No tengo absolutamente nada en contra de Vicente Molina Foix, es más, hasta el momento era una persona a la que respetaba más allá de mis escasos contactos con su obra o sus adaptaciones. Lo que ocurre es que él si parece tener algo, y mucho por lo visto, contra el mundo del cómic. En un reciente artículo ha desmerecido al cómic en toda su extensión considerándolo un mero divertimento para gente a la que no parece preocuparle demasiado el arte tal y como él lo concibe.
Es una lástima que haya quien establezca generalizaciones tan grotescas entre lo que es arte y lo que no. Considerar a la literatura en toda su extensión un arte y al cómic en la suya un entretenimiento me parece un error garrafal que deja ya entrever una deformación profesional con respecto al concepto de arte en si mismo.
La literatura es un arte, pero también un divertimento. Hay libros que son indudables y mayúsculas obras de arte, pero hay millares, millones, que quizás no lo son en absoluto.
Vayamos ahora al cómic. Hay novelas gráficas que, desde mi punto de vista, también son indudables y mayúsculas obras de arte. Y claro, la segunda parte de mi comentario también debe repetirse aquí: hay millares, millones de cómics que no lo son en absoluto. Generalizar es malo, además de una demostración de desconocimiento total del medio.
Me sorprende que alguien que disfruta con el arte en distintos universos sea incapaz de ver eso. Por ejemplo, llevo muchos años disfrutando con los libros de Boris Vian –ya les digo que es solamente un ejemplo- pero me gustaría saber por qué motivo “Con las mujeres no hay manera”, un puro divertimento literario sí deber ser considerado arte y, por contra, deberíamos pensar que “Buda” o “Oda a Kirihito” de Osamu Tezuka no lo son.
Me gustaría saber dónde está el rasero con el que debemos aceptar con los ojos cerrados que “Si esto es un hombre” de Primo Levi es una demostración de literatura de primera línea (algo que opino, no vayan a equivocarse) y “Maus” de Art Spiegelman no puede alcanzar esa categoría.
Intento comprender, y no puedo. Quizás esté ocurriendo como cuando en cierto momento se consideró a la literatura de ciencia ficción un arte menor, pero muy menor, desacreditando la obra de J.C. Ballard, Isaac Asimov, Stanislav Lem o Ray Bradbury. Si alguien es incapaz de entender qué supuso en su momento “Watchmen”, por el trabajo de Alan Moore, o valorar la profunda riqueza artística que atesora “Jimmy Corrigan” de Chris Ware, estoy convencido de que se trata de un tema de desconocimiento y no del fruto de un concienzudo análisis.