Es muy fácil subestimar estas aparentemente inocentes historias de la vida cotidiana de una chica corriente como tú y como yo. Pero a la que llevas una docena de estas historietas leídas y estás ya metido en la cabeza de su protagonista, de lo que te das cuenta con cierto jijijaja nerviosete (una moneda de dos caras con el humor y el horror a cada lado), es que es Sergi Puyol ( (Barcelona, 1980)) el que se ha metido en la tuya.
Subestimable también por su plantilla firme y constante de página de seis viñetas, y un dibujo sobrio y hierático pero con cierta querencia de vistosidad en su paleta, la verdad es que Las locuritas de Úrsula tiene algo de hipnótico. Como todo ejercicio de hipnosis establece una conexión con el lector a través del entorno cotidiano universal. Y establece luego una dinámica, una rutina a la que acogerse, que es prima hermana de la tira de humor. Introducción, desarrollo y punchline. Puyol emplea esa estructura para conseguir en tiempo récord una profundización en la mente de la protagonista y, por ende, en la nuestra. Consigue así elaborar un retrato de las inseguridades modernas, de esa crítica y autocrítica constante que hace acto de presencia tanto para lo más nimio como para lo más trascendental (especialemente en esos extremos) y que tiene sus bases en un autoconocimiento excesivo y en una sobrevaloracion de la opinión y la forma de hacer ajena.
De nuevo, aunque el arranque de esta compilación de historietas tenga apariencia de conjunto de anécdotas pasajeras, lo que sucede en su sucesión es que el campo de batalla por el que se mueve el personaje es cada vez más amplio y, en consecuencia, impredecible, haciendo más complejo y a la vez real al personaje principal. No es nada baladí cierta referencia al “Ulises” en la obra. Un pequeño broche ideal para uno de los ejercicios de síntesis de stream of consciousness más interesantes y manejables vistos en cómic.