Según el diccionario, el bordón es la nota larga y mantenida en una composición en su registro grave. Cuando escuchamos estas reverberaciones sónicas de manera prolongada tendemos a la alienación, la meditación, el trance o la iluminación. Esto es lo que intenta Yuri, el joven protagonista de esta novela gráfica, La Única Voz (La Cúpula, 2018), firmada por el autor napolitano, Tiziano Angri (Nápoles, Italia, 1981).

Angri, licenciado en Bellas Artes y afincado en Verona, forma parte del colectivo de autores Dummy, y en 2013 recibió el premio Micheluzzi “Nuove Strade” en la Comic-Con de Nápoles. Debutó en 2006 con Il cimitero dei calamari, firmada en colaboración con Tommaso Destefanis y ha publicado con lo más florido y más granado de la escena independiente italiana: Delebile edizioni, la difunta Puck!, Lucha Libre o Il Male, hasta este debut a lo grande con Coconino Press.
En esta su primera novela gráfica como autor completo, el italiano nos narra la historia de Yuri, un chaval que ha desarrollado una hipersensibilidad auditiva incurable. Yuri escucha unos silbidos constantes que el autor dibuja de manera acertada como nubarrones negros. Para combatir su mal experimenta con animales que encuentra y produce efectos sonoros mántricos con la esperanza de poder contactar con seres elementales que le ayuden a sanar. Yuri vive solo en un entorno semiurbano depauperado, propio del capitalismo terminal. Habla con estos espíritus de forma animal que le acompañan y no interactúa con otros humanos.
Son interesantes los referentes que toma el autor para edificar la historia. Angri es melómano, y uno de los andamiajes de la historia es el Krautrock alemán, corriente musical rica en minimalismos sonoros y bucles electrónicos. La otra pata sobre la que se sostiene la historia del protagonista se hunde en el chamanismo y las prácticas terapéuticas a través del uso del sonido, concretamente en el ensayo del musicólogo alemán Marius Schneider, El origen musical de los animales-símbolos en la mitología y la escultura antiguas (Siruela, 2010), que explora la relación entre el sonido y la creación del mundo en las creencias de las culturas antiguas.

construye un artefacto narrativo donde la miseria del extrarradio es tratada con una pátina de surrealismo que se mueve por ruinas, descampados y estaciones abandonadas

El dibujo de Angri está a medio camino entre el hiperrealismo y lo grotesco, con un estilo minucioso y detallado, que por momentos puede recordar al Joan Cornellà de Abulio o al Esteban Hernández más caricaturesco. No obstante, el mundo de Angri tiene muchos puntos de conexión con el canadiense Michael De Forge: el tono fabulado, los animales totémicos, la descomposición orgánica, el paso a la edad adulta, la androginia y el ruidismo sonoro. Hay un momento en el cómic en el que el eco de De Forge atruena con contundencia en una mutación de Yuri a cérvido.
Pero Yuri y el acople chamánico no son los únicos protagonistas de la historia. Nos falta Irene, una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre que se prostituye para poder operarse y librarse del cuerpo de hombre. A Irene la mueve la ira de sentirse atrapada en una realidad de la que no quiere ser parte.
Dos personajes fronterizos, marcados por una infancia indescifrable, habitan las planchas de Angri, quien construye un artefacto narrativo donde la miseria del extrarradio es tratada con una pátina de surrealismo que se mueve por ruinas, descampados y estaciones abandonadas, en las que solo crecen las malas hierbas y los viejos extraños.
Si algo se le puede reprochar a Angri, es quizás la necesidad que tiene por cerrar la historia y dar respuesta a los interrogantes que formula. Este La única voz no pedía un final falsamente reconfortante que apagara el feedback grave que vibra en sus entrañas de manera íntima y arrebatadora.