Hicotea son las nuevas aventuras de Sandy, la inquieta niña que con su fantástica imaginación nos enamoró en Luces Nocturna (Astiberri, 2017). En este segundo volumen, sigue en la escuela de monjas, que en esta ocasión llevan a Sandy y a sus compañeras de excursión a un pequeño pantano donde deben observar la fauna local. Sandy discute con una compañera sobre cómo estudiar a los animales que encuentran y acaba alejándose del grupo, para tropezarse con el caparazón de una tortuga, que es la entrada a todo un mundo mágico lleno de arte y naturaleza, donde la dueña del caparazón necesitará de su ayuda para resolver el misterio de uno de los ecosistemas que reside en uno de los lienzos que cuelgan de su caparazón.

Tras el éxito que tuvo la primera entrega de las aventuras de Sandy, con varias nominaciones a los Eisner incluidas, Lorena Álvarez (Bogotá, Colombia, 1983) regresa al universo de Luces Nocturnas, con el segundo álbum de lo que parece que será una trilogía. Y lo hace manteniendo todos los ingredientes que ya vimos en su anterior trabajo. Aunque en esta ocasión la historia se está más centrada en elementos de ecología y de protección del medio ambiente, reflejo de la fauna que la autora puede disfrutar en su país natal. En realidad, el título corresponde al nombre de la tortuga que encuentra la protagonista, que es una especie autóctona de Colombia. Transmitir la riqueza y variedad de la naturaleza que ha envuelto la infancia de Álvarez es uno de sus objetivos, y lo hace a través de un dibujo vivaz, lleno de colores y formas amables. Este sigue los pasos del primer tomo y continúa experimentando con recursos como esas páginas sin viñetas donde los personajes avanzan dialogando por un escenario fijo, que recuerda a los que utilizó el granadino Sergio García en sus experimentos junto a Lewis Trondheim, o los que empleaba Fred en Philémon, obra con la que comparte muchos más paralelismos, como ese gusto por explorar mundos mágicos dirigidos por una imaginación desbordada. Álvarez lo hace manteniendo cierto tono de terror, apto para niños, con un monstruo al que hay que derrotar. Si en el anterior álbum, la tesis era fomentar la imaginación y la creatividad, en este la autora plantea ciertos dilemas en la relación entre imaginación y ciencia; cómo esta última no puede solo estar centrada en rígidas estructuras académicas, sino que debe tomar más conciencia de su interacción respetuosa con la naturaleza y basarse en el ingenio.
Un ejemplo del nuevo cómic global que marca las tendencias de este último lustro. Una autora colombiana que trabaja directamente para una editorial inglesa y que luego publica allende, con un estilo de dibujo que toma influencias de muchos sitios, pero que no deja de lado la representación de aspectos locales y personales. Cómic independiente para público infantil que, como la Hilda de Luke Pearson, rompe fronteras.