Tras recabar fondos a través de kickstarter, en 2010 Sarah Glidden (Boston, 1980) acompañó a dos amigos periodistas y un excombatiente americano en un tour por Turquía, Iraq y Siria. Lo que en un principio apuntaba a diario de viaje, terminó por convertirse en una reflexión sobre las motivaciones y objetivos del periodismo.
Lo que apuntaba a diario de viaje, se convirtió en una reflexión sobre las motivaciones y objetivos del periodismo.
Conocida en nuestro país por su anterior trabajo Una judía americana perdida en Israel (Norma Editorial 2011), Glidden vuelve a oriente medio para centrarse esta vez en el drama de los desplazados por los diversos conflictos de la región. En contraposición a lo ajeno que resulta el constante bombardeo de imágenes crudas e historias de violencia y desamparo, las ingenuas acuarelas de la artista estadounidense asimilan una serie de testimonios personales para convertir la odisea de los refugiados en un relato más cercano y comprensible.
El estilo, formalmente clásico y en el que apenas destacan los escasos planos generales del desierto, guarda impecable coherencia con la objetividad reivindicada desde el mismo prólogo, que remarca la necesidad de no salirse de los renglones marcados por la realidad. La propia autora rara vez va más allá de desempeñar un papel de mera observadora y cede todo el protagonismo a sus compañeros de viaje, en detrimento incluso de los lugareños que encuentran en su periplo. En su debe, hacer excesivo hincapié en las dificultades de los periodistas por dotar de empaque a la historia del marine que vuelve por primera vez al territorio en el que estuvo destinado.
Un granito más en la cada vez más extensa relación entre cómic y periodismo: desde el Pullitzer de Maus a la más reciente La Grieta, pasando por la obra del ya consagrado Joe Sacco, el formato de historieta ha demostrado su sobrada capacidad para dar un nuevo enfoque a historias trilladas en medios más tradicionales. Si bien la laboriosidad del cómic como disciplina hace que la narración pierda actualidad, la visión artística aporta un atractivo valor añadido a esa instantánea del pasado reciente. Oscuridades programadas no deslumbra, pero la historia funciona perfectamente a diferentes niveles, lo que dota a la obra de una riqueza y complejidad merecedoras de la atención de aquellos lectores que busquen una nueva visión de la desventura de los refugiados.