Hace años que quería leer a Kriko Nananan (1972, Tsubame, Niigata, Japón) una autora japonesa que influenció a María Llovet en el pasado y de la que me atraía su estilo limpio y ordenado pero con planos esquivos en los que los personajes rara vez ‘miran a cámara’ o se dejan detalles de manos u otras partes del cuerpo.
He llegado por fin a este Strawberry Shortcakes, un manga que se podría decir es un slice of life de varias chicas en la veintena que expone monólogos íntimos que se contraponen en diversos grados a lo que se llega a expresar verbalmente. Centrándose en el trabajo y las relaciones afectivas, creo que Nananan busca expresar cierta sensación de soledad, consciente o no, y como eso afecta a la mujer japonesa. Parece una forma de desahogo, que muy puntualmente se alivia por cierta sororidad pero nada en este manga tiene un cariz naif. Me parece destacable la tensión que es capaz de exponer la autora, por un lado, tratando temas que a priori nos puedan parecer cotidianos como un desengaño amoroso o un conflicto laboral. No necesita acudir a lo escabroso o a lo grotesco para ahondar en el ser humano. Nananan consigue elevar la importancia de lo que nos pasa para poder mostrar luego las diferentes “soluciones” a cada nudo gordiano y que su respuesta cale.
Choca en ese fondo un poco entre ácido y amargo que tiene la historia en buena parte de su recorrido, encontrarse con el estilo limpio y perfilado de Nananan. Me parece de una gran maestría su juego de planos y como mantiene el tono general de la obra relacionada con ocultar sentimientos o reprimidos a base de enseñarnos frecuentemente a los personajes de espaldas, perfil o con la cara parcialmente cubierta. Ese.control del caudal emocional a travesbde lo visual hace que, por ejemplo, verle los ojos a una de las protagonistas adquiera mucha intención cuando eso sucede.
Me ha parecido una lectura jugosa y me ha sorprendido mucho su(s) desenlace(s). El josei, como siempre, está repleto de joyas.