En la Nueva York del futuro (o del presente) se presenta un escenario post-apocalíptico en el que solo los niños han sobrevivido a una bomba especial: un artefacto capaz de erradicar a toda la población “adulta” de la faz de la tierra. Un reset en toda regla.
Los argentinos Carlos Trillo (Buenos Aires 1941 – Londres 2011) y Horacio Altuna (Córdoba, 1941) firman esta distópica narración en la que los niños asumen el control y donde se plantea la paradójica situación de tener que afrontar la madurez sin haberse despojado aún de la niñez. Un interesante juego que permite a sus autores explorar y poner de relieve los cimientos de la configuración social.
 

Publicada originalmente en  Zona 84 durante los años 80 en pleno apogeo de las revistas de cómics con contenido para adultos El último recreo, amen de su carácter futurista, recupera parte del contexto y de los temores de aquella época. El escenario post-apocalíptico de la obra es el eco del miedo nuclear y de la Guerra de las Galaxias (no la de George Lucas, si no la de Ronald Reagan). Un miedo que tiene una resonancia al temor nuclear de los años 50. No es casualidad tampoco que esta obra evoque a El señor de las moscas de William Holding, ni tampoco que su recuperación se produzca justo ahora en pleno desbarajuste mundial: con Corea poniendo a prueba el tupé del (temido y mediático) Donald Trump, con el nuevo territorio bélico centrado en las redes sociales e internet (la conspiración de los hackers rusos y las fake news) y más recientemente con la puesta en solfa del valor y el sentido de la Unión Europea con sus constantes crisis de legitimidad. Vivimos un presente de gran agitación en los que no es extraño el despertar del temor apocalíptico.
Pero no es eso lo que hace de El último recreo el clásico imperecedero que es, y que su lectura ahora resulte tan satisfactoria o más que entonces. La humanidad y sus conflictos eternos -o al menos aquellos del hombre moderno- son atemporales y no se circunscriben a una época en concreto. Trillo y Altuna supieron transmitir perfectamente cuestiones que atravesarán siempre el devenir de la humanidad como la angustia y el miedo al futuro o el eterno dilema entre la bondad y la maldad inherente a la naturaleza humana  (“El Hombre es un lobo para el hombre).
Este es un tebeo oscuro, con reflexiones duras, y escenas crueles, pero con trasfondo humanista y optimista, con una moraleja que invita a depositar cierta esperanza en la humanidad, una obra de género con calado moral.
El dibujo de Altuna sirve para potenciar la desosega visión futurista de la obra; juega con los claroscuros, construye personajes de mucha expresividad, las páginas juegan con composiciones que experimentan con el lenguaje del medio, licencias que se permitían aquellas revistas de los 80 y detalles que en la edición de Astiberri están magnificados con una resolución que potencia el aspecto formal de la historia. En algunas páginas se puede incluso apreciar el lápiz bajo la tinta.
En definitiva una edición exquisita para redescubrir un clásico imperecedero.