El lector se ve arrastrado por el aluvión y desde el mismo planteamiento se sella cualquier resquicio a través del cual los protagonistas anónimos tuvieran la posibilidad de tomar aire limpio para respirar. Especialmente explícitos en este sentido son los capítulos El amanecer del porno y El pez linterna . En el primero, de tono más humorísticos que el resto, una pareja de amantes fracasa en su intento de pasar una noche de pasión en un lujoso apartamento cuando, al abrir la ventana, se les llena el piso de hollín. Mientras que en el otro relato, el joven Kenbo ve frustrada la posibilidad de huir del sótano en el que malvive, un antro rodeado de rascacielos en el que no entra la luz.
A estas alturas ya no vamos a descubrir (ni a decir) nada nuevo de Tatsumi, pero sí vamos a corroborar una vez más nuestra admiración hacia su trabajo.
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