Entre las novedades editoriales del año en curso, Ponent Mon presenta un inmenso recopilatorio – casi trescientas páginas en álbum cartoné – de la serie El comisario Spada de Gianluigi Gonano y Gianni de Luca, originalmente editada en la revista católica italiana Il Giornalino entre 1970 y 1982. De un total de dieciocho arcos narrativos, aquí se han seleccionado cuatro: El accidente (1970), El hombre con agallas (1971), El caso de la flecha (1972) y Gerónimo (1973). Todos ellos anteceden, por tanto, al célebre ciclo shakespeariano de La tempestad (1975), Hamlet (1976) y Romeo y Julieta (1976) por el que Gianni de Luca es mundialmente conocido. Lo anteceden y casi lo prefiguran ya que el modelo de “narración continua” de este último – en que cada página comprende una sola vista donde zigzaguean los personajes – asoma en muchas viñetas del Comisario Spada, descomponiendo el movimiento de sus habitantes.
Digámoslo de entrada, los relatos aquí recogidos desprenden un tufo reaccionario insufrible: los enemigos son tanto, por un lado, bandidos internacionales como, por otro, una simple comuna hippie. La amenaza principal se cierne tanto sobre la propiedad como sobre la familia, en una palabra: sobre el padre y su patrimonio. Podríamos considerar sus tramas como meramente banales pero adquieren un tono especialmente siniestro al calor de su contexto histórico: los años de plomo italianos. En fin, a uno nunca le han gustado mucho los comisarios pero, desde luego, aún menos los comisarios políticos. Quizás un aspecto más productivo de estas historietas habría sido vincularlas a las películas del género Giallo italiano – por entonces en boga – pero una publicación como Il Giornalino no se podía permitir demasiadas veleidades morbosas.
En cualquier caso – tratándose de un maestro como es Gianni de Luca – cuando escogimos este tebeo no esperábamos un gran guion sino encontrarnos con su peculiar despliegue de la puesta en página. Y, en este sentido, el Comisario Spada no defrauda. Al respecto, queremos destacar dos de sus planchas. Ambas reflejan, significativamente, accidentes de circulación tras una persecución policial.
En la tira superior de la primera (fig. 1) encontramos un salto de eje cinematográfico: tras un plano desde el parabrisas del coche patrulla hacia el vehículo de los bandidos, pasamos a otro donde estos últimos observan al primero como a través de un retrovisor. A continuación, en su segunda tira, se prosigue el seguimiento de izquierda a derecha – es decir, de acuerdo al eje de lectura – lo que refuerza la inmersión del lector. De ahí pasamos a la tercera tira donde, en tres planos cenitales se nos muestra el accidente. Y – tras este distanciamiento objetivo – la página culmina en su viñeta final volviendo a enfrentarnos abruptamente ante el choque de los vehículos. Para quitarse el sombrero.
Como segundo ejemplo tomaremos otra plancha (fig. 2) que involucra a un camión cisterna que termina por arder en llamas dentro de un túnel. En la práctica, esta supone un claro precedente de la ya mencionada “narración continua” del ciclo shakespeariano, solo que parece habérsele sobrepuesto a un fondo común una retícula de viñetas para marcar los tiempos. Por añadido, esta página presenta su serie de viñetas sucesivas, una bajo otra, ocupando todo el largo de la página, como a la cinemascope. Aunque hoy no nos sorprenda demasiado, este recurso era bastante inhabitual o casi inexistente hasta el Daredevil (1979) de Frank Miller en Estados Unidos y los álbumes de Andreas en Europa, de manera generalizada tan solo se había dado con anterioridad en el manga y el gekiga japoneses y en algunos de los mejores sundays americanos como el Little Nemo de Winsor McKay.
¿Qué lógica profunda opera tras estas páginas del Comisario Spada? En su texto “Morelli, Freud y Sherlock Holmes” el micro-historiador italiano Carlo Ginzburg reivindica aquello que acuña como “paradigma indiciario”, un modelo semiótico basado en los síntomas o indicios personales que se orienta – frente a la generalización del método científico – hacia la comprensión de la singularidades personales. Desde sus raíces pretéritas – que remiten a la cacería y la adivinación – este sistema habría revivido en las modernas sociedades de control bajo un rostro, esencialmente, policíaco. De esta manera, por ejemplo, los gestos manuales primitivos que empleaba el cazador son hoy recuperados en sus misiones por los comandos de asalto militarizados.
Esta tendencia quironómica figura como particularidad de algunas culturas – como, desde luego, la italiana (fig. 3) – y aflora bajo las persecuciones policiales del Comisario Spada, como así se refleja en otra de sus tiras (fig. 4) donde – en paralelo a su descripción por escrito – unas manos elaboran la pantomima de otra cacería a bordo de un automóvil. En cierto modo, Gianni de Luca recupera así para nuestro tiempo aquella estrategia de William Hogarth – puesta en relieve por Roberto Bartual – que invitaba a una inquisitiva mirada policial a través del trabajo de los índices. Verdadera clave de la causalidad en la secuencia gráfica y las historias de detectives, el “paradigma indiciario” cristaliza entonces a través de esta magnífica edición del Comisario Spada.