Cuando uno repasa clásicos de la literatura infantil, se suele topar habitualmente con situaciones que estremecen y que cuestionan la corrección política que astilla cualquier discurso preñado de vida.
El mundo del cómic no es una excepción y aún menos, el del cómic infantil. Por eso, nos alborotan y sacuden títulos como Las Varamillas de Camille Jourdy (1979, Chenôve, Francia).
Historias que se adentran en universos desconocidos y alucinados, de imaginación desatada, pero que se rigen la vez por una razón lúcida.

Una niña aprovecha una escapada a la naturaleza para huir de la familia y adentrarse, como la Alicia de Lewis Carroll, en un mundo regido por otras normas.
Enanos y zorros y cocodrilos y cíclopes, criaturas que tienen cierto parecido con el comportamiento humano, pero que no dejan de ser criaturas de un mundo asilvestrado, en este caso el bosque.
La amenaza de un gato perturbado, de mal humor permanente, con tendencia a secuestrar cualquier cosa que se mueva, desencadenará la aventura.

El dibujo dulce, redondeado, puede confundir y llevar a pensar que este es un álbum dirigido a los lectores más pequeños. Pero su aspecto loco, de aspecto desordenado, su lógica invertida y la violencia latente, permiten que tanto adultos como niños disfruten a su manera de los giros y  los sentidos de la lectura. Como Pantera de Brecht Evens o Preciosa Oscuridad de Kerascoët y Vehlman, Las Varamillas nos recuerda a aquellas lecturas “infantiles” que invitan a huir de la recomendación paterna y disfrutar con libertad de la aventura no recomendada. Esa lectura que resulta a ratos perversa, pero siempre viva, rica y con un toque bien marcado de proscripción.
Una más que recomendable lectura merecedora de todos los cumplidos que ha recibido hasta ahora.