deja el Universo de Monteys, ya sería suficiente. Bueno, no, después del cyan y el magenta esperamos con ansiosa paciencia un nuevo tomo, el amarillo.