No me gustaría haber sido como Little Nemo de pequeño; su día a día era insulso a más no poder, y siempre condicionado por la presión de sus padres. Sin embargo, se podría decir que sus sueños representaban todo lo contrario; aventuras divertidas, delicadas, radiantes y sobre todo, aparentemente inofensivas para el lector.
Pero claro, cuando son los años 80, vives en el extrarradio de Barcelona, tu padre tiene que vender gaseosas para mantener a la familia y ya con el añadido de tener un enganche con la cucharilla y la aguja de agárrate y no te menees , pues…los sueños pueden ser muy diferentes.

Porque aquí no se te conoce con el inocente nombre de “Pepín”; aquí eres “el Niñato”.
Porque aquí, cuando te enredas con las sábanas, no recibes una reprimenda…aquí te juegas literalmente la vida, debido a la impresionante mala leche de tu padre.

La interpretación de los sueños de los niños siempre ha sido un tema muy candente en la psicología, sobre todo cuando su evaluación se enfocaba en determinar en ellos carencias de algún tipo. En el caso de Little Nemo podríamos decir que el personaje esperaba con ansia la hora de acostarse para suplir y compensar todas sus carencias. Pero el Niñato evita a toda costa entrar en esos mundos ligados al descanso en la cama, ya que son incapaces de compensar ninguna carencia de nuestro personaje; una carencia muy difícil de suplir, si no tienes dinero o contactos fiables.

La mayor parte (por no decir todas) las desventuras oníricas de este cómic se basan en el ansia de poseer tres cosas; heroína, heroína y heroína…una de las grandes protagonistas de esa época, nacida de las ansias de probar cosas nuevas, de la falta de información y de la necesidad de evadirse de las miserias diarias.
Todo esto encuadrado una ciudad que ya no es la que era, un lenguaje que ya no es el que era, un estilo de vida que ya no es el que era…en resumen,  una época que ya no va a volver. Lo que si que parece sempiterno es el contexto social que se repite generación tras generación, con diferentes barnices.

En resumen, estamos ante una cuidada reedición  del cómic original de 1986 de Gallardo (1955, Lleida – 2022, Barcelona), que para muchos representa el punto de partida del autor hacia otros campos del cómic, menos encorsetados desde el llamado “cómic underground”.

Al menos para este que os escribe, es el mejor trabajo de este autor desde el punto de vista gráfico. En cada historia se plasman homenajes a campos muy variados ( y a veces enfrentados) del cómic y del cine.

En cuanto a las historias en si, es raro que cada página no provoque carcajadas al lector, a pesar de las tristes y dramáticas circunstancias en las que se ve inmerso el personaje.
Este mérito es aun mayor sobre todo teniendo en cuenta que “El Niñato” salió un poco como “sustituto de emergencia” del entorno de amistades de Makoki, consiguiendo desligarse de su esquizoide predecesor. Y es que, aunque se mueva en ambientes parecidos, “El Niñato” tiene poco que ver con “Makoki; uno representa la inocencia, candidez y fragilidad inherentes a la infancia y el otro la fuerza bruta, desconfianza, experiencia y dureza de la edad adulta.
Yo personalmente, no me puedo quedar con solo uno.