A lo tonto, hacía bastante tiempo que no teníamos noticias de  Sergi Puyol. Bueno, si no queremos faltar a la verdad hay que reconocer que el autor de Cárcel de amor (Apa-Apa, 2012) no ha parado de crear, entregando cuadernillos como Una blanda oscuridad (Apa-Apa, 2014) o diversas obras breves en recopilatorios (Panorama de Astiberri, Hoodoo Voodoo de Fosfatina…). Pero es verdad que aunque el tamaño no importa, a veces apetece ver un buen cacharrote, y por fin tenemos entre nuestras manos (uy) el que posiblemente sea el cómic más ambicioso de Puyol (ah). La sangre extraña es una novela gráfica de 115 páginas sin capítulos explícitos, una narración fluvial, torrencial pero perfectamente encauzada que insiste en una idea básica, que refulge con intensidad al cerrar el libro: la mirada al mundo de Sergi Puyol es muy necesaria, singular y poderosa.

115 páginas sin capítulos explícitos, una narración fluvial, torrencial pero perfectamente encauzada

Para empezar, cabe reivindicar su propuesta formal: un estilo de dibujo sencillo, a medio camino del cómic alternativo con querencias underground y de la ilustración infantil menos blandita, donde prima la claridad del mensaje expuesto. En este sentido lo más importante de su propuesta gráfica es la capacidad para la transmisión de los sentimientos personales. Los personajes se definen físicamente en unos pocos rasgos (gracias a ellos son inconfundibles, por otra parte) pero sobre todo son capaces de transmitir desde la incredulidad hasta la empatía, pasando por el temor y la angustia, con unos trazos tan estratégicos como eficaces. Este dibujo y su excelente coloreado se ponen al servicio de una planificación austera que pasa sin despeinarse de la paginación ortodoxa a coqueteos más, digamos, juguetones (destacando fabulosas dobles páginas y viñetas-página de estratégico peso narrativo).

Y con la forma, familiar y extraña al tiempo, redondea el fondo. La sangre extraña es un relato sobre un tipo normal, tirando a perdedor, que es testigo de un extraño caso de trance en un tipo no menos anodino que él. Esta anécdota cotidiana se convierte en una obsesión que resulta el motor del relato. Un relato de relatos, de forja laboriosa y bien resuelta, que sirve para trasladarnos a estados de conciencia como la obsesión.

Una historia donde parecen confluir lo cotidiano turbio de David Lynch en Terciopelo azul, citas a la literatura rusa y el ánimo satírico de Matt Groening con el espíritu conspiranóico de “Cuarto Milenio”. Pero las pistas son solo eso, porque La sangre extraña es, sobre todo, una prueba más de la personalidad de su autor.