En este país donde tan poco se prodiga el periodismo de investigación siempre es una grata sorpresa toparse con una obra como ‘El Negocio de los negocios 1: El dinero invisible’.
Acostumbrados a un periodismo cada día más idiotizado, sometido a la ley de la inmediatez y en el que incluso los periódicos tradicionales (de pago) han bajado su listón a la altura del amarillismo y del sensacionalismo de los periódicos gratuitos.
Al margen de llenar ese hueco otra de las gratas sorpresas que ofrece este trabajo es el hecho de que viene a ensachar la brecha del género documental dentro del universo de los cómics, cuyo máximo y más reconocido exponente hasta la fecha es el autor Joe Sacco -nos referimos sobretodo a sus trabajos ‘Palestina’ y ‘Gorazde: Zona protegida’- y al que han ido sumándose otros autores como el veterano Harvey Pekar (su repaso a la generación Beatnik en ‘The Beats’ o el relato de las manifestaciones estudiantiles de la america de los 60 en ‘Students for a Democratic Society: A Graphic History’ recientemente publicados tenían el rigor de un buen documental), Emmanuel Guibert (su colaboración junto el fotógrafo Didier Lefèvre funciona com perfecto reportaje de la actividad de ‘Médicos Sin Fronteras’ en el terreno) o Michael Crowley y Dan Goldman quienes utilizaron el cómic para relatar las vertiginosas campañas de McCain y Obama en “08: A Graphic Diary of the Campaign Trail”.
Lo que a priori podría parecer un hecho aislado: el cómic basado en el formato de reportaje, parece haberse convertido en una tendencia que enriquece al medio. Aunque no caeré en la trampa de decir que ‘normaliza’ la situación del cómic con respecto a otras disciplinas, me parece una absurdidad y sobretodo me parece que más que un favor lo que hace es justamente estigmatizarlo. No es el canal lo que debe justificar el valor de la obra si no la manera y la forma en la que se nos relata la historia.
Periodista y autor de varios libros sobre la materia, Denis Robert (auténtico instigador y alma mater de este proyecto) se ha especializado en el espinoso tema de los paraísos fiscales. Su investigación le llevó a destapar el caso ‘Cleastream’, del que justamente hace poco supimos que el ex-pirmer ministro francés Dominique Villepin había salido indemne.
A día de hoy el propio Robert está también pendiente de juicio por haber inculpado a la sociedad Clearstream Banking S.A en una trama de blanqueo de dinero que, recordémelos, salpica al mismísimo presidente de la república Nicolas Sarkozy.
Para Robert cualquier medio es válido para hacer más expansiva su personal cruzada dedicada a denunciar el abuso de poder y el mangoneo estatal que predomina en el viejo continente.
Depués de sufrir fuertes desengaños con su profesión, dejó su puesto como periodista en la sección de política de ‘Libération’ y se dedicó a publicar libros sobre la materia. Luego llegaría este cómic y ahora Robert ha pasado a emitir su denuncia a través de una exposición (‘JUNK’)de cuadros basada en los famosos listados extraídos de la investigación (JUNK).
En lo que se refiere al cómic el resultado es un tanto desigual, el dibujo deYLaurent Astier no pasa de la corrección y se somete al dictado de la trepidante acción de los devenires de Robert.
Salpicado con bastantes pasajes de la ‘desastrosa’ vida doméstica de su autor, su lectura Implica un cierto grado de interés por la materia, cuando quizás debería ser al contrario, es decir la manera de narrar y destapar capas de la investigación deberían suscitar por si solas el interés del lector.
La cantidad de nombres citados puede también inducir a la confusión al tiempo que entorpece la fluidez con la que en general transcurre el relato (lo de de incluir las notas al final del relato es un poco matador, siempre es mejor que se contextualicen en página, aunque en este caso entendemos que se hacía díficil dada la abundancia) .
Se trata más bien de un cómic pensado para el lector ocasional que no de un cómic para los más puristas. El dibujo sirve únicamente de apoyo a la historia y es quizás este aspecto el que creará sarpullidos y grima entre las esferas de ‘conaisseurs’ y entendidos en la materia comiquera. No hay lugar para la disertación sobre el estilo o la puesta en página, aquí de lo que se trata es de hacer llegar el mensaje, de embaucar al lector en la trama. El resultado, todo sea dicho, dista mucho de provocar ese frotar de manos que generan los buenos relatos periodísticos de investigación (un perfecto ejemplo sería el film de Pakula sobre el Watergate ‘Todos los hombres del Presidente’). El ego (un tanto desmesurado) de Robert eclipsa gran parte de la historia y al final queda un extraño regustillo: la denuncia, la materia y el caso en sí pierden fuelle a medida que aumenta el lado auto-compasivo de la narración .
Esperemos que las próximas entregas (se trata del primer volúmen de una serie) ahúnden menos en la personalidad del autor y más en su ‘forma’ de llegar al ajo de la cuestión.