Los 13 mejores cómics internacionales de 2020

¿Que pasaría si la tripulación de la Enterprise (aquí con forma de Calavera) estuviera gobernada por un indeseable con pasado oscuro, un Mandril antropomórfico y una droide que recuerda mucho a la Afrodita A de Mazinger Z?… con unos ingredientes así me parece que pocos son los que se pueden resistir a la lectura de esta genial epopeya galáctica con tintes lisérgicos. Un cruce entre (atención): el desfase visual del Estela Plateada de John Buscema, el rollo cafre de Lobo, algo de la ingeniería espacial de Go Nagai y los vericuetos y el ímpetu gráfico de algunos de los autores de Fort Thunder, casi nada.

Más de medio siglo después de su primera aparición en la revista Shônen Gahô llega, por fin, la traducción al castellano de uno de los clásicos de Kazuo Umezu (Koya, 1936), El chico de los ojos de gato. Hasta ahora, solo habíamos tenido la ocasión de disfrutar de su obra más reconocida, la excelente Aula a la deriva. Por suerte Satori, un sello especializado en temática japonesa, se ha dignado a recuperar a uno de los genios más pertubadores del manga, premiado y reconocido en Angoulême.
El Chico de los Ojos de gato juega un simple papel testimonial, como mero narrador o como simple excusa para denunciar algunos de los peores comportamientos de los seres humanos.

En esta ocasión Tomine hila muy fino y afila de mala manera su causticidad, ya que, al fin y al cabo, es él mismo el objeto de escarnio. Aquí se aleja por completo de su habitual asepsia en el enfoque narrativo y emocional, para remitirnos directamente al Woody Allen de los 70, tocado por el genio en comedias bien medidas, capaces de arrancar carcajadas a los muertos. La desinhibición y el tono confesional del guión contagia también el dibujo, más sintético y preciso que nunca, donde el californiano rinde tributo a uno de sus ídolos confesos, Jaime Hernández. (Leer toda la reseña)

La historia de cuatro generaciones resumidas en una suerte de lienzo que utiliza el lenguaje del cómic. Quizás la mejor representación dibujada que jamás se ha realizado de una jugada de fútbol este en este libro. Asombra el estilo pictórico de Jorge González, que ya nos quito el hipo con ¡Maldito Allende! y que ratifica aquí su enorme talento.

Desde Bradbury a Philip K. Dick, las referencias que asaltan al lector de este álbum apuntan a autores de la mejor ciencia ficción, auténticos genios de los relatos distópicos y la ucronía.
Sorprende el poderío narrativo y gráfico de Ugo Bienvenu, que con tan solo 4 trabajos publicados hasta la fecha es capaz de entretejer una fábula futurista de una devastadora personalidad, a pesar de moverse en un registro clásico.

Hacerse con un personaje mítico de la historieta no es cosa fácil, más aún si quién suscribe la autoría es un tándem como el de Charlier y Giraud. Por suerte tanto Sfar como Blain (tampoco es que ese tándem sea moco de pavo) perdieron el respeto al envite y han conseguido hacer suyo al teniente Blueberry, con algún arqueo de ceja por parte de los más ortodoxos, quizás por transgredir algo de su condición y personalidad. El resultado de esta primera aventura de la nueva etapa de Blueberry es más que esperanzador, pone el listón alto, supera con nota alta las expectativas y lo mejor de todo: es perfecto para no iniciados.

La narración, que se apoya en amplios bloques de texto, fluye a la perfección y atrapa al lector desde el inicio. Simmonds domina los mecanismos narrativos del thriller con maestría y se luce también con el dibujo. Las escenas de ambiente de las calles de Londres que nos regala son maravillosas: una ciudad dominada por el color gris a pesar de las luces navideñas.  Todo ello convierte a esta novela gráfica en una de las lecturas del año y en una interesante opción a tener en cuenta para atraer a lectores no habituados al medio. (Leer toda la reseña)

El dibujo también se aleja de estereotipos del manga y recuerda a Taiyo Matsumoto en esa búsqueda de un dibujo más libre y dinámico, con influencia de aires europeos. Con un retrato del cuerpo femenino más natural, lejos de figuras idealizadas. Un manga estructurado en capítulos que enlazan historias independientes, con un dominio para el control del tempo y el punch que recuerda a maestros como Naoki Urasawa.  Otra perla que llega del infinito mundo del manga. (Leer toda la reseña)

Con Heimat Nora Krug busca dar respuesta a las dudas sobre el pasado de su familia. Alemana emigrada a los USA, Krug pertenece a esa tercera generación que se plantea dudas sobre el pasado familiar, muchas veces silenciado para no tener que tratar un tema tan espinoso como el nazismo. Un tema que la tercera generación parece interesada en conocer, y es que la memoria histórica es una necesidad para muchos. Krug hace esa exploración en una familia conflictiva y llena de misterios y lo hace con un formato innovador que combina el libro ilustrado con el cómic y que funciona de una forma muy orgánica.

El acercamiento a la ciencia ficción que Albert Monteys inició con la personalísima ¡Universo! y continuó con Solid State sigue expandiéndose con este Matadero Cinco. North y Monteys ofrecen un auténtico despliegue de recursos, composición y color que maravillan desde la primera página y que elevan la obra a mucho más que una adaptación del texto literario de Vonnegut. Un cómic con personalidad, que sabe ser al mismo tiempo divertido, maravilloso y emocionante.

Aspirina es Joann Sfar en estado puro. El autor regresa a uno de sus universos favoritos, el de sus vampiros. En esta ocasión con una adolescente eterna llena de dudas existenciales con el nervio, la ira y las hormonas a tope.. cosas típicas de la edad en la que se haya atrapada. Una historia llena de dilemas filosóficos existenciales que rápidamente vira a una aventura de rol llena de monstruos primigenios y el regreso del mítico profesor Bell. Lo dicho, Joann Sfar en su salsa, osease una gozada.

De pocos historietistas se puede afirmar que han creado por sí mismos, grosso modo,  un género completo. Ese es el caso de Joe Sacco (Kirkop, Malta, 1966) quien – a partir de precursores como el pintor de la vida moderna, Constantin Guys, o sus contemporáneos como Harvey Kurtzman y ciertos dibujantes del underground – aplicó al Noveno Arte el discurso documental del periodismo.
Si, entre sus allegados, alguien se atreve a comparar los pueblos nómadas con el flujo desterritorializador del capitalismo, diríjale a este libro, un verdadero compendio de los conflictos nacional-populares frente al modelo estatal e imperial de la soberanía. (Leer toda la reseña)

Este cómic retrata un momento de desesperanza ante el futuro, provocado por una mortandad imparable. Es un momento, s. XIV, pero también un concepto universal, la muerte. La obra gravita, desde el tremendismo, alrededor de la vida de una madre temerosa de perder a su hija en una aldea acosada por la epidemia. Afortunadamente la autora se aleja de veleidades como la recreación escrupulosa y mantiene un pulso emocional propio del alternativo americano en que se inscribe. Y la lectura está endulzada por el buen hacer de Gfrörer: sus páginas de cuatro viñetas (salvo interludios) nos encierran en la sensación de ese mundo inamovible e inevitable. Sin embargo dentro de la viñeta practica una riqueza compositiva que evoca libertad. (Leer toda la reseña)