Intentar empezar esta reseña haciendo una sinopsis de la obra puede ser una trampa en la que es muy fácil caer pero complicado salir. ¿Cuál es la historia que se explica aquí? Bueno, pues una pregunta a priori tan fácil de responder no lo es tanto si hablamos del nuevo cómic de Antonio Hitos (Huelva, 1985). Porque ¿realmente en Ruido hay una historia que se pueda resumir en un par de líneas? Pues sí, la hay, pero explicar lo que sucede en el cómic, la historia que se narra en sus páginas, sería quedarse cortos para resumir la obra que tenemos entre manos.

A ver. Hay un escenario, una ciudad infestada por un blandiblú pegajoso radioactivo y habitada por personajes de diseño estrafalario, que sirve de pista de skate a nuestro protagonista, que inicia una especie de huida hacia delante que le llevará a cruzarse con algunos de estos personajes, como sacados de un baúl de juguetes de un niño de los ochenta. Por el camino hay invasiones alienígenas y ratas que cuestionan si una botella vacía está realmente vacía.

Todo envuelto en conceptos de la física cuántica y las tres leyes de la termodinámica, que dividen la obra en tres partes que “riman” entre sí. Como en Materia, su anterior obra, Hitos vuelve a recurrir a conceptos puramente científicos para extraer ideas que le sirven para intentar encontrar el sentido a personajes que se mueven sin rumbo hacia el vacío. Bichos raros y metafísica. ¿Veis como no era fácil explicar de qué va Ruido?

Sucede que Ruido es una obra que nos desafía como lectores. No lo da todo masticado. Al contrario, es un artefacto que va dejando pistas aquí y allá que debemos recolectar como ítems de un videojuego. Qué significado tiene cada personaje, cuál es su papel en el conjunto de la obra, qué quiere decir el autor con esto o, lo que creo que es más estimulante, cómo resuena en el lector lo que se nos presenta en cada página. Y es que en cada viñeta de este tebeo fosforito hay mucha tela que cortar.

Porque Ruido es una absoluta delicia a nivel gráfico. Pocas primeras obras podemos encontrar con un estilo tan perfecto como Inercia, la primera obra de Hitos. De hecho, podría haberse quedado ahí, ofreciendo cada par de años una obra con ese mismo estilo y estaríamos todos contentísimos, disfrutando de su arte de líneas perfectas. En Materia ya dio avisos de que eso no iba a pasar, evolucionando su estilo y sus diseños, y aquí vuelve a dar un paso más, tal vez el más radical entre sus tres obras largas. Como un Antonio Hitos 3.0. El estilo inconfundible de línea limpia sigue ahí, pero más desnudo, liberándose de todo lo que sobra para ofrecer algunas páginas en las que falta casi todo, pero todo se ve. En Ruido Hitos dibuja el vacío, aprovechando cada línea para mostrar lo que en realidad no se ve. Un trabajo de auténtico maestro de la narración en el que nada sobra y nada falta.

 

La sensación es que Antonio Hitos evoluciona a base de ponerse palos en las ruedas, de hacerse las cosas difíciles. Se limita a cierta paleta de color, a cierta estructura de página, a cierto punto de vista, para demostrarse a sí mismo de qué es capaz como dibujante. En este caso, se libera de las ataduras del color (en cierta manera, ya que son las páginas del tebeo las que cambian de color), y se adscribe a una estructura de página casi inalterable de seis viñetas por página y algunas viñetas a página entera. Como en sus obras anteriores, se compromete a un punto de vista fijo, de manera que sus personajes se mueven siempre de forma lateral, como en un videojuego de plataformas. Imposiciones de estilo que obligan al autor a buscar soluciones imaginativas que aprovechan al máximo las herramientas que el lenguaje del cómic pone a su alcance. Eso incluye un uso magistral de las onomatopeyas y los globos de texto, el control del tiempo entre viñetas, la caracterización de personajes que en ocasiones no tienen ni cuerpo pero son capaces de expresar personalidad con muy poco… recursos de alguien decidido a explorar el medio y hacerlo avanzar para alcanzar nuevas propuestas estéticas.

Puede que la primera lectura de Ruido os deje a cuadros. Puede que se os escapen detalles o que paséis por alto un momento clave. Qué caray, puede que no entendáis un carajo. Ruido es un cómic que puede dejarte perplejo, pero es una perplejidad fascinante. Pocas veces he vuelta a la primera página de un cómic tan rápido como cuando acabé la primera lectura de Ruido.

Se hablará mucho de esta obra, de todo lo que propone a nivel gráfico y narrativo. Se debería, al menos, porque es una de las propuestas más estimulantes que nos podemos echar a los ojos en una temporada con tebeos realmente alucinantes. Si hay una palabra para definir esta obra, para el que esto escribe, es importante. Ruido es una obra importante. Importa al cómic como medio, a los autores que busquen nuevos recursos, y debería importar a los lectores que busquen lecturas estimulantes a las que volver continuamente.

Con Ruido vuelven los skaters raros, los escenarios en vista isométrica, los colores flúor, la basura y el trabajo basura, los diálogos sobre caca y sobre la propia existencia. Vuelve Antonio Hitos, caramba, y eso no podría hacernos más felices.