Hay dos formas de aproximarse a la recuperación de Siete vidas de Josep Maria Beà.
La primera desde el reconocimiento a la obra de una leyenda viva del cómic español, del que debería haber más obras presentes en las librerías. En este caso se recupera un tebeo que originalmente fue publicado por entregas en la revista Rambla a partir de 1983 y que luego fue recopilado en formato álbum por Intermagen en 1985. Desde entonces el cómic solo era accesible para los más veteranos aquellos que pudieron hacerse con el en su día, los buscadores de tebeos antiguos, los estudiosos o los muy fans de un autor que es adorado por muchas de las generaciones de dibujantes que han venido después. Quizás sea una de sus obras más personales; las historias que en ella relata tienen mucho de autobiográficas, y eso lo convierte en una obra muy peculiar dentro de la extensa producción del autor. El simple hecho de la recuperación de este patrimonio de la historieta en una edición que es algo mayor (en formato) que la original de la revista permite además disfrutar más -si cabe- del arte de Beà.
La segunda forma de aproximarse -y quizás la más interesante- es tratarla como una novedad. En una época en que el cómic adulto vuelve a vivir un cierto auge, Siete Vidas destaca sobremanera. El dibujo es espectacular, una línea fina que viene de los clásicos de la prensa americana pasada por el filtro del cómic underground y las modas de los 80. Con el uso de personajes antropomórficos (una forma de despersonalizar la historia y acercarla a la tradición de las fábulas) dándole la vuelta al uso que Walt Disney hacía. Acercándose más al Fritz The Cat de Robert Crumb. Mucho antes del Omaha de Kate Worley y Reed Waller ya estuvo Beà haciendo gatos callejeros. Gatos con debilidades muy humanas. Y es que las siete vidas que relata Beà son más bien las siete muertes del gato protagonista. No son muertes físicas, son muertes del alma y también se refiere a la pérdida paulatina de la inocencia que conllevan cada una de ellas.
Con cierto tono nostálgico, un Beà transmuntado en un gato de 40 años (Gatony), presenta algunas de sus memorias de infancia, contextualizadas en los años 50 en una España dictatorial y ultra-católica, que trastocaba y alienaba a cualquier persona, supeditando su maduración a una estricta moral externa y extrema. Cualquier acercamiento al descubrimiento sexual estaba siempre bajo la sombra de lo inmoral, lo pecaminoso e incluso lo ilegal. Tiempos en los que para sobrevivir era necesario convertirse en verdugo antes que en víctima. No había lugar para las debilidades y las apariencias lo eran todo. En ese ambiente es donde crece Gatony.
A través de los siete episodios que conforman el libro, Beà muestra cómo hacerse adulto es ir muriendo poco a poco, sobretodo en aquella época. No solo con los descubrimiento de la sexualidad, sino con los traumas de la postguerra aún latiendo, o con las posiciones de poder.
En los siete episodios que conforman el libro, Beà muestra cómo hacerse adulto es ir muriendo poco a poco, sobretodo en aquella época
En tan sólo cuarenta y ocho páginas es capaz de contar muchas cosas, y lo hace con un dibujo sensacional, de alguien que domina totalmente el medio tras años de experiencia labradas en miles de historietas para la agencia Selecciones Ilustradas ,o creando historietas en mil y un estilos, bajo firmas distintas y seudónimos (Norton, Sánchez-Zamora). En revistas de toda índole y origen, como se puede apreciar en el recopilatorio recientemente publicado El hombre de los mil estilos (Trilita, 2017). Un autor que no deja de experimentar, con el uso de fotografías, collages, juegos con representaciones medievales, algo de abstracción, transiciones entre escenas maravillosas, toda una serie de recursos del que tiene mucha escuela pero no deja de buscar nuevas soluciones. Y es que Beà no puede dejar de transmitir una extraordinaria vitalidad, que todavía mantiene viva hoy, alejado de la tabla de dibujo pero muy atento a todo lo que genera el medio.
Siete vidas es sin duda uno de los tebeos del año. Una recuperación necesaria, que alegrará tanto a los lectores que ya eran devotos del trabajo de Beà como a aquellos que lo descubran mediante este trabajo.