La playa más bonita del mar del Norte es un cómic postapocalíptico pero con un punto costumbrista, como los mangas Yokohama Kaidashi Kikou (que espero que licencien en algún momento) y Girls’ Last Tour o en el primero libro y luego serie Estación Once. Me resulta muy interesante esta forma de plasmar el desastre, en contraposición con obras como The Walking Dead o The Last of Us, en las que vemos un mundo más individualista y agresivo.
Es un cómic evocador y retrospectivo, pausado. Partiendo de una premisa postapocalíptica bastante dramática, nos encontramos una obra suave y profundamente melancólica. Un ejemplo más de la versatilidad que tiene el género de la ciencia ficción. Voy a estar pendiente de la carrera de sus dos artistas.
Quizá el mejor ejemplo entre la mezcla perfecta de un dibujo sorprendente por su planteamiento formal y una buena historia. El Gran Vacío se cocinó durante la estancia en la residencia de la Maison des Auteurs de Angoulême y el resultado es una fábula distópica que mezcla influencias que van del retrofuturimo del mejor Jacques Tati con el Quinto Elemento de Luc Besson y que tiran de la poderosa lírica de obras como la Metamorfosis de Kafka, Nosotros de Zamiatín o el 1984 de Orwell; la que permite mediante el relato metafórico tocar las teclas de la absurdidad contemporánea. En este caso centrada en la tan imperante y desquiciante oda al Ego que promueven las redes sociales y que perpetúan la mayoría de los mortales a diario. Genial, vertiginoso y sorprendente. El début del año.
Una historia que habla de la amistad, del descubrimiento de la sexualidad, del paso a la madurez y de la nostalgia. Temas más que comunes y que suenan y resuenan, pero lo hacen con un trasfondo de vivencias personales que se ven sobre todo en el viaje. Las Tamaki retratan un instante de las vidas de estas jóvenes, un instante que puede ser crucial en sus vidas o un simple recuerdo nostálgico, queda mucho por vivir para poder saberlo con certeza, pero lo captan junto al descubrimiento de la gran ciudad, yuxtaponen así los lugares conocidos en el imaginario común, con unas vivencias que también resultan conocidas.
Además te llevan volando, en una lectura de un tomo de más de cuatrocientas páginas que se hace corto, con pocas viñetas por página, y con un dibujo soberbio de Jillian, que con solo tres tintas y unas páginas dobles increíbles te transportan a New York consiguiendo siempre ser originales.
Como siempre decimos por aquí que en cómic fondo es forma, siempre es agradable toparse con una novela grafica que cumple con la premisa tonal de la obra no solo desplegando una trama argumental cuyo fondo busca crear un inquietante misterio desarrollado a lo largo de sus paginas, sino que además practica juegos narrativos que fomentan todo eso.
Stechschulte tira de un estilo de dibujo que aclara o ensucia, cuando quiere jugar con la iluminación, un recurso que le da su propia atmósfera a la obra. También el juego de cinco tintas, que se alternan en el relato y se superponen con usos que refuerzan la sensación de irrealidad que busca provocar.
Ultrasound son casi cuatrocientas páginas que se leen casi del tirón. Cada capítulo genera hambre de más y la inquietante trama recuerda a otros thrillers con capas como Santa Barbara.
El viaje de Shuna se publicó unos años antes de la fundación del famoso Studio Ghibli.
A modo de cuento ilustrado con pocos bocadillos y grandes viñetas, este manga nos cuenta la historia de Shuna, un príncipe en busca de tierras más prósperas para su pueblo. En su periplo vivirá toda clase de aventuras que, aunque partan de una premisa típica, tendrán un final sorprendente.
En este tomo podemos ver muchas de las ideas que más tarde se desarrollarían en La Princesa Mononoke, siendo Shuna una especie de mezcla de Ashitaka con la propia Mononoke. Sus acuarelas son magníficas y resulta muy interesante ver tanta cantidad de ideas tratadas de una forma tan cruda. Imprescindible para fans de Miyazaki, pero también para los aficionados a la fantasía.
Relato crepuscular, la nueva serie de Taiyô Matsumoto nos acerca a la realidad de Shiosawa, un reputado editor de manga prejubilado.
A través de los diálogos con su canario iremos conociendo las reflexiones e impresiones del enorme reto personal que supondrá esta nueva etapa de su vida.
Un peldaño más en la genial obra del autor de manga más versatil y genial de los últimos tiempos.
A Blutch siempre le fascinó la ambientación de las aventuras de Tif y Tondu. La iluminación, los lugares recónditos y las atmósferas crepusculares que dibujaba Will hipnotizaban a los hermanos Hincker. Los guiones noir de Maurice Rossy y los más policíacos de Tillieux, también Maurice, empapan las páginas de ¿Dónde está Kikí?
En esta entrega, ambientada en los años 80 del siglo XX, los justicieros se ganan la vida narrando sus hazañas, un bonito guiño de Robber y Blutch a los artistas que levantaron la serie. La mise en scène es uno de los puntos fuertes del álbum. Los hermanos rinden homenaje a sus lecturas de infancia, pero también a los recuerdos familiares. De ahí el esmero que ponen, otro guiño más, en los detalles de todos los vehículos que aparecen en la historia.
Anna Haifisch (Leipzig, 1986) es una de las autoras más listas que podemos leer ahora mismo, sus páginas pasan rapidísimo porque parece que están hechas a vuela pluma y no haga falta detenerse demasiado. Nada más lejos de la realidad, está lleno de capas y de ironía sobre su propio trabajo. Aparecen homenajes veladísimos a historietas clásicas -podría estar inventándome esto de Peanuts-, se apuntan ideas importantes -desde los derechos de autor, la repetición como base del tebeo, el frágil balance entre ambición y tedio que implica toda creación, el absurdo del sistema de becas artísticas, ¡la amistad!- que ya podían encontrarse en The Artist (Reservoir Books, 2017) aquí depurados y sucios. “Deja las páginas guarras y a medio hacer. Molan mucho más así” le dice un ratón al otro, “Que sí, joder. Ahora están vivas y tienen emoción”. Y así es aunque lo digan dos ratones.
Patos es un relato autobiográfico, en la que Beaton se pone en el centro, pero en la que se dedica a presentar los hechos, sus vivencias personales sin entrar mucho en su mundo interior. De hecho se centra en su experiencia laboral en las arenas petrolíferas, un ambiente hostil, tanto en el entorno laboral de una minería que explota el terreno sin muchas consideraciones ecológicas o éticas, hasta un entorno laboral tóxico, dominado por el machismo el abuso entre unos y otros y la cultura de la violación. Una de las cosas que más chocan es la resignación y la aceptación de algo que no debería ni ser normal ni ser tolerado, pero que da la sensación de que es lo que pasa y así será mientras de beneficios a la empresa. Y así Beaton va describiendo su vida laboral, y contando como uno se va dando cuenta que las cosas que da por hechas son en realidad injustas.
Un libro premiado y alabado por la crítica que es un testimonio contundente de la lacras del capitalismo. Un diagnóstico de nuestro siglo, del que sabemos ya los males y que debemos afrontar ya las acciones necesarias para poner remedio.
Enmarcado en la ciudad de Los Angeles de principios de la década de los setenta (casi contemporáreo al contexto del Once upon a time in Hollywood de Tarantino), este ambicioso trabajo, en el que Sammy Harkham baraja diversos estilos:: es un excelente retrato del obsesivo y enfermizo reto personal de un tipo que intenta abrirse camino en la industria mientras hace lo posible para que no se desmorone su vida personal y su recién estrenada condición de padre de familia.
Como en las mejores películas de Richard Linklater, la dilatada experiencia creativa que supuso para Harkham esta obra (le llevó más de catorce años), queda magistralmente plasmada en el resultado final: un libro que es capaz de entrelazar las peculiaridades de la industria del grindhouse, el siempre difícil equilibrio entre la ambición creativa las relaciones de pareja y los pormenores familiares.
Nos llega tarde… como suele pasar con todos los cómics de autoras vinculados al underground o al alternativo. Querido Callo sirve al menos como un reconocimiento póstumo en España a la que fue una de las pioneras del cómic autobiográfico.
Aline Kominsky-Crumb (1948 Long Beach, Nueva York, E.E.U.U) empezó a hacer sus páginas muy influenciada por los cómics de Binky Brown. Con eso y con cierta imagineria de los cómics románticos, empieza a desnudarse ante el lector a través de su protagonista “el Callo”. Busca así atribuirse rasgos de “personaje”, como hizo también su marido Robert Crumb, vistiendose de iconicidad mientras cuenta cada una de sus vicisitudes.
En esta antología de cómics vemos una ida y vuelta de las diferentes edades de la autora, hablando en presente desde la adolescencia, volviendo a la infancia (y contando la historia familiar), avanzando en el presente según crece y vuelta a los años de juventud ya como memorias. Es fácil ver, tras leer Querido Callo, la poderosa influencia directa o indirecta en autoras actuales como Gabrielle Bell o Roberta Vázquez. Donde quiera que estés, Aline, gracias.
Sattouf ponía punto final a su particular autobiografía por todo lo alto. Resolviendo parte de las tensiones que nos había mantenido en vilo en los últimos volúmenes y dándole un giro diametral a la historia para convertir el relato de la vida de su padre en el suyo propio. Los cinco volúmenes anteriores nos (mal)acostumbraron a un ritmo narrativo portentoso y sería injusto no colocar esta obra en el lugar que merece es decir, uno de los cómics más brillantes de las últimas dos décadas.
Como todo genio, Sattouf hace que lo difícil parezca sencillo: tocando teclas de envergadura con una soltura encomiable; aquí se entrelazan tantos temas (desde realidades sociales a aspiraciones artísticas) y todos también entretejidos. Si hemos glorificado (con razón) el Persépolis de Satrapi, el Maus de Spiegelman el Blankets de Craig Thompson o el Fun House de Alison Bechdel como no vamos a poner en un pedestal al Árabe del Futuro.
Daniel Clowes (Chicago, EE.UU, 1961) ha resumido, en un trabajo de una densidad referencial abrumadora, toda una época para plasmar el caos ideológico y social imperante en la América de su infancia, la de finales de los 60 y principios de los 70.
A través de nueve historietas -interconectadas- cada una enmarcada dentro de un género distinto (un guiño a sus lecturas juveniles como los 80-Page Giants de DC ), Mónica la protagonista, perseguirá el rastro de una madre ausente.
Como en las mejores ficciones Clowes busca la colaboración activa del lector ya sea mediante detalles formales: los diferentes colores de página, por ejemplo, nos servirán para diferenciar entre los acontecimientos reales y los que han sido escritos por la propia Mónica. O a través de personajes que reaparecen en varias de las historietas. Con este tipo de recursos logra involucrarnos, haciéndonos partícipes y creadores a través de nuestra propia interpretación. El libro roza la orfebrería argumental invitando varias relecturas.