A finales de los significativos años 60 en Estados Unidos, Robert Crumb comenzó a destacar por sus transgresoras tiras cómicas, en las que agitaba, como en una coctelera, sexo y crítica política a través de unos dibujos de realismo sucio con personajes como el Gato Fritz y Mr. Natural que pronto se convirtieron en mitos indiscutibles de la contracultura, iconos de lo que terminó conociéndose como Comix Underground (En 1972 la editorial Fundamentos publicó una antología con ese mismo título, con selección de Chumy Chúmez y prólogo de Ops, actualmente más conocido como El Roto).
Fueron para Crumb los años de esplendor en la “hierba” junto a “amistades peligrosas” como William Burroughs o Allan Ginsberg, la guerra de Vietnam como telón de fondo y la psicodelia y el Flower Power intentando provocar un nuevo terremoto en San Francisco. Aunque después de la tempestad de sueños de libertad, llegó una calma chicha y aburrida y fue entonces cuando el transgresor Crumb, ya cuajadito en años, decidió refugiarse en la vieja Europa.

crumb_vinetaHoy se ha convertido en todo un clásico al que le rindió honores el Festival del Cómic de Angulema, sus obras ya pernoctan en los museos y algunos críticos no se ruborizan al compararlo con Goya o Brueghel. El pasado año editorial La Cúpula publicó en castellano Génesis, peliagudo encargo de ilustrar el libro sagrado, en cuya realización el autor tardó más de cuatro años y del que salió airoso a pesar de lo arriesgado del tema, sin que este agnóstico declarado llegara a herir siquiera las susceptibilidades de los más fundamentalistas en el seno de la religión judeo-cristiana. La misma editorial acaba de lanzar al mercado Kafka, una novela gráfica con cerca de 200 páginas y guión de David Zane Mairowitz.

Aquí nuestro admirado Robert Crumb nos aporta su personal visión del escritor praguense. Un recorrido por su vida y por su obra que enriquece aún más la iconografía kafkiana, al tiempo que consigue aportar claves nuevas sobre uno de los autores más reinterpretados en la historia de la literatura. Crumb nos narra, con la particular maestría de sus dibujos, las obras más emblemáticas, a la vez que va desarrollando un exhaustivo recorrido por las infinitas fobias del autor.

En el epílogo se afirma que: “Si Kafka hubiera vivido, seguramente el Holocausto habría sido su destino”. En las páginas finales Crumb no duda en “retratarse” junto a Mairowitz, el guionista, en la Plaza de la Ciudad Vieja, portando cada uno de ellos unas camisetas con el rostro de Kafka; en la Praga del siglo XXI que ha convertido al escritor rechazado por el régimen comunista, en un simple objeto de merchandising. “En poco tiempo, –apostilla Crumb– como en el caso de Mozart en Salzburgo, será posible comer su rostro hecho en chocolate”.
Crumb nos ofrece el soporte perfecto para revisitar a Kafka, su libro supone un magnífico prólogo gráfico para adentrarnos después en las páginas del atormentado laberinto kafkiano.