Hay varios momentos de este libro en el que el lector acaba deslumbrado por la belleza y la magnitud de las imágenes, la magdalena proustiana del soldado Alan que ha configurado Guibert está hecha a base de pellizcos paísajisticos, estampas que son casi instantáneas de la cotidianidad americana en la costa oeste de los años 30. Capaces de transmitir la atmósfera, el sentido y la sensibilidad. Aunque el más espectacular de ellos no destaque precisamente por la vistosidad gráfica pero si por el fogonazo que provoca y por su potencia visual; la imagen de una ventana con la que se cierra uno de los capítulos es quizás uno de los puntales del libro por la cantidad de emociones y sentimientos que puede sugerir al lector. Es una imagen que nos traslada directamente a la mirada de su protagonista y que por lo tanto tiene la capacidad y el poder de hacernos prácticamente sentir lo mismo que él.
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