El autor francés Étienne Davodeau (1965, Botz-en-Mauges, Francia) es una de las primeras espadas de la novela gráfica gala. Sus obras casi podrían subdividirse en dos grupos: aquellas más apegadas a lo social y otras donde hurga en las inquietudes de su yo profundo. No suelen carecer de intersecciones entre ambas “categorías”.
Corredores aéreos sería un claro ejemplo del segundo grupo al adentrarse en la crisis de los cincuenta. En esta novela gráfica, después de todo, parte de realidades personales para construir una historia más o menos imaginada. Ese espíritu le acerca en este sentido a La casa de Paco Roca, con quien comparte la idea de reflexionar desde lo personal con un relato universal. Davodeau ha colaborado aquí con Christophe Hermenier y Joub, amigos con los que compartió estudios en la universidad de Rennes allá en los lejanos ochenta. Una amistad que los tres han mantenido todos estos años. Hermenier se ha encargado de hacer las fotos que vemos en la obra y Joub ha aportado el color.
Así a seis manos pero sometidas a la personalidad del autor de La mala gente crece un cómic de esos que regalamos a amig@s, tías y cuñados, a lectores que pueden gustar de un cómic adulto y sensible. No estaremos regalando una obra maestra como la mencionada de Roca, ojo, pero sí una novela gráfica bonita, muy bien dialogada (uno de los puntos fuertes de Davodeau es lo bien que hace “hablar” a sus personajes siempre, incluso cuando a veces, es verdad, resulten discursivos). Un cómic contado sin grandes hallazgos formales pero de un modo perfectamente funcional y hasta diría que en ocasiones fino.
Una obra plagada de conversaciones agradables, de melancolía agradable, de personajes agradablemente inaguantables, y hasta de agradables polvos entre agradables individuos maduros. La diferencia entre una soporífera película alemana de sábado por la tarde y un relato más próximo a la nouvelle vague es el equilibrio. Davodeau lo mantiene y así conseguimos una lectura hasta convincente. Y agradable, claro. Para mí su mejor trabajo sigue siendo Los ignorantes, pero este otoñal Corredores aéreos no debe despreciarse como si fuera una obra menor de Davodeau (et amis), ni mucho menos.