Auténtico puñetazo emocional, este tebeo es por un lado toda una declaración de amor al surf (excepcionales las ilustraciones y evocaciones del mar de Dungo) y por otro lado el terrible relato en primera persona de la pérdida de un ser querido.
Evocando a los fundadores del surf (Duke Kahanamoku y Tom Blake), aquellos que marcaron la pauta de como cabalgar sobre las olas, Dungo intentará arraigarse con fuerza al difícil vaivén emocional que supondrá ver como la vida de su pareja, afectada de un cáncer óseo, empieza a apagarse.
Ganador en la edición de 2020 del festival de Angoulême al mejor cómic de 2019, auténtica maravilla en varios aspectos:
La documentación histórica, la evocación gráfica del París del siglo XVIII, la mezcla entre el trazo apresurado y la grandilocuencia de algunas viñetas…y por encima de todo el espectacular enfoque narrativo a varias voces magistralmente trenzado.
Este es uno de los mejores libros (no ya tebeos) que se han escrito alrededor de los convulsos días de la revolución Francesa. Imprescindible
A medio camino entre los universos de Miyazaki o Moebius, este auténtico despliegue gráfico seduce por la enorme capacidad de su autora para la configuración de espacios y naturalezas singulares. Esta fábula situada en un contexto desértico presidido por el enorme esqueleto de un cetáceo al que diferentes moradores intentan acceder es sin duda alguna uno de los trabajos que más y mejor a revitalizado al cómic en este año.
Los cómics sobre medicina gráfica han tenido unos acercamientos muy prudenciales a adoptar un tono humorístico. Suele imperar la necesidad de divulgación y el tono intenso acorde al drama vivido por los afectados. Por eso puede sorprender este relato de Émilie Gleason ( México, 1992) inspirado en la experiencia de convivir con su hermano que padece trastorno del espectro autista.
La verdad es que no creo que Gleason haga tanto un tebeo de humor como un tebeo que usa el lenguaje visual del tebeo de humor para narrar todo aquello que le sucede a una persona aquejada de esta enfermedad y que desde fuera puede resultar bizarra o extraña. En ese sentido la obra podría encajarse mejor dentro del moderno género del posthumor.
Los locos del gegika nos traslada a la fundación del cómic japonés para adultos poniendo el foco en las vicisitudes sociales y cotidianas de sus fundadores Takao Saito, Yoshihiro Tatsumi y Masahiko Matsumoto más que en los aspectos teóricos o los discursos que encumbraron esta nueva vertiente del manga. Un excelente fresco de la dura realidad por la que tuvieron que abrirse paso sus protagonistas. Entre el neorrealismo y el humor. Delicioso e imprescindible para cualquier adepto al género.
Elaborado en bitono negro y naranja, Delisle utiliza en la narración este último color como contrapunto a su escala de grises habitual, salpicando elementos como su camiseta, el humo -omnipresente- de la fábrica de papel y otros detalles clave para la composición de la viñeta. El naranja sirve aquí también para trasladar la sensación de calor, tanto el del ambiente de la fábrica como el del propio verano en el que transcurre la historia, sin duda otro de los aspectos predominantes en esta crónica de juventud.
Una mirada atrás donde subyacen detalles de alto alcance emocional sin caer en la nostalgia facilona del cualquier-tiempo-pasado-fue-mejor, convirtiendo a esta en su obra más personal hasta la fecha y en otro tebeo indispensable de uno de los mejores autores del momento.
Fábula renacentista y por desgracia último trabajo del malogrado Hubert, despunta la astucia, el humor y sobre todo el excepcional dibujo de Zamzim (este tándem ya había rubricado grandes tebeos en el pasado). Piel de hombre viene precedida por haber cosechado elogios del público como de la crítica especializada (se llevó el premio de la asociación de críticos franceses la ACBD) y damos fe que son más que merecidos. Una delicia.
Toman el espíritu de Tillieux como inspiración remota para construir algo propio, acorde con sus respectivos estilos e inquietudes. El resultado es un tebeo estupendo, algo más negro, agresivo y desencantado que los clásicos del género. Lleno de contrastes, recrea con naturalidad los escenarios soleados y optimistas de la Costa Azul con los sórdidos barrios del extrarradio parisino, para dar forma a un relato policiaco intrigante salpicado de personajes inquietantes y acción
Podríamos apresurarnos a identificar el choque entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte, como afloraban en Devastación. Sin embargo, aquí ambas parecen funcionar en el mismo sentido. La historia de Eleanor es la de una mujer en el último escalafón de la jerarquía familiar cuya vía de escape o forma de rebelión ante la sociedad patriarcal que la conmina a unas obligaciones y deberes, procede de la sublimación de sus deseos sexuales con “alguien” que habita en el espejo de su habitación.
Pocos lugares han sido un polo creativo tan efervescente como París en el período de entreguerras del siglo XX. Muchos reconocidos artistas eclosionan allí y muchas historias se pueden contar sobre ellos. Una de ellas es sin duda la de Anaïs Nin, una escritora que en los años 70 sería reconocida como un referente del feminismo. Desde pequeña tenía la pulsión por la escritura como expresión artística, que reflejó en las miles de páginas escritas en diarios relatando su vida.
La labor de rescate que está llevando a cabo Gallo Nero con autores del gegika más menos desconocidos por estos lares es realmente un regalo para el lector de manga. Este año la sorpresa ha sido la edición de este volúmen que recoge algunas historias de Seiichi Hayashi. Autor de trazo minimalista y discurso poético a la vez que inquietante, al que previamente publicaron Fulgencio Pimentel en la antología ‘Terry’ o en -un ejercicio arriesgado- Ponent Món (Elegía Roja) en 2008. Imprescindible.
Si en su anterior álbum nos explicó cómo volvió a dibujar, en este nos explica cómo se convirtió en dibujante. Para ello tira de humor, género que domina sobradamente y que demuestra con un riquísimo y variado despliegue de recursos. Lenguaje, tono, sarcasmo, ironía, sátira, chistes, gags, juegos de palabras, dobles sentidos, «mise en abyme»… todo sazonado en su justa medida y en el momento exacto. También destaca el trazo caricaturesco de los personajes, que contrasta con el realismo de los paisajes.
Ceñido a un cierto clasicismo formal, sin artilugios formales, esta aventura de motivaciones literarias que nos traslada al París de los años 50 (plena explosión existencialista, poca broma) tiene entre sus virtudes la de un guion magistralmente hilvanado, y excelente elenco de personajes perfectamente definidos.
En definitiva una buena historia muy bien contada.