Las idas y venidas mentales de Ganges son ya un clásico del cómic independiente americano, a algunos les tirará para atrás un cómic con una carta de presentación así, a otros el simple hecho de que sea capaz de remover inquietudes y de cuestionar certezas nos resulta un reclamo suficiente, sobre todo en un momento en que la sociedad vive sumida en cierto uniformalismo ideológico, sostenido en parte por las redes sociales. Ante la gran escasez de nuevos pensadores, las noches de insominio del bueno de Glen Ganges son un auténtico tesoro para aquellos que esten dispuestos a ejercitar su mente, claro.
Excelente carta de presentación en España del autor italiano Miguel Vila (Padua, Italia, 1993), es esta novela gráfica que trata un sutil eslabón entre los cómics que aquí situariamos en el underground barcelones de El Víbora por su fondo, con los tebeos de narrativa diagramática de Chris Ware en el cambio de milenio, en la forma.
El resultado es una historia muy fuera de lo común, hablando de los cánones de belleza que se dan por sentado provocan el deseo. Pero también fuera de lo común en la forma de contarla al lector esquivando también los cánones visuales y las narrativas de la pornografia o el cómic erotico, en tanto continente permite reformar contenido.
El alúd de novedades casi entierra a uno de los trabajos más importantes de este año. Mal acostumbrados a la maestría gráfica de Charles Burns, esta primera entrega de Laberintos no puede pasar por alto. Aquí se conjugan todas las virtudes de uno de los autores más importantes del cómic, al servicio de la que es a día de hoy y según sus palabras su obra más personal y biográfica. Haciendo de la veteranía un grado Burns volvió a deslumbrar con su peculiar lírica que mezcla lo onírico, el romance y el terror magistralmente .
El detallismo se mixtura con el horror vacui en un personalísimo estilo que sacude al lector de evocación en evocación, absorto y abducido al mismo tiempo por la misma noche que seduce a los protagonistas y los atrapa en los fascinantes entresijos del bullicio, el frenético ritmo del exceso, la fugacidad de la alegría exultante y lo efímero de las relaciones que se extinguirán con los rayos del sol. Una triada de personajes totalmente diferentes en cuanto a caracteres, historias previas y expectativas de futuro, Jona, Victoria y Rufo, emprende un viaje por una ciudad que vibra y descubre sus encantos al compás de las horas nocturnas para todo aquel que desee perderse en sus entrañas. Desde su convergencia en un restaurante de moda, el deambular de sus pasos los arroja en diferentes direcciones y a través de su vagabundeo recorremos, cegados por la luz de neón, pubs y discotecas, para volver a la oscuridad de la noche
Me parece un hecho pionero (y acertado) tratar un cómic sobre represión violenta bajo el punto de vista bélico. Porque posiciona aquellos actos como “crímenes de guerra”. A las claves tácticas de los sucesos (el autor aporta mapas y diagramas de los lugares de los hechos) les suceden una expresiva crónica que no se anda con cortapisas. Backderf tiene un estilo de expresividad bastante binario que, sin embargo, encaja bastante bien aquí. No me ha costado relacionar su estilo “underground” con el de los cómics bélicos antibelicistas de Harvey Kurtzman.
Kent State resulta así en una historia arrolladora, que no haría falta decir relevante en los tiempos presentes. Por lo que busca que no se olvide en unos tiempos de atropellos a la ciudadanía por parte de sus gobiernos electos.
Donde muchos tebeos de acción han perdido la conexión con la fuente primal, con el sentido de la maravilla y el empoderamiento para hacer el bien, Westvind lo recupera con aparente naturalidad y sencillez. Y lo hace además homenajeando a las mujeres que han construido con sus manos, conectando la fantasía con lo real. Westvind lo baraja todo y lo pone en marcha fascinado al lector con su salvaje baile de formas y sin buscar un solo enemigo al que emplear de piñata.
Grip es un cómic místico, que mira hacia adentro y hacia arriba. Que no parece tener límites. Que inspira. Es una fuerza en sí misma. Una fuente de energía, para dejar arrastrarse con ella y en cierto momento para nadar con ella.
He quedado muy cautivado con la lectura de la tercera novela gráfica de este autor brasileño que, para mí, es la primera que abordo. Y tengo que confesar que ahora me gustaría haber leído su obra precedente, por un lado, para poder triangular mejor sus temas, sus intereses, su forma de narrar. Pero también para seguir disfrutando de las intensas y muy reales historias que es capaz de contar.
Rutu Modan, con muchas agallas e ingenio construye una sátira afilada, salpicada de diálogos ocurrentes, que va dejando por el camino numerosas víctimas, pocas de ellas inocentes, y en la que reparte munición contra todo el que se ponga por delante, desde el ejército o las autoridades hebreas hasta el ISIS, los activistas palestinos o los judíos ultraortodoxos. Un cómic inteligente en el que simplifica todavía más su dibujo al acercarse casi a la caricatura en el diseño del rostro de alguno de los personajes (Nili Broshi, la protagonista, el profesor Rafi Sarid o el matrimonio Abuloff), elección que casa a a la perfección con las situaciones grotescas que describe.
En Bautismo se detecta un interesante detenimiento por lo procesual, un camino que lleva de A a B a C, que requiere una gran paciencia por parte del dibujante y que casi paradojicamente, no apresura la narrativa para que el lector no pueda escapar de ella y viaje fluidamente a través de la historia. Y así es. Este Bautismo se lee en un suspiro y sobrecoge en numerosos momentos a pesar de que todos sus tropos de género sean bien conocidos por el lector. Es definitivamente una cuestión de forma, tan pulida en su día, que resiste muy bien al paso del tiempo y a la experiencia lectora más granada.
Este año han coincidido un buen puñado de obras de no ficción que han asaltado el ámbito del cómic para definitivamente demostrar que es un medio potentísimo para vehicular este tipo de discurso. Quizá el testimonio descarnado de Lee Ok-Sun recogido por Keum Suk Gendry-Kim haya sido uno de los acontecimientos literarios del año. Los recuerdos de Lee, convertida esclava sexual durante la ocupación nipona de Corea, han deslumbrado en los diferentes paises donde la obra se ha editado.
Keum Suk Gendry-Kim esclarece uno de los capítulos más oscuros y siniestros de la historia contemporánea a través de cerca de quinientas páginas donde coexisten lo peor de la condición humana, la esperanza y la fuerza interior.
Christophe Blain une fuerzas con el ingeniero de l’École Polytechnique de Paris, Jean-Marc Jancovici, para realizar un estupendo ensayo sobre lo que seguramente se supone será el devenir de nuestra existencia. Este libro supera cualquier tipo de encorsetamiento formal al mismo tiempo que descubre lo maravilloso que puede resultar el cómic para fines divulgativos. Blain pone toda su pericia gráfica al servicio de las ideas de Jancovici y entre los dos construyen el que quizás sea el mejor libro sobre el cambio climático que jamás se haya escrito, no falto de polémica por algunas de sus sugerencias. Indispensable para tomar conciencia del enorme problema que tenemos encima y revolucionario en su planteamiento y exposición.
Como suele suceder con casi todas las obras relevantes de cualquier ámbito, la amplitud de interpretaciones y la variedad de lecturas que sugiere Clase de Actuación la convierten en un trabajo que nos interpela directamente; el simple hecho de que llegue a seducirnos debería provocarnos una seria reflexión. Resuenan los ecos de películas como Short Cuts de Robert Altman o del Hapiness de Todd Solondz (Drnaso ha reconocido siempre su admiración hacia él) o los relatos de Raymond Carver. En parte por que coinciden en su excelente radiografía de la trastienda de los sueños americanos y nos acercan a la pesadilla del americano medio al que le toca lidiar con su vulgaridad y sus frustadas aspiraciones.
El hecho de que todas las posibilidades del medio queden plasmadas y se exploten al máximo justificaría que deba considerarse como un trabajo excepcional llamado a convertirse en una obra referencial que plantea un punto de inflexión en la ficción norteamericana, trascendiendo el territorio de la novela gráfica para equipararse con cualquier creación literaria de altura.
Al igual que su compañero de redacción, Philippe Lançon autor de la novela ‘El colgajo’, Coco sobrevivió a los atentados de Charlie Hebdo. Al igual que él, su relato en primera persona del episodio traumático que a ambos les toco vivir es una alegato sobrecogedor sobre la experiencia de la muerte en primera persona. Un testimonio desgarrador que a pesar de toda esa crudeza se erige como un manifiesto lucidísimo y brillante sobre la libertad de expresión. Fundamental y más que necesario habida cuenta de lo complejo y delicado que parece hoy en día expresarse abiertamente. Coco es de las pocas autoras que parece tener claros sus principios al margen de la tendencia social imperante y eso, con los tiempos que corren, es todo un privilegio para los lectores.