En un pasaje de The Sandman su guionista Neil Gaiman hacía dialogar al señor de los Sueños, Morfeo, con una niña sospechosamente parecida a la Alicia de Lewis Carroll. «Lo que quiero saber es si cuando duermo recuerdo de verdad cómo volar y lo olvido al despertar». El escritor por supuesto ofreció una respuesta lírica y hasta rimbombante de labios de Morfeo, para solaz de sus lectores (por entonces ya legión). David B. (Nîmes 1959) es otro autor que gusta de moverse entre vigilias y ensoñaciones, desdibujando fronteras. Su obra no ofrece preguntas explícitas ni mucho menos enarbola respuestas más o menos ingeniosas. Pero el señor Beauchard (B. para los lectores) debe saber que sus ficciones, incluso aquellas «basadas en hechos reales» como su monumental Epiléptico. La ascensión del Gran Mal (Sins Entido, 2009), bucean en esa indefinición entre lo que es y no es. Y nos hace preguntas, aunque sin formularlas.
Cada viñeta, cada composición, cada página cautivan a la retina
Hâsib y la reina de las serpientes es la versión que David B. ha realizado sobre un cuento de Las mil y una noches. Empapado de maravilla y hasta de cierta candidez supone ya solo como adaptación un ejercicio de finura que arrebata y nos rinde. Lo hace por los sentidos, porque el autor de Los sucesos de la noche (Norma Editorial, 2015) rubrica aquí nuevamente su condición de uno de los más potentes ilustradores del mundo del cómic. Potente porque cada viñeta, cada composición, cada página cautivan a la retina. Potente porque su sentido estético es fabuloso y porque su capacidad para planificar imaginativas diagramaciones se mantiene fresca como en aquella disección del “Gran Mal” de su propio hermano. O porque su dominio del color ensalza y amalgama sus demás virtudes gráficas.
Hâsib Karim al-Dim, heredero del sabio Daniel, es un joven que, abandonado por unos maliciosos leñadores en una profunda cueva, se encuentra allí con la reina de las serpientes. Esta le cuenta su historia, y así el cuento ofrece un cuento que a su vez ofrecerá más cuentos. La fábula ―de muchas fábulas― es cautivadora y su estructura de muñecas rusas nos hace navegar de relato en relato en una fascinante inmersión.
Y aquí volvemos a Gaiman y sus personajes. Porque una cualidad fascinante de Hâsib y la reina de las serpientes es hacernos sentir que vivimos una casa de los espejos de fantasías y duermevelas, una espiral descendente a algún lugar del subconsciente.
Lo fascinante de este trabajo, entonces, es su facilidad para revivir la capacidad atávica de las narraciones y de las imágenes, algo incluso chamánico que nos acompaña desde que somos sapiens ―o desde antes―. Algo importante y a menudo olvidado. Antaño el arte se discutía en su relación con lo sagrado, hoy queremos descargarlo gratis. El signo de los tiempos, que cantaba Prince, pasa por la instrumentalización, el consumo y la banalización. Pero aún hay autores, artistas, que pueden devolvernos la fe en el arte como algo puro y necesario en sí mismo.
“Cuando sueñas, a veces recuerdas”, contestaba Morfeo a la inquisitiva niña carroliana en el relato de The Sandman. David B. nos traslada a ese campo de excitantes incertidumbres, propio de las narraciones ancestrales que unen lo imaginado y lo sagrado, nuestro presente con pasados míticos, los dioses telúricos y las mentiras que se cuentan los niños unos a otros, los relatos orales y la jeta de mármol del barón de Munchausen. Lo hace en una obra que, en su capacidad para hacernos pensar en el poder o el don que tenemos entre manos cuando nos ponemos a contar historias, es mucho más que la perfecta transcripción de un cuento de Las mil y una noches ―sin dejar de ser precisamente eso, la mejor versión posible de una de las hermosas fábulas de Sherezade.