Era esperado y al final llegó el momento, el regreso del Cómic Barcelona de nuevo en presencial y con sus pabellones gigantes. Un esperado regreso al contacto con los tebeos en el evento más emblemático del panorama, que este año lo han hecho coincidir con su 40 aniversario y que para abreviar lo llamaremos ‘el salón’.

 

Hay muchas formas de acercarse al salón. Incluso de no acercarse, ni con un palo. Un evento de este cariz no puede evitar polémicas y muchas discrepancias. No es sencillo gestionar un salón que pretende presentar todas las sensibilidades de los tebeos y acercarlas a cuanta más gente mejor. Pero el quid sería ese, que vaya mucho público y compre tebeos, y se amplíe la base lectora. Cuantos más lectores haya mejor para disminuir la precariedad del sector, que al fin y al cabo es el motivo final de cualquier polémica y problema.

 

Así que nos acercamos al salón de este año desde la perspectiva de una visita familiar como actividad lúdica. Aquí quizás este el primer handicap, entrar al evento para una familia que quiera pasar un rato por allí, una pareja con dos hijos ya se van a los 40€. A los que hay que añadir los gastos dentro, y teniendo en cuenta que no se puede salir y volver a entrar, o cuentas con presupuesto para comer o se opta por llevar bocadillos. Eso ya implica cierta planificación, y por tanto se está perdiendo parte del público que decide en último momento qué hacer.

 

Para una entrada de precio considerable vemos que es lo que ofertaba el salón este año. Empecemos por las exposiciones. Este año se notaba las dificultades económicas tras dos años de pandemia y evento digital. Muy modestas las exposiciones. Emotiva y con buenos ejemplos, pero muy sintética por no decir pequeña la dedicada al recientemente desaparecido Gallardo, al que en su honor han nombrado los premios al autor revelación. La del 40 aniversario era curiosa, muy institucional, pero con mucha información que es una lástima que se pierda y no se recopile en formato digital. Toda esa información quedaría fantástica en formato web y es una pena que no se considere esa opción, más después de la experiencia pandémica y la mayor importancia que los contenidos digitales han adquirido. Lo mismo pasa con muchas de las charlas que se producen en el salón. El viernes hemos visto charlas en las que casi (o sin casi) había más ponentes en la mesa que público. Pero con conversaciones interesantes que podrían ser grabadas y conservadas. También hubo dos conciertos, el viernes el de Tronco, con Conxita tras su polémica en el salón del 2017, ilustrado por Álvaro Ortiz y Roberta Vázquez. Entrañable y muy agradable, en un auditorio magnífico en el que apenas había 40 personas.

 

Otras exposiciones, la dedicada a Aroha Travé, autora revelación y única exposición de ganadores del año anterior, tras la polémica que ha dejado muchos autores en sus casas. Demostraba la potencia de la autora, pero la dificultad de hacer ese tipo de exposiciones atractivas cuando la producción del arte original es totalmente digital. Un tema complicado para el que parece no se ha encontrado todavía una solución atractiva.

 

Y la exposición dedicada a los juegos de rol y su relación con el cómic, a partir de creadores de cómic que también son jugadores y en algunos casos introducen ese tema en sus tebeos. Curiosa y limitada de nuevo por las cuestiones económicas. Las expos estaban muy lejos de aquellos excesos de antaño. Eso pesa, y habrá que buscar remedio en el futuro. No compensa ir al salón para ver las exposiciones.

 

Vamos al salón con los peques de casa. Ahora hay una sección dedicada a ellos, allí podemos hacer chapas dibujadas por nosotros, colorear dibujos, leer tebeos en una biblioteca. Y sin son muy peques un castillo hinchable. Se hacen talleres de dibujo y hay charlas de la Joso. Hay que planear un poco los horarios. Y quizás lo de pintar y dibujar, que sin duda es la base de los tebeos, sea una actividad bastante sobada para los peques. Pero ese espacio es necesario.

 

Los peques donde van a pedir ir, y donde vamos a pasar largos ratos, va a ser en la zona Nintendo, echando partidas a la última novedad de la Switch. Un espacio necesario para atraer al público más generalista y para tener un soporte económico para el salón. Tenía su espacio reservado en un lado del salón, y es uno de los más visitados por el público infantil. Es necesario que estén, pero habrá que buscar temas o modos de enlazarlo más al mundo de los tebeos.

 

Pero al salón se va principalmente a ver tebeos. Al mercadeo. Los stands este año estaban muy jerarquizados y cada cual buscando espacios temáticos bien delimitados. El merchandising directamente estaba en otro palacio, con lo que no sé si habrán estado muy contentos con la ubicación. En el palacio principal a la entrada se encontraban las editoriales más pequeñas, las de tamaño medio, seguidas de las librerías aún lado y al otro lado el espacio de fanzines y de artistas con venta directa. No es mala posición y la disposición parece lógica, aunque nunca es del gusto de todos.

 

En la parte posterior estaban las grandes editoriales, las multinacionales, y las grandes librerías, con unos stands cerrados que imitan las de los grandes de Angouleme, un espacio expositor de tienda cerrada y espacios para las firmas en los exteriores o en los entornos de los stands. Un tipo de stands que no acaban de gustarme y que acumulan más gente y a veces ya ni entras.

 

Lo más importante del salón, y al final lo que parece que todavía atrae a la gente a pagar la entrada es encontrar a los autores. El poder acercarse a ellos y llevarse un tebeo dedicado con algún dibujillo sigue siendo uno de los alicientes más importantes. Autores internacionales invitados por editoriales y el propio salón, que este año se veían a veces en sesiones de firmas a las que no iba mucha gente, otros que tenían largas colas. Quizás se han echado en falta los autores de la polémica del año pasado. Una ausencia notable dentro del sector. Pero también quizás poco notable para el público que va al salón y encuentra otros autores y otros tebeos. Posiblemente se haya notado más la ausencia de Jan, y sobre todo de Ibañez y sus infinitas colas buscando dedicatorias.

 

En la planta superior del palacio de stands estaba la zona de cosplay y de combates con espadas de espuma. Más actividades para otro sector de afición que también encuentra espacio en el salón. Actividades que se buscan para tener entretenida a la gente y moverla, como la sección de juegos de mesa y rol. Que a priori parece otro añadido un poco forzado, pero que tienen mucho más en común con los tebeos que otras de las actividades propuestas.

 

En el patio exterior y sin sombra había las mesas y los foodtruck, con colas larguísimas a la hora de comer, ya solo conseguir algo para beber se convertía en otro periplo o otra cola más de las que se hacen en el salón. Así uno va pasando el día, entre cola y cola.

Pero entre una cosa y otra se te pasa el día volando, con unos cuantos tebeos más. Muchos están firmados, y sin exagerar que para comprar cosas que puedes encontrar en tu tienda habitual al mismo o menor precio tampoco hace que te vayas a cargar.

 

Como en todos estos eventos al final la parte social es lo que más importa. Ir y encontrarse con amigos, con colegas, conocer autores y editores. Ese es el quid. Esa es la parte que hay que potenciar. Y que en un evento más pequeño como el Graf parece más sencillo que en uno tan grande como el salón. Y en espacios hay que reconocer que es grande, las distancias a recorrer empiezan a ser considerables, y entre espacios y entre stands los pasillos son amplios. Uno no tiene sensación de agobio y aglomeración en ningún momento, mejor teniendo en cuenta que seguimos bajo la sombra del covid. Mucho espacio que parece hace que la gente esté más dispersada y no de la sensación que se alcancen los más de cien mil visitantes que tradicionalmente anuncia la organización. No da la sensación de esa cantidad de público, pero la gente de los stands se veía satisfecha con el nivel de ventas que hacían.

 

Un evento que intenta aunar todas las sensibilidades del sector, que se nota que intenta seguir el cambio iniciado con la nueva dirección antes de la pandemia, para volver a poner a los autores en el centro y buscar que nadie de un sector tan precario no esté representado. Pero que tiene muchos problemas que no se lo van a poner fácil, la pandemia no ha ayudado a ello, ni tampoco los errores que generan polémicas que no ayudan. El Cómic Barcelona ahora mismo es el hermano pequeño del salón del Manga, mucho más pequeño. Y aún siendo más pequeño tiene que contentar a muchas más sensibilidades y protagonistas. Muchas formas de entender los tebeos. Pero sobre todo tiene que ser capaz de volver a atraer a un mayor público generalista y que todos salgan con un tebeo bajo el brazo. Solo ampliando la base lectora se pueden dar pasos para reducir la precariedad estructural del sector.

 

Y bueno, los premios. La verdad sea dicha, es que a la familia que visita el salón, lo de los premios poco le importan.