Desde hace más de una docena de años los mangas del Shintaro Kago (Tokio, 1969) van llegando con regularidad a las mesas de novedades españolas. Este es el segundo de una serie de cuatro tomos, publicado en 2024 por la editorial italiana Hollow Press. Es un manga para lectores adultos con sexo y violencia explícitas.

Kago presenta un mundo hípertecnológico, y con un punto distópico, pero que sufre las consecuencias de una guerra reciente en forma de mucha población con mutilaciones. A causa de ello, las prótesis orgánicas están muy desarrolladas y extendidas entre la población. Ello permite a Kago dibujar la carne humana mutilada y amputada en sus más variadas y grotescas expresiones. Cualquier lector informado ya sabe todo esto antes de abrir un título de este mangaka representante del eroguro. El eroguro un género en el que convergen el humor negro, el surrealismo, la immoralidad, el erotismo y lo grotesco.

El budismo tienen gran importancia en esta obra y el lector deberá informarse para estar a la altura del reto intelectual y religioso que Kago le plantea. En este mundo clasista y jerarquizado la reencarnación es el objetivo principal de todos sus habitantes. Kago gasta muchas viñetas en explicar conceptos teóricos de dicha religión con un tono excesivamente didáctico y poco narrativo. Aún así, sorprende, por poco usual, un cómic contemporáneo con alto contenido religioso.

El manga se escora rápidamente hacia el género negro; ya que dos investigadores buscan las causas de que unas prótesis autónomas y criminales vayan sembrando el mal. Otra pareja actúa como némesis de los investigadores, son dos delincuentes que primero se unen a una secta religiosa y tras abandonarla se asocian para obtener beneficios económicos con estas prótesis defectuosas. Ciudad Parásito, a la espera de ver cómo concluye la trama en sus dos entregas restantes, podemos afirmar que haría las delicias del guionista chileno Alejandro Jodorowsky.

De todo lo analizable en Ciudad Parásito nosotros nos detendremos en dos elementos. El primero, y más relevante, es que en este manga lo inesperado ocurre a cada momento. La incertidumbre en la existencia humana es la norma. El caos puede desatarse en cualquier momento. Los personajes lo saben y su búsqueda de la reencarnación es su manera de conjurar este mundo lleno de sufrimiento y dolor.

El segundo elemento relevante es el dibujo del cuerpo humano que en muchas ocasiones aparece representado como si se tratase de piezas de carne humana. Hay una pasión desmedida y enfermiza por el cuerpo humano que se basa en alterarlo, fraccionarlo o combinarlo de mil maneras posibles ya sea en un entorno violento, sexual o laboral. Como referentes podemos citar al pintor Francis Bacon o al cineasta David Cronenberg; pero llevados hasta el exceso nipón. Sorprende negativamente que dicha devoción por el cuerpo humano sea boicoteada por el propio historietista colocando muy a menudo bocadillos que literalemente tapan al personaje en la viñeta. El estilo gráfico amable de Kago choca con una representación dónde lo grotesco es la norma.