Tras prácticamente cancelar la edición anterior a causa de la pandemia, este 2022 ha vuelto con más fuerza que nunca el acontecimiento por excelencia del Cómic europeo: el Festival de Angoûleme. Incluso sin su mayor feria, el año pasado, la villa francesa logró colocarse en primer plano ante el mundo – nunca mejor dicho – gracias a la última película de Wes Anderson: The French Dispatch, rodada íntegramente allí. Por supuesto, en esta ocasión, Angoûleme contó con una pequeña exposición de BD sobre el filme – Wes in Town – situada en el Hôtel du Département, que se reconoce en muchos de sus fotogramas. Incluso ese pequeño detalle anecdótico revela el reclamo más imponente de esta nueva convocatoria al Noveno Arte: sus diecinueve exposiciones oficiales. Evidentemente, el número cuenta, pero mucho más la nómina de laureados: el autor más importante del Cómic en las últimas décadas (Chris Ware), el guionista de Asterix, Lucky Luke y El pequeño Nicolás (René Goscinny), una figura mayor en la Historia del Manga (Shigeru Mizuki), algunos de los mejores dibujantes vivos de la BD francesa (Edmond Baudoin, Christophe Blain)… Al respecto, Angoûleme 2022 ha sido la mejor entrega del Festival hasta la fecha, hasta el punto que resulta muy difícil superar esta marca en el futuro.

En palabras de Albert Moteys, el vuelo de Barcelona a Burdeos “parecía el GRAF”, es decir, reunía a una buena colección de profesionales y aficionados a la Historieta. Personalmente, tuve la impresión de remontarme cuatro años atrás en el tiempo ya que compartimos de nuevo este viaje con el dibujante Jordi Lafebre y el editor Octavio Botana, a quien se le quemó la casa de acogida y tuvo que buscar nuevo alojamiento. El Festival de Angoûleme contaba en esta ocasión con una nutrida representación española, desde veteranos como la pareja Altarriba/Keko y Ángel de la Calle – quienes estuvieron firmando ejemplares de sus trabajos – hasta las nuevas generaciones como Javi Rey, que lucía su novedad Un ennemi du peuple, adaptación del dramaturgo noruego Henrik Ibsen. Por igual, entre los nominados, figuraba El sueño de Malinche de Gonzalo Suárez y Pablo Auladell. Inevitablemente a uno se le viene a la cabeza la reciente y justa polémica desatada por el dibujante Sergio Bleda: cada vez hay más autores españoles que trabajan directamente para el extranjero y compiten con ventaja en los premios frente a la producción originalmente autóctona. Afortunadamente este colectivo profesional está dando pasos como la fundación de la Asociación de Autores de Cómic de España (AACE) que debería contar con el apoyo conjunto del sector, empezando por los editores y festivales.

Moi, menteur


 

LAS EXPOSICIONES

 

Opinablemente, el acontecimiento mayor de este Angoûleme 2022 fue la exposición Building Chris Ware que – comisariada por Benoît Peeters – desplegaba el peculiar universo del autor con muchísimas páginas, reconstruyendo sus célebres recortables de papel al tiempo que proyectaba el Quimby the Mouse animado por John Kuramoto. En paralelo, la Galerie Martel parisina inauguró su propia muestra – la tercera que dedica a Chris Ware – donde se podían comprar originales al módico precio de entre diez y quince mil euros, por los que normalmente el galerista se queda la mitad. De entrada, la exhibición era espectacular, al permitir comprobar la minuciosidad casi obsesiva del estadounidense en todos y cada uno de sus formatos – habitualmente muy grandes – que, en ausencia del color, rozan una perfección a la que solo un puñado de maestros puede aspirar. En particular, ya el muro de planchas sobre Joanne Cole – que cubría toda una pared – era suficiente para dejar a cualquiera boquiabierto. La única ausencia, comprensible, es la de aquel pecado de juventud: Floyd Farland, Citizen of the Future, obra ajena a toda la producción posterior del autor. A falta del catálogo, la reedición del libro Chris Ware: la bande desinée réinventeé de Benoît Peeters sirvió como reemplazo temporal hasta la próxima publicación del mismo, asunto sobre el que se rumoreaba en las postrimerías del Festival. Si no pudisteis acudir a Angoûleme, tendréis una nueva oportunidad de ver esta muestra, transformada, en la BPI del Centro Pompidou entre el 8 de junio y el 10 de octubre (coincidiendo con otra de Mattotti en la misma ciudad). Aunque ¿quién sabe? ojalá el buen hacer de Meritxell Puig – directora de FICOMIC – pueda brindarnos estos magníficos originales a la ciudad condal, antes de trasladarse a París. En cualquier caso, Nick Nguyen ha publicado en el blog de International Journal of Comic Art una amplia galería con fotos de la expo, por si las que presentamos aquí os parecen insuficientes (gracias a Javier Gay Lorente por cedérnoslas). Para rematar la faena, Ware ofreció una clase magistral, de la que nos quedamos a las puertas mientras un astuto Paul Gravett se escurría hacia el auditorio.

Building Chris Ware

 

La nave Moebius – antigua sede del CNBDI – presentaba otras dos exposiciones sobre autores franceses: Aude Picault y Christophe Blain. Con permiso de la primera (aquí tenéis una serie de instantáneas), la exhibición Christophe Blain: dessiner le temps merece nuestra atención prevalente. En tanto uno de los representantes más emblemáticos de la Nouvelle BD, Blain ha contribuido decisivamente a renovar el Cómic de género francés aportando la frescura de una desprejuiciada mirada indie desde que, en 1995, fundase junto a Lewis Trondheim, David B., Joann Sfar, Émile Bravo y otros el estudio de producción Atelier des Vosgues. La muestra se articulaba, precisamente, a través de la influencia sobre el dibujante de esa factoría por excelencia de géneros en el siglo XX: el sistema de estudios de Hollywood. Con claridad, Blain ha contribuido con su mirada a unos cuantos de ellos como el western (Gus, Blueberry…) o las aventuras de piratas (Isaac el pirata), incluyendo su propia versión de King Kong. Sin llegar a contarlas, nos llamó la atención la gran cantidad de páginas presentes en la muestra – la mayoría de ellas, en blanco y negro – mientras el autor dedicaba ejemplares de sus libros a la entrada. Si bien la exhibición ya era espectacular, honestamente, creemos que, por su aparto textual, el catálogo la supera, permitiendo también deleitarnos al detalle en el trazo del francés, muy próximo al mejor artista de su generación: Blutch.

Christophe Blain: dessiner le temps

 

A no pocos visitantes del Festival, la exposición de otro historietista conspicuamente francés, Baudoin, les pareció la mejor. Una posible explicación es que sus originales se aproximan mucho al resultado editorial, por su escala casi idéntica y la ausencia definitiva del color. Situada en el Museo de la BD, Baudoin: dessiner la vie recorría la carrera del autor de El viaje desde sus comienzos hasta hoy, con alguna agradable sorpresa como, por ejemplo, los originales de Histoire de bébe François: una primeriza historieta inédita, muy setentera, con guion de Numa Sadoul, que fue quien le orientó en sus comienzos hacia la Historieta. En lo personal – ante un autor de trazo tan espontáneo e intuitivo como Baudoin – nos sentimos bien retribuidos por la incorporación de sus cuadernos de dibujo, un aspecto donde brilla especialmente. El aparato expositivo se completaba con un par de objetos en vitrinas, en particular unos viejos zapatos de artesano que remitían a la famosa obra Schoenen de Van Gogh, reivindicada por Heidegger. Es decir, se encuadraba al dibujante en un cierto vitalismo paisano. Quizás Baudoin sea más conocido por otro aspecto también muy francés: su fascinación por la belleza femenina encarnada en la figura de la modelo. En el fondo, por momentos, nos pareció estar reviviendo la broma de la última película Wes Anderson, como ya dijimos rodada en Angoûleme: el pintor Moses Rosenthaler – interpretado por Benicio del Toro – termina su sesión de pintura ante una mujer desnuda que baja de la tarima y se viste con el uniforme de guardia de prisiones, invirtiendo los roles para encerrar al genio loco, condenado por asesinato.

Baudoin: dessiner la vie

 

Si tuviese que decidirme por el encanto de una muestra, esta sería la dedicada al guionista más importante de la Historieta francesa: René Goscinny: scénariste, quel metier! Como se encargaba de recordarnos otra exhibición, en toda la Historia del Festival tan solo se ha premiado a un escritor: Jacques Lob que, además, era dibujante. Goscinny comenzó de la misma manera, apostando por su propio arte durante su aventura americana, donde conocería a su gran influencia: ni más ni menos que Harvey Kurtzman, el capo de la revista Mad. Esta afinidad motivó el gusto por los “satélites”, término de Barthes, el gusto por la anécdota gráfica en la periferia de la viñeta – que, en España, adoptaría hasta la extenuación Francisco Ibáñez – emparentados con el expresionismo gestual cáustico, cuya mejor expresión francesa encarna Gotlib. Este último contribuye con varios originales muy divertidos de los Dingodossiers para Pilote – donde Goscinny ejercía de co-redactor en jefe junto a Charlier – y cuya dolorosa ruptura años después en favor del magacín L’Écho des Savanes se recoge en la correspondencia entre ambos. Goscinny guionista, en cualquier caso, del que se reconstruye su proceso creativo cuya concreción se cede a los pinceles de Morris en Lucky Luke o al de un ya deslumbrante Uderzo en los primeros álbumes de Asterix. Goscinny, también, el genio lingüístico con sus famosos (calembours) juegos de palabras (“Asterisco y Obelisco”) y sus proverbios hoy integrados en el acervo común de la lengua francesa (“Ser califa en lugar del califa”). Una exposición inolvidable sobre un gigante que cuenta – como Hergé – con su propio pasaje en el callejero de Angoûleme.

René Goscinny: scénariste, quel metier!

 

Si el Manga es cada vez más importante en Francia, lógicamente, esto también se refleja en las exposiciones del Festival. De las tres que se presentaban, destacó, por razones obvias, Shigeru Mizuki: contes d’une vie fantastique dedicada al creador de Kitaro y maestro de los yokai. Uno apenas puede llegar a imaginarse la pesadilla de tener que organizar una muestra de un autor japonés – y por tanto de producción ingente – con cuatro décadas a sus espaldas. Algunos visitantes norteamericanos comentaban: esta sería inimaginable en los Estados Unidos. En los Estados Unidos y en cualquier otro sitio, añadiría yo, excepto Angoûleme y, obviamente, Japón. El idilio entre el Festival y Mizuki viene de lejos: en 2007 se premió su NonNonBâ como mejor obra – la primera y única vez que ha sido ganada por un japonés – y dos años después su Opération Mort mereció el premio al patrimonio, lo que a sus ochenta y pico años de entonces sonaba a galardón por toda una vida, previo a su muerte en 2015. La exposición, desde luego, no pudo defraudar a nadie, exponiendo el conjunto de su vida profesional desde los comienzos en el teatro callejero Kamishibai. Honestamente, a mi juicio, Mizuki no es un gran dibujante – a pesar de su notable trabajo en las tramas manuales – pero sí un gran historietista por el interés de su obra alrededor de dos temas específicos: los espectros yokai y la autobiografía, singularmente su participación en la II Guerra Mundial, donde perdió un brazo. Para acompañar esta retrospectiva – además del pertinente catálogo – su editorial de siempre en Francia, Cornelius, editó Mononoke, un álbum apaisado de ilustraciones sobre los yokai que se suma a un buen puñado de títulos editados allí por el maestro japonés. En España, Astiberri también ha apostado históricamente con fuerza por Mizuki y – recién salida del horno – Satori acaba de publicar su versión en Cómic de Konjaku Monogatari, un célebre recopilatorio de cuentos del periodo Heian (794-1185).

Shigeru Mizuki: contes d’une vie fantastique

 

Finalmente, la guionista franco-vietnamita Loo Hui Phang – quien ha entregado ya varios álbumes con dibujos de Frederik Peeters, Philippe Dupuis o Hugues Micol – coordinó en el Espace Franquin la exposición Écrire est un métier. En ella se reclamaba tanto la figura del guionista – con múltiples testimonios de varios países – como el reconocimiento y reivindicación del estatuto de los autores, a través de un montaje con pancartas señalando una serie de datos sonrojantes. La situación de los autores en Francia ha mejorado entre poco y nada desde nuestra anterior crónica – donde detallábamos la fuente del problema – pero Angoûleme ha querido conceder un espacio a sus reivindicaciones y anunció que, a partir de ya, los autores y las autoras pasarán a cobrar de los Festivales por las largas horas que invierten en las dedicatorias a los fans. Una medida que, creemos, perfectamente podrían adoptar los salones del Estado español, empezando por Barcelona. En cualquier caso, el problema de la viabilidad económica de los autores y autoras de Cómic persiste, también al Sur de los Pirineos, como reflexionaba recientemente Álvaro Pons. Por último – entre muchas otras muestras – figuraba una pequeña en homenaje de los republicanos españoles a Cabrero Arnal, creador del perro Pif sobre el que Sergi San Julián publicará próximamente un libro en la editorial Pol.len.

 


 

PREMIOS Y NOVEDADES EDITORIALES

 

En Angoûleme pudimos hojear algunas novedades como el decepcionante Total de Ugo Bienvenue – que acaba de publicar Ponent Mon – o la reedición de Jolgorio de Bretch Evens – que Astiberri ofrece como novedad en castellano. Entre los veteranos, Enki Bilal ofrecía el volumen final de la trilogía BUG – que previsiblemente Norma publicará pronto en nuestro país – y François Boucq hacía lo propio con Un géneral, des généraux – su versión humorística de la autodeterminación argelina por De Gaulle – que también se exponía en el Festival. Se encontraban igualmente valores seguros como Émile Bravo con la tercera parte de su Spirou: la esperanza pese a todo (nominado y premiado), Frederik Peeters con Saint Elmo (también nominado), Catherine Meurisse con La Jeune femme et la mer (igualmente nominada) o Blain que, con Le monde sans fin, se infló a vender ejemplares coincidiendo con su exhibición. Entre los demás nominados, a quien esto escribe le han gustado mucho el minimalista Un beau voyage de Delphine Panique y, sobre todo, Les amants de Shamhat de Charles Berberian, su propia versión de la epopeya de Gilgamesh para el Museo del Louvre que ojalá pronto se anuncie por nuestros pagos. Además – entre las cucadas y golosinas que pudimos pillar – destacan ejemplares del fanzine estadounidense Mineshaft, el nuevo y minúsculo L’ouvre piège de Marc-Anthoine Mathieu, el Forty Cartoonist of Great Interest de Seth y Nuit sur l’Allemagne de Carl Meffert, iniciativa de la curiosa editorial belga Blow Books. Eso sí, un consejo: de ir a Angoûleme, cuando veáis algo, compradlo de inmediato. Ese fallo de principiante nos privó de Fuck – un recopilatorio de Ron Regé en la editorial suiza Bulb Comiz – y de una reproducción original en sunday bitono que combinaba el Henry de Carl Thomas Anderson con el Little King de Otto Soglow, ofrecidos en el imprescindible estand de Sunday Press Books por Peter Maresca.

En cuanto a los galardones, dos nombres relucen por méritos propios. En primer lugar, la riot girl Julie Doucet se llevó un merecidísimo Gran Premio, cuyas nominadas – en un acto de retribución histórica – eran todas mujeres. La quebequesa publicará este mes en Drawn and Quaterly su primera novela gráfica desde los años 90: Time Zone J. Y, en segundo lugar, el brasileiro Marcelo Quintanilha ganó el trofeo al mejor álbum con su Écoute, Jolie Marcia, por el que imaginamos habrá tortas en nuestro mercado. Al residir este autor en la ciudad de Barcelona, el galardón se sintió casi como propio por parte de no pocos asistentes catalanes. Asimismo, cabe destacar, a la par, la nominación de Forn de Calç – antología de cómic alternativo coordinada por el colaborador de 13 millones de naves, Marc Charles – que, en su segunda entrega, presenta una historieta inédita de Kevin Huizenga. A tenor de la nueva colección de la editorial y librería Finestres – dirigida por Montserrat Terrones – el Noveno Arte en català parece gozar de un momento dulce.

Mención aparte merecen las numerosas revistas – de y sobre cómics – que se pueden encontrar en ese circuito prácticamente muerto en nuestro país para la Historieta: el Kiosco. Cuando menos contamos allí hasta cinco publicaciones de crítica disponibles: Canal BD, la segunda época de Les Cahiers de la BD, CaseMate, dBD o, nuestra favorita, la elegante Les Arts Dessinées. Eso por no incluir otros proyectos tan estimulantes como La Revue Dessinée – magazín de actualidad en forma de Cómic – y su nueva hemerografía juvenil Topo.

A pesar de las carreras de los fans para conseguir firmas de sus artistas favoritos – dignas de las rebajas – y de la amplia cola que el sábado ocupaba la calle Hergé para comprar las entradas del Festival, las ganas de volver al ruedo tras dos años de coronavirus parecieron atenuarse respecto a otras ediciones: había mucho menos público. Quizás se deba al miedo del COVID ya que parte de los españoles volvieron con el virus de regalo a casa. Lógicamente, un evento internacional aún tiene sus riesgos por reunir a gente de los cinco continentes (tuve la ocasión de conocer en persona a la simpática autora taiwanesa Li Chin Lin). Menos probable parece un posible atentado como el de Charlie Hebdo, pero la amenaza sobrevolaba la ciudad, a la vista de los carteles que plagaban sus lugares públicos.


 

EL MERCADO FRANCÉS

 

 

 

Paseando por entre los estands, uno tiene la impresión de que el arrollador volumen de novedades se ha moderado respecto a otros años. Y, ciertamente, es así. En 2020, el Centre National du Livre publicó Panorame de la bande desinée en France, haciendo un repaso del estado actual del mercado de Historieta en el Hexágono y su evolución durante la última década. Si profundizamos en este informe allende la infografía que lo resume, observamos una drástica caída en el número de títulos publicados a partir de 2018-2019. Esto no es, necesariamente, una mala noticia, ya que los ejemplares vendidos han aumentado, en especial el Manga.

Por tanto, en los últimos años, el mercado francés se ha racionalizado, editando menos títulos, pero de mayor rentabilidad. Tal y como pronosticamos en 2018, el gran beneficiado ha sido el cómic japonés, en progresión geométrica, acaparando ya un 40%. Por comparar, en el Estado español (datos de Tebeosfera), el Manga representó un 23% de los títulos en 2019, mientras el Cómic norteamericano ocupó algo más del 40%. Es decir, el Manga tiene el mismo peso en nuestro vecino del Norte que el Cómic norteamericano en la piel de toro.

Evidentemente, este dato resulta muy diferente teniendo en cuenta que la producción autóctona en España equivale a un 20%, mientras en Francia ronda la mitad de su mercado. Con todo, solo la BD infantil salva a los franceses, que se asoman a perder la preeminencia en su propio país respecto al cómic extranjero. La exposición en torno al personaje Mortelle Adèle – que en España edita KóMIKIDS – daba buena prueba de ello. Sin duda, la atomización política europea no ayuda. Según datos muy recientes de la consultora Fortune Business Inside, el mercado asiático de Historieta – que no solo incluye a Japón sino también a otros actores importantes como Corea del Sur – supone un 47% del total mundial. De acuerdo a las cifras del CNL, Francia representaría un 7%, una de cuyas mitades corresponde a la producción foránea

Esta espléndida edición del Festival de Angoûleme 2022 se cerraba con una noticia que conmocionó a la esfera del Cómic francés: la vuelta de Gaston la Gaffe, el distraído oficinista creado por André Franquin. Tras treinta años de ausencia, la editorial Dupuis anunció un nuevo álbum del personaje – titulado Le Retour de Lagaffe – a cargo del dibujante Marc Delafontaine (Delaf) que se lanzaría con 1,2 millones de ejemplares el próximo 19 de octubre. Y empleamos el condicional porque la hija de Franquin – única tenedora de los derechos – ya ha llevado el asunto ante los tribunales belgas demandando “la suspensión urgente y provisional de toda prepublicación, promoción y distribución de estas ilustraciones e historietas” en espera de que la corte se pronuncie el próximo 16 de mayo. Previsiblemente, podemos estar tranquilos, parece improbable que se conceda la extradición de Gaston al Estado español.