Censemos lo prosaico en primer lugar, el periplo editorial de Sam Pezzo. La historia editorial de este detective creado por el italiano Vittorio Giardino (1946 Bolonia, Italia) es la de los estándares del cómic adulto de los últimos años setenta y primeros ochenta. Sus aventuras, de duración variable, se publicaron en la revista Il Mago entre 1979 y 1980 y a partir de 1982 ―y hasta 1984― en Orient Express. Giardino (y no solo este título) ha sido publicado en castellano por Norma Editorial, tanto en la revista CIMOC, en entregas mensuales, como en recopilatorios varios. Periplo que se cierra, en lo que atañe a las aventuras de Pezzo, con esta recuperación en tomo integral por el mismo editor.

Vittorio Giadino es una de las principales firmas del cómic adulto de los últimos años setenta, firma consolidada durante los ochenta con personajes como este detective privado a imagen y semejanza de los polares más clásicos, pero también con las aventuras de Max Fridmann, el erotismo picaruelo de Little Ego (fantasía masturbatoria masculina y homenaje a Little Nemo al tiempo) o su, para mí, obra más interesante, Jonas Fink, ubicada en la Praga comunista y que recientemente ha visto por fin su cuarta entrega. En esta galería, Pezzo no solo no es menor sino posiblemente su personaje más famoso. Puede serlo porque también es el más icónico, de una pieza (si nos ponemos desagradables diríamos que simplón), una destilación europeísta de los clichés del género noir que Giardino emplea para realizar un retrato social apenas encubierto de la ciudad de Bolonia (de la que el autor es natural).
Sam Pezzo. Un detective, una ciudad supone pues una carta de amor y un pasquín de denuncia, en el que los códigos del género esconden una mirada íntima y personal de corto enfoque: su ciudad (nunca explícita, por otro lado, pero intuida, dicen, en los detalles). Este fondo de la obra, obra realizada a través de varias historias en un lapso de un lustro escaso, es lo que me parece más interesante para un lector actual. La pleitesía a los códigos del género detectivesco en sí misma nos brinda relatos trillados ―me temo que ya en su tiempo, y sospecho que Giardino era muy consciente de que estaba realizando puro revisionismo―, ofrece detectives “losers”, personajes de buen fondo maltratados por la vida, polis duros, gánsteres más duros aún y mujeres fatales explotando sensualidad bajo la lluvia en callejones oscuros o apartamentos chic. Todo ello en el marco de muchas persecuciones, bajos fondos y la escena de cama, que no falte, que nuestro detective es muy perdedor y muy lo que quieras, pero no se le resiste ni una “bambina”. Delicia para el que se conforma con el eco de los grandes clásicos del género revisitados, en fin.

Afortunadamente lo más interesante de las desventuras de Pezzo (porque como buen cliché, el detective recibe más galletas que nadie) subyace, decía, en la mirada apasionada del autor a su ciudad natal en cada detalle, en la plasmación de callejuelas, bares, tipos comunes, hasta en la climatología local. Otro punto de interés está en comprobar, ya que estamos ante una integral, la evolución desde el principiante tosco y que se apoya en Tardi sin alcanzar aún el refinamiento, hasta el dibujante de línea clara realista despegado de influencias y que culmina en el tríptico Shit City, una serie de relatos hilvanados donde se mezclan las carreras de caballos (otro lugar común, las mafias de apuestas deportivas) con la comunidad oriental de la ciudad. Además el camino revela una depuración en la puesta de página magnífica, hasta encontrar un punto equilibrado, sobrio pero muy elegante con composiciones de viñeta también perfectamente medidas. Mención a mayores para el claroscuro de su blanco y negro ―una vez más, a apreciar en sus últimos trabajos de la serie.
Y finalmente, bueno, pensando en las posibilidades del tomo en concreto… el género de detectives “a la italiana” está de moda con la literatura de Andrea Camilleri (y su traslación televisiva), así que puede que este libro encuentre repercusión más allá del comprador que vuelve a sus lecturas de los años ochenta o al completista de obras sin duda significativas en la historia del cómic.