Decía François Truffaut que a él cuando le gustaba un realizador le gustaban todas sus películas, porque en cada una de ellas encontraba algo que reafirmaba su vinculación.
Se trata sin duda de una opción un tanto arriesgada y radical, pero es verdad que hay autores que son capaces de generar ese tipo de afinidad: poco importa lo que nos puedan decir o lo que podamos leer sobre su último trabajo porque sabemos que en cuanto podamos lo leeremos y además con ganas.
Confieso que con Guy Delisle me pasa eso, difícilmente dejo escapar nada que lleve su firma porque es un autor que consigue generar ese extraño magnetismo.
En su caso no me parece raro que haya conseguido ese grado de seducción. La serie de cómics centradas en sus vivencias en el extranjero: Shenzen, PyonGang y Crónicas Birmanas (Astiberri) son un subgénero dentro del cómic equiparable a los tótems de la gran literatura de viaje, y esa manera tan de estar por casa de hacernos partícipes de sus reflexiones en otras latitudes lo han convertido en un autor muy próximo. El tipo de personaje del que te sueles preguntar cosas como por ejemplo
“¿Qué hubo antes del Delisle Viajero?”. Sobretodo si desconoces su obra anterior.
Parte de esa respuesta la encontramos en Cómo no hacer nada, una recopilación de historietas aparecidas originalmente en publicaciones fracesas como Lapin (L’Association) o la canadiense Spoutnik (La Pastèque) que van desde 1995 hasta 2002 y que podría ser algo así como la génesis de Delisle.
El repertorio incluye una primera historieta La Primera Viñeta a modo de prólogo en la que Delisle ilustra las vicisitudes “reales” de su cambio profesional: el paso que le llevó a dejar de ser un empleado de una empresa de videojuegos para ser el autor de cómics que hoy conocemos y el angustiante relato de su primera experiencia con el folio en blanco.
Como todo el mundo sabe los principios son duros, difíciles, complicados y sobretodo -en el ámbito de la creación- suelen ser atonales. Algo que queda patente en el material recopilado aquí. Puede que haya alguna historia floja, sobretodo en los primeros escarceos donde predomina cierto batiburillo gráfico y narrativo, pero lo más destacable de este material son los sorprendentes hallazgos dentro de lo que hasta ahora pensábamos que era el universo delisliano.
Por ejemplo su vertiente más gamberra reflejada en Amélie, historieta de pequeñas viñetas sin diálogo. Un género al que dará rienda suelta en Aline et les autres (L’Association, 2002) y en Albert et les autres (L’Association, 2002), o más recientemente en su último trabajo Louis à la plage (Delcourt, 2008).
Su lado fabulador en El Gigante Dormido o Youri y Youri o su tremendo potencial humorístico y surrelista patente en La Historia del perro en el agua.
Si bien el libro presenta muchos altos y bajos, no tanto en lo que se refiere a la calidad si no más bien a la gran variedad de estilos y temáticas, es muy curioso observar como poco a poco y a medida que transcurren las páginas y los años se va gestando el tono, la forma y el estilo en el que Delisle irá afianzando más adelante su producción. Ese particular modo en que a través de lo anecdótico (véase su encuentro con Muñoz en Reverencias Y Postraciones) es capaz de atrapar al lector y seducirle hasta creer que lo que tiene delante es liviano y sencillo como la vida misma; aunque todos sabemos que solo los grandes son capaces de llegar a ese punto de brillantísima sencillez. Gracias a esta recopilación nos percatamos de que el camino hasta ese grado de aprendizaje pasa por muchos y muy diversos derroteros.