Resulta que la historia de piratas que anunció Gipi en su blog como su próximo trabajo al final se ha convertido en una obra autobiográfica de consecuencias dinamiteras.
Por varias razones que paso a enumerar

 1.

El autor de Pisa destroza cualquiera de las categorías o géneros que tantos años de verborrea y sesuda reflexión le habían costado alcanzar a un sector de los teóricos del cómic. Los que se inventaron el término ‘novela gráfica’
Su obra no casa con nada de lo establecido; no estamos ni ante una novela gráfica ni tampoco ante un relato ilustrado: lo de Gipi es algo así como un chorro de ideas, recuerdos e imágenes que tan pronto se evocan mediante el trazo fulgurante de su dibujo como mediante su salvaje escritura (de notables tintes punk, para bien y para mal) y esas brutales estampas paisajísticas al mas puro estilo de un Monet de los barrios periféricos italianos.

2.

No hay un esquema o planteamiento narrativo al uso, pero si unas ganas terribles de explicar todos sus recuerdos más tortuosos. Y aunque es lógico pensar que un relato basado en la en la memoria debería seguir un plan trazado y bien estructurado todo indica que en este caso Gipi se ha lanzado al vacío sin trazar ese plan; esto es a pelo y sin red. La cosa le ha funcionado porqué el tebeo funciona bien, además en plan trotón y no pierde fuelle, exceptuando los momentos en los que aflora el Gipi con dejes existencialista más propios de un adolescente condescendiente consigo mismo.

3.

Decíamos que Gipi había anunciado meses atrás en su blog que su próximo trabajo sería una historia de piratas . Tan pronto como se puso manos a la obra le fueron viniendo estas sacudidas del pasado más inmediato, así que parecía que el proyecto de los piratas quedaría aparcado y definitivamente sepultado.
Pero es que esta autobiografía también tiene la historia de piratas anunciada y de hecho una historia se confunde con la otra y viceversa: el pirata ‘malo’ hace las veces de chivo expiatorio de la paranoia gipiana.

4.

Volviendo al magma de las etiquetas y cayendo en el error de la mividamaldibujada_pagina categorización…¿estamos ante lo más parecido a la ópera rock que ha parido el cómic? Pues quizá sí, aunque ya advertí en el punto uno que Gipi no es personaje cuya obra sea fácilmente clasificable. Sí que se le puede reconocer muchos dejes más propios de la música que del cómic, heredados quizá de su afición al punk i del hardcore: tanto en la vitalidad y la rabia del dibujo como en la apisonadora de reflexiones malrolleras e irreverentes de sus viñetas que destilan la resobada trascendencia de andar por casa de algunas letras de canciones. De hecho Gipi ha realizado varias lecturas en público de la obra demostrando que también es un trabajo que funciona perfectamente como relato oral.

Si a esa “lírica” punkarra le añadimos todo el maremoto de capítulos personales de dimensiones trágicas: enfermedades varias, intentos de suicidio, drogas duras, paranoia, etc… contados con recursos muy similares a los que hemos visto en el cine en películas como Tommy, The Wall, Quadrophenia y All That Jazz (trabajos en los que predominaba la introspección pura y dura del protagonista a base de notables dosis de desvarío, en los que fantasía y realidad se entremezclaban a base de bien) el resultado es una lectura muy ‘física’; los ojos van de un lado a otro de la página hasta dejar al lector en un territorio de difícil orientación. Y es también una lectura que plantea un cierto pulso, un reto, algo así como un vas-a-tener-agallas-de-seguir-leyendo.

5.

El lector trasciende su papel -por definición- pasivo y se convierte en médico de cabecera, psicólogo, portera y vecino. De hecho hay una de las primeras imágenes del cómic que encierra lo que a grandes trazos podría ser el ‘leif motif’ de este relato:

El protagonista acude al doctor por un problema en el pene; el médico le osculta a plena luz del día con la ventana abierta a una galería y con las persianas subidas. “Me van a ver todos los vecinos” le dice y el médico responde “qué va hombre”. Llegados a ese punto quizá Gipi pensó que si su patología iba a ser visible para un buen puñado de desconocidos ¿porqué no podía hacerla pública a lo grande en su próximo tebeo? ¿porqué no explicarlo todo con pelos y señales?

El caso es que la propuesta ha trascendido los límites del gueto del cómic (en cuanto a popularidad y éxito) y esta personal autobiografía de Gipi ha sido uno de los tebeos más vendidos el año pasado en Italia haciendo patente a su vez una de las más significativas características del ser humano: el morbo y el voyeurismo. Porque, desengañémonos, la mayoría de ese ‘nuevo’ público surgió con el ánimo de conocer los detalles de la enfermedad genital del autor y no por todas estas cualidades que aquí les hemos enumerado.

Cualidades por cierto que convierte a Mi Vida Mal Dibujada en un punto y aparte muy serio dentro del noveno arte.

Es cierto que algunas obras ya habían sentado cátedra de lo que podría llamarse la narrativa de lo patológico -sin ir mas lejos el recién reeditado La Ascención del gran Mal de David B.- y también hay un buen puñado de cómics que han trascendido el género del relato autobiográfico sin pudor -como El Playboy de Chester Brown– pero desde entonces nadie había conseguido dar una nueva vuelta de tuerca y conseguir lo que realmente crea afición en todo este tinglado: hacer creer al que lee que está ante algo realmente nuevo.