Nadia Hafid (1990, Terrassa) confirma con Chacales (Sapristi, 2022) su posición dentro del cómic nacional como una de las voces más singulares y maduras dentro de la escena de, bueno, ¿podemos llamarlo nueva historieta española? Poco nos importan las etiquetas, salvo por lo que escondan. Para el caso, a una generación de autoras y autores que se aproximan al cómic aportando ideas desde las artes plásticas, la poesía, el diseño y otros lugares. Lugares, todos, poco habituales en el acervo de una profesión que hasta hace apenas un par de décadas se alimentaba mayormente de la endogamia y la tradición del propio cómic.
En el caso de Hafid, con autopublicaciones varias y dos novelas gráficas bajo el paraguas del sello Sapristi de Roca Editorial, las propuestas estéticas exploradoras se imbrican con una mirada muy social a la realidad española. Hablamos con la autora sobre Chacales, su último trabajo, reciente ganador del Premio El Ojo Crítico.
-Me gustaría comenzar hablando del reciente Premio El Ojo Crítico de RNE de Cómic, que ha recaído en Chacales, tu último cómic. Se trata de un galardón otorgado por el programa de RNE del mismo nombre, inserto en una tradición de premios culturales del espacio radiofónico que abarcan diferentes disciplinas (música, narrativa, poesía, danza, teatro…). ¿Cómo valoras tanto su concesión a tu trabajo como la existencia de premios como este, donde el cómic se equipara a otras artes?
-Creo que es muy importante, del mismo modo que este año hemos visto también varias exposiciones sombre comic en museos de todo el país. Para mí significa una oportunidad de poder mostrar que el cómic es un arte complejo y muy rico, que se trabaja desde muchos ángulos y que eso pueda ser la puerta de entrada a muchos tipos de lectores y sobre todo a personas que no han tenido la oportunidad de acercarse a descubrirlo. Es una manera también de reconocer a las autoras y autores de comic como creadores en mayúscula, también, como lo puede ser trabajar en cualquier otra disciplina artística.
-Respecto a Chacales me gustaría comenzar preguntándote por el propio título, a qué se debe.
-Me gusta jugar un poco con los títulos y crear un poco de dudas o extrañamiento (como ya hice anteriormente con El buen padre). En el caso de Chacales, el título del comic estaba claro desde el principio. Cuando hablamos de que alguien es un chacal, y lo utilizamos como adjetivo de un tipo de personalidad (agresiva y violenta) normalmente también lo atribuimos a cierta masculinidad ligada muy estrechamente con la delincuencia y la clase socioeconómica (como si uno fuera responsable de ello a título individual) o tenemos en mente tipos como en las películas (The Jackal con Bruce Willis). Justamente en mi obra describo unas personas que se alejan bastante de esa idea, ya sea por su expresión de género, por su edad, incluso también por el contexto en que se rodean (aun habiendo desigualdad, no es un contexto que sea obvio o muy identificable con ciertos tipos de violencias).
-La presencia de tres edades es significativa, pareces querer evitar el “retrato generacional”, no te centras solo en un caso de, digamos, generación millennial.
-Construyendo tres historias con tres personajes que a priori parecen no compartir demasiado, también era una manera de no individualizar ni atribuirle unas características concretas a las personas que padecen el trastorno explosivo intermitente y que no pueden gestionar la ira que sufren, que aunque en cada historia se describen situaciones distintas, al final podemos ver que hay una serie de problemáticas que se repiten. Y es importante eso, porque la reflexión parte justamente de ver que a lo mejor es un fallo estructural. Entonces tenemos que empezar a hablar del malestar colectivo y eso nos atraviesa a todas en mayor o menor medida. Es cierto que hay generaciones que hemos sido más sensibles a poner ciertas cuestiones en la mesa y a reflexionar sobre temas que a lo mejor han pasado desapercibidos en otros contextos, pero en el caso de Chacales quería que se viese precisamente que el espectro es amplio y que acaba afectándonos a todas.
–Personalmente aprecio una cierta metáfora, la exposición del trastorno intermitente explosivo como reflejo de unos tiempos convulsos.
-Que los personajes padezcan el trastorno intermitente explosivo es una excusa, un punto de unión para hablar de otras cuestiones. Trabajé la historia durante la pandemia, ya podíamos salir de casa, llevábamos casi un año desde lo ocurrido, y eso me hizo pensar en lo que habíamos vivido, pero también como lo habíamos vivido (y en todos los temas que se estaban poniendo sobre la mesa). En la soledad, en la atomización, también en la construcción de la identidad en un mundo cada vez más homogeneizado. Como estas distintas cuestiones que surgen de lo individual tienen que reflexionarse desde lo colectivo.
Que los personajes padezcan el trastorno intermitente explosivo es una excusa, un punto de unión para hablar de otras cuestiones
-Parece, por así decir, que la raíz de la ira, incluso como patología, la interpretas en clave social, una sociedad desarreglada influye en el “zeigest”.
-Claro, porque es normal que reaccionemos a nuestro contexto. El cómic me ayuda a pensar, a entender la relación que hay en quienes somos, con lo que vivimos y como contexto en el que vivimos nos moldea. Intentando trasladarlo siempre a historias que parecen “pequeñas”, juego con situaciones que a simple vista pueden parecer aisladas y puntuales. Me gusta prestar atención a los pequeños detalles porque creo que pueden ser muy reveladores. Una vez planteadas las preguntas, encontrar o no las respuestas ya es otra cuestión. El interés que tengo por los temas que trato en general también se dan circunstancialmente por el contexto en el que vivimos, si son cuestiones que me interpelan directamente, o porque han generado en mí o a mi alrededor una inquietud.
-Me gustaría pararme en asuntos formales del cómic. Chacales, quizá con más intensidad que en El buen padre, destaca la fuerza de lo visual, antepuesta a la palabra. Evitas la voz narrativa y los diálogos son casi estratégicos. ¿Por qué?
-Crear una atmosfera, un clima es esencial en mi obra, tanto en El buen padre como en Chacales esa cuestión ya era una prioridad. Uno de los principales motivos es querer huir de lo explícito era un miedo que ya estaba allí cuando trabajaba en El buen padre, mi primer cómic, que por ser autoficción y por las temáticas que se trataba hubiera sido bastante fácil caer en tópicos, clichés o en un dramatismo excesivo que no me interesaba para nada. Conseguí salir de allí gracias a apostar por el alejamiento, intentar trabajarlo lo más sutil que pude en ese momento y apostar por lo no dicho, por esa omisión de cierta información que me ayudaba a que el lector pudiera conectar de una manera libre y nada forzada. En Chacales ocurre lo mismo, yo planteo una serie de preguntas, descritas por distintas situaciones (donde el color, el ritmo, la composición me ayudan a tejer la lectura) y dejo que cada uno pueda entrar en ellas de manera fluida y orgánica. No quiero dirigir ni condicionar en exceso la interpretación de lo que estoy contando. Tengo la sensación, o al menos en estos dos casos, de que mis historias no necesitaban de muchas palabras, que justamente lo interesante es que no haya palabras.
Crear una atmosfera, un clima es esencial en mi obra, tanto en El buen padre como en Chacales esa cuestión ya era una prioridad
-Por otro lado es muy común hablar de que el cómic es un arte de elipsis constantes entre viñetas. Yo creo que tú además practicas otra, con gran maestría: la elipsis en lo representado. Lo más evidente es que evitas dibujar rostros.
-Para mí es casi más importante lo que no digo que lo que puedes leer literalmente de las situaciones que describo. No me interesa de momento (nunca se sabe, porque depende de lo que quieres contar y como lo quieres contar) ser muy explícita. El motivo por el cual evito dibujar rostros, en muchos casos, también es por el poder de que los personajes no puede ser exactamente reconocido. Esa idea de que todos podemos sentirnos identificados en un momento dado con todos los personajes que salen en mis historias, la idea de que no son estancos e inamovibles también me parece bella y poderosa.
-Pero de igual modo los espacios, las perspectivas en la descripción de esos espacios, tiene algo de reducir información, hasta lograr una sensación escenográfica muy interesante.
-Los espacios también son parte de la narración, por lo tanto también es importante que mantengan las características claves bien reconocibles y despojadas de detallismos que no sean relevantes. En el caso de El buen padre el espacio del hogar, la casa, era lo importante (el sofá, por ejemplo, era un elemento clave en la descripción de un trastorno mental como es la depresión) o el bar (la soledad). En Chacales ocurre que tiene que haber muchos tipos de espacios y los personajes se desenvuelven en ellos con fragilidad (la profundidad) y desorientados (la escala). Están totalmente condicionados por ellos.
-También es muy evidente tu sentido del tempo, del ritmo narrativo. En general lo dilatas y solo en determinadas ocasiones lo aceleras (en los estallidos de violencia, por ejemplo). ¿Hay influencias del manga en esto o llegas a esta solución respondiendo a las propias necesidades de tus obras?
-Creo que en eso mi gran influencia ha sido el cine (y más concretamente un tipo de cine, El regreso de Andrey Zvyagintsev o el cine de Kaurismäki) . Juego mucho también con la repetición, por ejemplo en El buen padre era clave para poder crear esa sensación de tedio, de tristeza, de letargo en la casa. En Chacales el uso de los distintos planos para crear vibración y movimiento. Algunas veces lo tengo muy claro en mi cabeza, visualizo muy nítidamente cómo debe ser el ritmo. En otras ocasiones voy probando, hasta que encuentro la manera de no perder el control y que se adapte también a lo que quiero transmitir.
-Creo que esta capacidad de moldear el ritmo explica en parte la buena factura de tus obras largas. Lo son porque el ritmo de la obra lo exige. Pero es verdad que también trabajas el cómic breve, ¿qué te aporta cada uno de ellos?
-Lo que me gusta de hacer fanzines o cómics breves para publicaciones es que puedo coger imágenes que tengo en la cabeza, que son potentes y que encajan con ideas más de impacto a nivel conceptual o estilísticas en lo formal. También me ayuda a experimentar y a soltarme de una manera más fácil. Con los cómics largos tengo que tener bien armada la idea en mi cabeza y lo que quiero contar y como lo quiero contar, pero disfruto muchísimo de crear una atmosfera y recrearme en los tiempos (eso el cómic corto no me lo permite). Lo ideal es poder ir adaptándose según las necesidades que tenga la historia que quieras contar o el modo en el que lo quieras hacer.