Matt Madden está trabajando en su ordenador cuando se levanta para ir a buscar algo a la nevera. De camino Jessica Abel (La Perdida), su mujer, le pregunta la hora desde el piso de arriba. Cuando llega a la nevera, Matt no recuerda que había ido a buscar. ¿De cuantas maneras puede explicarse algo tan sencillo? Si hacemos caso de Matt Madden, de muchas. 99 de hecho. Ni más ni menos. Las mismas que Raymond Queneau hizo para mofarse un poco de los géneros y las formas literarias y demostrar que no solo se puede, sino que es fácil y hasta divertido jugar con la manera de contar las cosas mientras las cuentas.
Pero a diferencia de Raymond Queneau, mucho más socarrón, los ejercicios de estilo de Matt Madden son a la vez, estudio y homenaje de un arte, el del tebeo, que todavía tiene pocas obras teóricas de peso.
No quiero decir con esto que sea un ejercicio pesado y demasiado respetuoso. Es divertido, jugón, bonito de ver y lo que es más importante, no sólo despierta incógnitas sobre el porqué de cada estilo o género, sino que algunas de esas incógnitas perduran con los días y las semanas. Probad de leer un tebeo cualquiera poco después de la lectura de 99 ejercicios de estilo. Igual que pasaba con Entender el cómic de Scott McCloud, de repente ya no es lo mismo y es mejor: se entienden más cosas.
Por si fuera poco, alguna de las páginas son auténticas delicias, sobre todo sus homenajes a los grandes clásicos. Winsor McCay, Herriman, Hergé, hasta hay una al estilo de Tales from the Crypt,… Para mirar y remirar.