Las conexiones importan, más si eres de los que se obsesionan con facilidad con artistas difíciles de rastrear como C.F..
Tiene un nombre imposible de buscar en internet, apenas publica nada en editoriales convencionales o cualquier otra publicación con buena distribución, y cuando lo hace, la información suele ser más bien parca: Vive en Providence, tiene un proyecto musical llamado Kites y poco más. Eso es lo que ponía en la antología “Kramers Ergot”, y también una dirección de correo. A la antigua usanza.
No hace falta decir que el flechazo fue de órdago. Aquellas páginas me hicieron saltar algún resorte que todavía me cuesta entender. Era como cuando hojee el “Skeeber bee bye” de Ron Rege Jr, o cada una de las páginas de Mat Brinkman y su “Teratoid Heights”. Se abría ante mi un mundo totalmente personal donde la violencia podía ser un asunto colorista y los monstruos, los personajes, parecían guiados por sentimientos primitivos incapaces de encajar del todo con un entorno mágico y extrañísimo. Además estaba el dibujo: a lápiz, de trazo claro y emborronado, relacionado con muchos otros sin parecerse a nadie.
A partir de ahí, la búsqueda. Participa regularmente en el diario de historietas “Paper Rodeo”, hogar de perros verdes como los miembros del colectivo Fort Thunder. Se pueden encontrar historietas en la página de Paper Rad, con quienes formó “Paper Radio” para publicar sus páginas y las de sus colegas. Todo bastante imposible de ver en papel. También se le ha visto en el “Ganzfel”, y sus discos se pueden encontrar en Load Records (como los de Lighting Bolt, Fort Thunder otra vez), así que la cosa tampoco era todo lo desesperante que podría. Era bonito rebuscar y encontrar de vez en cuando, pero era extraño imaginar algo más largo. Todo un libro.
La primera sensación que uno tiene al empezar a leer el primer volumen de “Powr Mastrs”, más allá de las expectativas de cada uno, es de aturullo. La historia avanza por capítulos que no parecen tener más nexo común que un mundo extraño llamado New China. A Subra Ptareo lo detiene un gato-patrulla y un chaval con barba postiza llamado Naphta le rescata atravesando al gato con una flecha. Discuten, se separan, la habitación donde estaban se descompone y Subra Ptareo se encuentra en un bosque, se cuelga de la cuerda que le ofrece una desconocida colgada de un árbol. Todo va sucediendo como en “Como un guante de seda forjado en hierro”. A base de sorpresas que es mejor no explicar: Una cosa lleva a otra sin conexiones evidentes pero con una cohesión interna que hace avanzar la historia. Pero a diferencia de la obra de Clowes, “Powr Mastrs” no parece una obra que avance sin que el autor conozca lo que va a seguir (la estructura del libro de Clowes se fue haciendo sobre la marcha a modo de experimento), sino pasajes de la historia de un mundo mágico y peligroso, coherente consigo mismo.
Como en las mejores historias de ciencia ficción, la extrañeza viene dada por la relación entre los personajes y el ambiente que les rodea, muy lejos de los arquetipos que esperamos y a la vez relativamente fáciles de convertir en metáforas extrapolables a nuestro mundo, con lo cual nuestros errores a la hora de interpretar lo que pasa también acaban jugando a nuestro favor y facilitando la sorpresa. Lo cual nos convierte, una vez dentro de un mundo dominado por la magia, los hechizos, seres y espacios mutables, poderes desconocidos y guerras secretas, en una presa fácil, como el mismo Subra Ptareo mirándolo todo con ojos alucinados.
La historia está pensada en seis volúmenes, de los cuales está a punto de salir el segundo en Estados Unidos. Hacia tiempo que ningún tebeo me causaba un impacto tan grande. Único, en serio.
Powr Mastrs